domingo, 29 de noviembre de 2015

La humildad y la gloria de Dios

Dios revela su gloria a los humildes.

Un día, muy de mañana, el Señor me dijo: sí quieres ver mi gloria, necesitas despojarte de toda tu persona. Me hizo ver claramente, que cada vez que yo le exigía alguna explicación por su obrar, o le replicaba por lo que a mí no me agradaba, estaba siendo altanero y orgulloso, creyéndome más sabio que Él. 
Me mostró con tal claridad que todos esos comportamientos generaban en mí ser un gran nudo, el cual se iba creciendo y enraizando cual tumor maligno.

Cada vez que discutimos con el Señor, o le replicamos por no estar de acuerdo con su actuar, se crece en nosotros el inconformismo, generando así decepción y hasta llegar a la amargura.
De todo esto salen las enfermedades, físicas y mentales, las cuales nos llevan a alejarnos de Dios.
Proverbios22:4 Riquezas, honor y vida son la remuneración de la humildad y del temor del Señor” 
Los religiosos, se sienten superiores a la gente común, lo contrario sucede con quien se humilla en la presencia de Dios, se siente privilegiado de ser un hombre común. 

El hombre humilde y espiritualidad será atendido por el Señor, ya que Él puede “ver el brillo de su rostro”  y así experimenta la maravillosa bondad de Dios. 

Durante la vida nos han dicho, “hoy por mí, mañana por ti” lo que nos lleva a dar para recibir. Cada vez que hacemos un favor o damos algo a alguien, nos quedamos en la espera de recibir la paga, pero Jesucristo nos dice que debemos dar sin esperar nada a cambio.
Lucas 6:35 Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.
Muchas veces no vemos el favor devuelto, y nos ofendemos con quien ayudamos, sobre todo cuando estamos pasando por alguna necesidad, esto nos lleva a reclamarle tanto a quien ayudamos, como a Dios.

Dios realiza sus propósitos en las personas que le profesan un temor reverente, son humildes y tienen en alta estima su relación con él.  Por tales razones debemos entender lo que significa la verdadera humildad, cómo cultivar esta gran cualidad y cómo nos beneficia en todos los aspectos de la vida.
La humildad, es una cualidad divina, Dios, siendo el más grande, excelso y glorioso del universo, es ejemplo supremo de humildad. 

Ser humilde significa “estar agachado, tener mansedumbre, ser condescendiente”. 
Debemos ser humildes, agradecidos con el Señor,  en lugar de vanagloriarnos.
Al bajar a la tierra a tratar con hombres imperfectos, el Señor nos mostró su gran humildad, y su disposición a conceder misericordia a los de condición humilde, levantando a los que se humillan.
En efecto, la humildad agrada a Dios, pues El mismo se humilló hasta la muerte, por medio de su hijo Jesucristo.

Debemos tener en cuenta, que el Señor tratará con nosotros conforme tratemos a quienes nos ofenden, si perdonamos libremente las ofensas de los demás y admitimos con humildad nuestros errores, podremos recibir del Señor su misericordia.

La humildad no es señal de debilidad, sino de obediencia a Dios.
Muchas veces hemos visto casos en donde se da un concejo, un remedio o se le plantea una posible solución a algún problema o dolencia de una persona, y no lo toman en serio, mucho menos llevarlo a la práctica; todo porque no creen. Así mismo pasa con la palabra de Dios, no la creemos, mucho menos ponerla en práctica. Pero algunas veces se toman los concejos de los grandes personajes, y de los eruditos para caer en grave pérdida.

No debemos confundir humildad con debilidad o con ignorancia. El Señor mira al humilde, y le da preferencia, o consideración especial, mientras que se aleja de los orgullosos (Salmo 138:6). 
Asuntos gloriosos permanecen ocultos a los que por orgullo confían en el razonamiento humano y en su sabiduría, pero El señor Dios, les revela a los humildes sus secretos.
1 Corintios 2:9. Antes bien, como está escrito: Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, Ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
El humilde se siente agradecido y glorifica a Dios, ya que aprecia aún más su favor.
La persona natural o carnal, menosprecia la humildad, pues piensa que es por sus bondades que los hombres lo reconocerán, y rechaza a quien se basa en las Escrituras, esa falta de humildad les impide conocer y entender al señor de la gloria.  
La Biblia nos muestra ejemplos de personas humildes a las que Dios favoreció con su gloria. 

Cultivemos la humildad para disfrutar del favor de Dios
En efecto, el Señor favorece a los humildes, “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. Salmo 37:11.
Que nada nos impida recibir la gloria de Dios
Proverbios 29:23.  La soberbia del hombre le acarrea humillación, pero al humilde de espíritu lo sustenta la honra.
En la Biblia, la palabra hebrea para “gloria” transmite la idea de peso. Antiguamente, las monedas se fabricaban con metales preciosos y su valor dependía de su peso; cuanto más pesaban, más valiosas eran. Por eso, la palabra que se traduce “gloria” se empezó a usar para referirse a algo valioso, admirable o impresionante.
 “Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará”, o les dará honra (Santiago 4:10).

La gloria de los hombres opaca la gloria de Dios.
Cuando miramos al cielo en una ciudad muy iluminada, las luces de la ciudad nos impiden ver el brillo de las lejanas estrellas. Esto no se debe a que las luces de las calles, los estadios deportivos o los edificios sean más brillantes y hermosas que las del cielo, sino a que están más cerca de nosotros y estorban nuestra visión de la creación de Dios. Para contemplar las maravillas del cielo nocturno, tendríamos que apagar las luces artificiales o irnos a un lugar oscuro.
Como las luces de la ciudad, la gloria de los hombres está muy cerca de nuestro corazón y nos impide valorar la gloria que Dios quiere darnos. Mucha gente no acepta el mensaje del Reino porque teme lo que puedan decir sus amigos o familiares.
¿Qué haremos si estamos tratando de ser mejores cristianos y un hermano nos da un consejo? Sus palabras sinceras solo podrán ayudarnos si no somos orgullosos. Así que evitemos ponernos a la defensiva, justificarnos o tratar de salvar las apariencias. O puede ser que tengamos que colaborar con un hermano para realizar cierta tarea. ¿Permitiremos que nos domine el deseo de recibir las alabanzas por las buenas ideas y el esfuerzo? 

Nuestros malos deseos también pueden impedir que recibamos la gloria de Dios, pues si estos nos controlan, tal vez no queramos escuchar la verdad. 
A menudo oímos solo lo que nos conviene.
El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión más correcta de la realidad. 
La humildad perfecta es Jesús. En todo hacía, la voluntad de su Padre. Nunca busco llamar la atención sobre sí mismo sino dar gloria al Padre.  Él nos dijo: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón". 
Por orgullo buscamos ser superiores a los demás. El hombre humilde, cuando ve algo malo en su vida, lo corrige, aunque le duela. 
Sin humildad no hay conocimiento de sí mismo y, por tanto, falta la sabiduría.
En el Reino de Dios se premia la modestia y la humildad.
Los escribas y fariseos se buscaban ellos mismos en todo lo que hacían. Cristo advierte a sus discípulos: Vosotros, en cambio, no queráis que os llamen maestros: ... el mayor entre vosotros sea vuestro servidor  Mt 23: 8-11. 
Esto nos enseña que el que triunfa se debe mantener “humilde” para impedir que el orgullo controle su vida. 

Esperar en Dios, significa; “obedecerle y hacer su voluntad” en tales momentos, confiar en su intervención para la resolución de tales circunstancias y esperar a que Él actúe
Humildad y Obediencia.
En Filipenses 2:5-11. Jesucristo, teniendo naturaleza divina, no insistió en ser igual a Dios, sino que tomó naturaleza de siervo y nació como hombre. Y esto supuso una humillación a sí mismo y por obediencia fue a la vergonzosa muerte de cruz.
Por esto, Dios lo elevó al más alto honor y le dio el más excelente de todos los nombres: Jesús, para que en su nombre caigan de rodillas todos los que están en los cielos y debajo de la tierra; y todos reconozcan que Jesucristo es el Señor, para honra de Dios Padre.
Santiago 4:6 y 10  Pero él da mayor gracia. Por esto dice: «Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.»  10 Humillaos delante del Señor y él os exaltará.

¿Cómo podemos aprender a obedecer a Dios?
Sometiéndonos a Él, cuando hacemos esto, le estamos entregando el gobierno de nuestra vida. Reconocer el favor de Dios en nuestra vida y adorarlo.  
Comprender los efectos destructores que tiene el pecado.
Es necesario confesar a Dios nuestros pecados con un sentimiento auténtico de arrepentimiento y propósito de enmienda. Todo pecado que comienza pareciendo insignificante puede llegar a esclavizarnos y a convertirse en un gran desastre para nuestra vidas, porque en todo pecado está “la desobediencia a Dios”.

 ¡Compruébenlo! Cuando se obedece a Dios, se experimenta su paz y su poder. También se obtiene una victoria real sobre las circunstancias de la vida.
Dice Cristo a sus discípulos: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29). Su humildad es el fundamento de nuestra elevación: la imitación de su humildad es la condición básica y permanente de la dignidad de discípulo suyo. La humildad es la única que nos hace capaces de aprender algo de Cristo y que en cierto modo nos hace dignos de ser sus discípulos. Cuanto más profunda es la humildad, tanto mayor es la docilidad y tanto más amorosa la voz del Espíritu Santo que habla en el interior.

Toda confrontación con el prójimo o con Dios nos conduce a la soberbia, y a la desestima del prójimo. 
Frutos de la humildad
"El que se humilla será ensalzado" (Mt 23, 12). "Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia" (1 Pedro 5, 5).  
"Te alabo, oh Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos" (Mt 11, 25).
"No hay camino más excelente que el del amor, pero por él sólo pueden transitar los humildes"

Jesucristo te ama y te bendice
JoseFerchoZamPer

domingo, 15 de noviembre de 2015

De la soledad y el estar solos

Salmos 23:4
“Aunque camine por valle de tinieblas,
ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo;
tu vara y tu cayado me dan seguridad”

Se pierdes las ganas de vivir, seguramente te has perdido a ti mismo, estas divagando en tus propias ideas de la vida. La vida es algo temporal, a veces no le damos mucha importancia a este mundo a pesar de que aquí se pasa muy bueno.

Ese sentimiento de desesperanza, de tristeza o el no tener ganas de vivir, es ocasionado generalmente por la carencia o la falta de algo que consideramos necesario. Esto sucede porque nuestro corazón se siente vacío, sin amor.

Al hacer lo correcto, aunque no tengamos ganas, vamos yendo hacia la perfección, hacia Dios.

Quién sueña para este mundo en vano se esfuerza, porque sus expectativas y sus logros mueren aquí mismo no perduran.  

La soledad significa tranquilidad, significa buscar ideas propias para ordenar la mente. En la soledad encontramos a Dios, esa es la mejor experiencia.

En la soledad, la mente se ordena, se acomoda, habla consigo misma hasta escucharse, nos permite soñar sin interrupciones.

La soledad es mera sensación de ausencia física, pero la verdad es que nunca estamos solos, porque Dios está en nosotros.

Podemos acompañar nuestra soledad, con la presencia de Dios, mi soledad es Dios, Dios es mi soledad. Deja que Jesucristo sea tu soledad. Dios está contigo, aunque no lo sientas, yo sé que la felicidad no está en este mundo, pero Dios nos dio este mundo para vivir y alcanzar el cielo.

Sentir que Dios se aparta no es nada agradable, quizá sea una de las peores sensaciones del ser humano, porque sin Dios no somos nadie. Al orar sé que Dios me escucha, y sé que Dios quiere entablar conmigo una relación más seria, no emocional, una relación de fe.

Ahora comprendo un poco más este asunto. La fe es una cosa, los sentimientos otra. Debo decirles que la luz ilumina la oscuridad, y la oscuridad no puede apagar la luz.
Es raro decirlo, pero conforme pasan los días, menos siento a Dios, pero creo más en él. Los caminos de Dios son sorprendentes, maravillosos y misteriosos.
En quien encontramos esperanza, sino en Jesucristo, lo que sé de Dios me lo ha enseñado Jesucristo, no el hombre. Dios sabe cómo hablarnos, él es el maestro, lo difícil lo hace fácil y lo imposible lo hace posible.

Transforma un mundo árido y muerto, en un paraíso verde, lleno de vida, nos llena de alegría.
Las dudas estarán siempre presentes, pero mi corazón está firme en el Señor, mi esperanza está viva en él. Jesucristo es mi fiel compañero, es quien me hace vivir, quien me hace feliz.

Cuando las dudas te ahogan el alma.

Sentirse sin fe y confundido es algo muy desagradable, dudar de la palabra de Dios, es desesperanzador.  Hay tiempos en que pareciera que Dios no está con nosotros, que ha salido a darse una vuelta y está tardando demasiado, sólo notamos el silencio presente y continuo en nuestro corazón.  

Muchas veces pensamos que estamos pasando por desiertos, la presencia de Dios es un leve recuerdo de tiempos pasados, sólo nos queda su ausencia y hasta comenzamos a pensar: ya no está, ya no me escucha, ya no me ama. Se ha alejado de mí, me ha abandonado.

Aunque sabemos que Dios está con nosotros, porque su palabra nos lo dice, eso no es lo que sentimos, lo percibimos tan sigiloso como una madre cuando su bebe duerme.

La presencia de Dios se manifiesta de distintas formas, el asunto es que nosotros nos acostumbramos a una sola forma de presencia y no advertimos todas las demás formas de Dios.

El silencio de Dios, es una forma de presencia, una manera de manifestarse, una especie de revelación, un estilo de mostrarse. Igualmente, su silencio es una elocuencia, una forma de pronunciación. El silencio de Dios es también su Palabra. El silencio es una cualidad de su expresión, quien tiene corazón para percibir la Palabra de Dios también está capacitado para escuchar su fecundo silencio.

Dios tiene muchos signos y lenguajes. El silencio es uno de los que más utiliza. Dios emplea diversos alfabetos, códigos e idiomas para el alma. De parte de Dios es tan misericordiosa y entrañable tanto su presencia como también su ausencia. Siempre es la misma bendición de distinto modo. Su ausencia nos hace ejercer un continuo acto de fe: creer que Dios está y nos acompaña a pesar de nuestra percepción o de los hechos que nos acontecen.

La ausencia de Dios parece oscilar en una cierta ambigüedad. Por un lado, por la fe sabemos que Dios nunca nos deja solos y por el otro, nuestra sensación percibe la experiencia del abandono y la lejanía, la orfandad de Dios como un estar a la intemperie del Absoluto. La fe registra esos dos lados de la ausencia de Dios: la confianza en su presencia, aunque no se perciba, ni se sienta y la sensación de distancia solitaria, bordeando el precipicio, rozando el abismo infinito de Dios que nos llama.

El silencio de Dios en nuestra vida, nos lleva a descubrir otras maneras de hablar con él.
La que todavía no ha sido pronunciado, lo descubro en el silencio para poderlo decir.
Tu prolongada ausencia, me ha enseñado a desear tu presencia. Aunque sea invisible a mis ojos, enséñame cómo vivir tu ausencia.

Aunque a menudo solo abrazo la soledad, y naufrago en tu ausencia, desde que te conocí, mi mundo se ha enriquecido, y me has revelado la pobreza de mí universo, con tu presencia.

Tu amor, es una verdadera belleza, me envuelves en tus delicados brazos y me das el más íntimo abrazo.

Las ausencias que nos duelen son las presencias que amamos, los que a veces nos vamos somos nosotros y siempre resultamos heridos.

Sólo puede estar ausente, lo que estuvo presente, lo que amamos. El amor hace significativas las ausencias porque lo amado está presente siempre, aún en esas misteriosas ausencias.

 Hay tiempos en que caminamos, no sólo en la ausencia de Dios, sino de nosotros mismos, como un fantasma, como una aparición. A veces Dios, otras veces nosotros mismos, nos convertimos en nuestra propia ausencia.

Salmo 27:9. No te escondas de mí; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.

¿Está Dios realmente ausente? No, de ninguna manera. Dios no está ausente ni abandona jamás a sus hijos (Mt. 28.20 enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado. Y os aseguro que estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo). Entiendo que el origen de tales pensamientos puede ser un pecado cometido no confesado, un pecado cometido confesado acompañado de arrepentimiento o bien, una falta de respuesta divina en medio de una situación difícil a pesar de una vida piadosa.
En el primer caso de un pecado cometido no confesado, he visto como regularmente pareciera que la amnesia ataca al cristiano, pues la Biblia nos enseña, y además promete que si confesamos nuestros pecados alcanzaremos misericordia (1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad), ¿por qué es tan común que muchos cristianos olviden esta promesa? Existen algunas posibles razones: consciente o inconscientemente estamos practicando una salvación por obras por lo que se nos olvida que hay una gracia que Cristo otorga para obtener perdón, o una razón que puede ser grave y que debo mencionar es que se debe revisar la percepción de nuestra salvación, debemos examinar nuestro estilo de vida a través de las Escrituras para determinar si realmente se ha experimentado un nuevo nacimiento y hay evidencias de cambios en nuestro comportamiento, la sensación de soledad puede ser una falta de arrepentimiento y un indicativo de la gracia de Dios provocando tristeza para salvación, la tristeza que no es para muerte sino para vida (2 Co. 7.10 La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte.).

En el segundo caso, un pecando confesado acompañado de arrepentimiento, la soledad se puede experimentar también por una falta de comprensión del perdón de Dios y por el sentimiento de indignidad por la falta cometida, Dios perdona y olvida los pecados que perdona por amor a sí mismo, ¿no deberíamos nosotros también aceptar ese perdón para el beneficio de nuestras almas? Si tratamos este caso con honestidad, la gran mayoría de cristianos confesaríamos que cuando hemos pecado la indignación nos invade y vienen sentimientos de vergüenza y miedo como le sucedió a nuestros primeros padres, Adán y Eva, pero no cometamos el mismo error que ellos cometieron, no huyamos ni nos escondamos, no perdamos la perspectiva correcta de Dios, si el arrepentimiento ha sido genuino, recibiremos el perdón de Dios, Dios jamás desecha al contrito de corazón, Él habita con los humillados y quebrantados de corazón (Sal. 51.17, Is. 57.15, Is. 61.1). Aceptemos el amor y la misericordia de Dios cuando viene hacia nosotros para arroparnos y protegernos.

En el tercer y último caso, una falta de respuesta divina en medio de una situación difícil a pesar de una vida piadosa, recordemos el caso de Juan el Bautista cuando dudó acerca de la identidad de Jesús.
Mateo 11:2-3 Juan estaba en la cárcel, y al enterarse de lo que *Cristo estaba haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran: 3 ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?

Es justo, necesario y provechoso para nuestra vida cristiana ser probados por Dios para que la prueba traiga a luz la condición de nuestros corazones y que podamos considerar si debemos o no corregir actitudes pecaminosas, debemos ser valientes pidiéndole a Dios que nos pruebe periódicamente para que podamos crecer en santificación.
Confiemos en su obra, lo que Él ha empezado lo perfeccionará (Fil. 1.6), somos barro en sus manos Ro. 9.21.
Juan 16:33 Yo os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En este mundo tendréis aflicciones, pero ¡tened ánimo! Yo he vencido al mundo.

Vivimos en un mundo malvado aunque no pertenecemos a este mundo, sin embargo, seremos perseguidos por causa del Gran Nombre, hemos sido comisionados con un mensaje, hemos recibido honra al ser tomados en cuenta por el Salvador para ser parte de Su plan redentor para la humanidad siendo heraldos del evangelio y partícipes de la salvación de muchos “Sólo porque sientes que Dios está ausente no significa que lo está, sólo porque no puedes observar sus huellas no significa que no está caminando a tu lado. Si tú eres un creyente, ese sentimiento de estar solo es siempre una ilusión.

No perdamos el enfoque como le sucedió al salmista Asaf al creer que en vano servía a Dios al ver la prosperidad de los malvados (Sal. 73), no servimos para obtener algo de la mano de Dios, servimos por lo que ya hemos obtenido de su mano, ser sacados del fango, rescatados del pecado y de la muerte en nuestro espíritu para obtener el regalo de la salvación eterna es más que suficiente para nosotros.

Llevar una vida piadosa y no obtener resultados o respuestas a nuestras peticiones no significa que Dios está ausente, muchas veces Dios trabaja en silencio.

El ateísmo no es más que la ausencia de Dios en la persona, en cuanto la persona se ha alejado de Dios, y aunque sufre el dolor de su ausencia, vive así en permanente desgarro, entre la afirmación de lo finito y la nostalgia de lo Infinito.

Tengo la certeza de que Dios no se equivoca, pero esta vida es más misteriosa de lo que pensaba, es más sobrenatural de lo que imaginaba, y es más extraordinaria en cuanto más fe tengo.

Hay que saber vivir con lo que se tiene, aprovechar en buena manera cada momento, haciendo cuanto es bueno, permanecer atentos a las cosas eternas nos proporciona un gozo indescriptible, estar siempre en pie y perseverantes no es cosa fácil, no existe la perfección en este mundo, pero enfocarnos en las cosas del cielo, en lo espiritual, nos lleva a creer en lo verdadero, en lo perfecto, nos da esperanza de vida, nos da paz.

Jesucristo nos habla a través del silencio, deberíamos escucharlo más a menudo, pasar más tiempo a solas con Dios, para entender mejor la vida, porque él es la vida.

En Jesucristo no hay leyes que alteren la amistad, ni existe el tiempo, solo existe el anhelo de un encuentro amoroso, y la alegría de una mejor compañía.
Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta.
- ¿Dios creó todo lo que existe?
Un estudiante contestó valiente:
-Sí, lo hizo.
¿Dios creó todo?
-Sí señor, -respondió el joven.
El profesor contestó,
-Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo.
El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito. Otro estudiante levantó su mano y dijo:
¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
-Por supuesto, -respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó:
¿Profesor, existe el frío?
¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?
El muchacho respondió:
De hecho, señor, el frío no existe.  Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. “Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”. Y, ¿existe la oscuridad? -continuó el estudiante.
El profesor respondió:
-Por supuesto.
El estudiante contestó:
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.
Finalmente, el joven preguntó al profesor:
-Señor, ¿existe el mal?
El profesor respondió:
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.
A lo que el estudiante respondió:
-El mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones.  Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.
Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado.
El nombre del joven era Albert Einstein.

No todo lo que vemos es real, y lo que no vemos es irreal, lo espiritual es más real que lo material, porque lo espiritual es eterno, mientras lo material se acaba pronto.



Dios te ama y te bendice.


JoseFerchoZamPer.

Sobre lo que crees.

Lo que se puede saber de la biblia se remonta a miles de años atrás. Jesucristo es el personaje central de la historia bíblica, su vida y ...