sábado, 9 de marzo de 2019

Quien gobierna tu vida.



Después de tanto sufrimiento por las necesidades del diario vivir, el Señor Jesucristo me hizo ver cuán grande era mi incredulidad y mi falta de fe en su palabra y en Él mismo.

Los líderes de este mundo se consideran soberanos; “se alimentan a sí mismos con el sudor y la sangre de su pueblo”, en lugar de ayudarlos.

Ustedes, pueblo mío, se visten con los harapos y se alimentan de las sobras que desechan sus gobernantes, pasan hambre y frio por no seguirme a mí, El Dios Vivo, que vive por siempre y desea bendecirlos.

¿A quién salieron a buscar en medio de sus necesidades, al mundo, o a Cristo?

Andan perdidos buscando abrigo en sus gobernantes, quienes los tratan con mano dura y con crueldad. Por eso mi pueblo anda disperso sin quien los proteja, y son presa fácil de cualquier salvaje que deambula en busca de los débiles para devorarlos.

Ustedes abandonaron mi enseñanza y se expusieron al ataque de esa clase de víboras  salvajes que hay en el mundo. Se ocuparon de seguir a cuanto politiquero que endulzara sus oídos y dejaron de seguirme a mí, y ahora pasan hambre.

Por seguir enseñanzas de hombres, son responsables de lo que les sucede, y ahora son su presa.

Dice el Señor, Yo mismo salí a buscar a mis ovejas y las encontré. Fui su pastor y las rescaté de todos los lugares por donde estaban esparcidas en ese día oscuro y nublado de la diáspora.

Los saqué de entre los demás pueblos y naciones y los traje de regreso a casa. Yo mismo los cuidé y los alimenté, les di un lugar para que vivieran en paz, pero tan pronto regresé a mi casa, al lado de mi Padre, ustedes se acobardaron y se dejaron conquistar de sus enemigos. Dejaron de ser ovejas y se fueron convirtiendo en cabras. Por eso ahora tienen que comer lo pisoteado y beber agua sucia.

Sin duda alguna, entre ustedes mismos se han empujado y embestido, hasta se han  esparcido de nuevo por tierras extrañas, como ovejas sin pastor.

Si se vuelven a mí, a Jesucristo, podrán acampar seguros en cualquier lugar, y dormir sin temor alguno. Tendrán las lluvias que necesiten, lluvias de bendición para que sus campos cosechen abundancia, y todos vivan seguros. Serán rotas las cadenas de esclavitud las cuales los tienen atados al mundo sin ni siquiera haberlo notado.

Un día, El Señor, me permitió ver todas esas situaciones en las que andaba yo en el mundo, y cómo estaba enredado y destrozado por todas estas dificultades y aflicciones.

Me dijo.
Hombre, tú qué dices ser mi hijo,  ¿crees realmente que puedas volver a la vida?
¿Tú crees que en medio de esta podredumbre en que dices vivir, puedas hallar vida?

—No lo sé, Señor —respondí—, solo tú lo sabes.

Entonces me dijo: Sí tú escuchas mi palabra y la pones en práctica, yo haré que vuelvas a la vida.

Quitaré de encima tuyo, todas esas raposas, sanguijuelas, tenias, lampreas y garrapatas que te están desangrando y secando lentamente hasta la muerte. Entonces sabrás que yo soy el Señor tu Dios.

De repente, mientras Él me hablaba, yo observaba como huían de mí una cantidad de demonios y espantos que me tenían prisionero de miedos y temores.

Vi como mis problemas comenzaban a tener solución, que envés de lamentos, de mi boca salían alabanzas y bendiciones a Dios y a todos quienes estaban en rededor mío.

Luego me dijo: Hombre, anuncia este mensaje profético a todos. Diles que la vida solo viene del Señor Dios Poderoso, que el ánimo solo proviene de la palabra de vida, Jesucristo. Así que si tú quieres volver a vivir, deja atrás esos dichos tuyos de que ya estás viejo y seco, que ya no tienes esperanza, que ya estás acabado.

Nunca más te contamines con las ideas repugnantes de esos ídolos apóstatas y pecaminosos del mundo. Entonces y solo entonces, serás mi hijo y yo seré tu Dios.

En cuanto eso hagas, hijo mío, sabrás que yo soy el Señor. Pondré mi Espíritu en ti, volverás a vivir y regresarás a tu propia tierra. Entonces sabrás que yo, el Señor, he hablado y que he cumplido mi palabra.

Esto me dijo el Señor Soberano, el día que yo me postré realmente a sus pies y comencé a rendirle todas mis tristezas, temores y dificultades en las que me estaba ahogando. Cuando expuse mi corazón delante de Él, con toda sinceridad y verdadera humildad. 

Jesucristo te ama y e bendice.

JoseFercho ZamPer.

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