jueves, 29 de octubre de 2015

La Verdadera Felicidad

¿Qué es la felicidad?

La felicidad es el amor. La felicidad es un estado de paz que solo se alcanza en la comunión con Dios.
El amor es un regalo de Dios, gracias al cual la vida se ilumina y todo cobra un relieve especial.
El amor es la pieza clave de la felicidad. No hay felicidad sin amor. Por amor la vida tiene sentido. No hay felicidad sin amor y sin esfuerzo.
Felicidad es estar en armonía con lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.
La felicidad es disfrutar el presente, sin la ansiedad del pasado ni del futuro.
No esperes las condiciones perfectas para empezar a trabajar en la felicidad. La felicidad es una decisión de todos los días, y es necesario dejar de buscar la felicidad, y empezar a vivirla.
Todos quisiéramos ser felices, pero no nos es fácil lograrlo. El problema es que creemos que solo obteniendo más de lo que este mundo nos ofrece, podemos tener la felicidad. El apóstol Pablo tenía una actitud muy diferente.
Filipenses 4:11-12. No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. 12 Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.
El apóstol había aprendido el secreto del contentamiento, cualquiera que fuera su lugar o circunstancia, pues Dios es la fuente de verdadera felicidad.
La felicidad cristiana proviene de dentro, es posible que una persona pueda dar la impresión de estar feliz simplemente por no quejarse, cuando en realidad en lo profundo de su ser, la persona esté inconforme. Pero Dios sabe realmente lo que uno piensa y siente. La felicidad cristiana permanece aun cuando tengamos dificultades.
La felicidad es una obra de Dios, proviene de hacer la voluntad de Dios, la felicidad perdura, no importando la clase de problemas que nos sobrevengan.
Un hombre sabio es aquel que no sufre por las cosas que no tiene, sino que disfruta lo que sí tiene.
Aprendemos a ser felices o infelices, no sólo a partir de las experiencias que vivimos, sino de la forma en que los adultos nos enseñan a vivirlas y a vivir cualquier tipo de problemas.
Si nuestros padres o uno de ellos, viven quejándose, fijándose sólo en el aspecto negativo de las cosas, sintiéndose derrotados o agobiados ante los problemas y dificultades, etc., probablemente nosotros actuemos de la misma manera.
Si por el contrario, ellos son personas positivas que siempre ven el lado "bueno" de todo lo que les sucede, resuelven los problemas con entusiasmo, confiando en obtener éxito, disfrutan de la vida, ríen con frecuencia, son personas activas, etc., no importa cuál es nuestra carga genética, si aprendimos de ellos, seremos felices.
¿Esto quiere decir que si actualmente somos infelices, así tenemos que seguir siendo siempre?  No.
Quiere decir, que así como aprendimos una actitud, podemos aprender una diferente, que sustituya aquella que nos hace sufrir.
No podemos evitar el sufrimiento, es parte de la vida, pero si podemos enfrentarlo con una actitud adecuada y superarlo.
 Las creencias influyen en tu actitud y, por tanto, en tu éxito y satisfacción.
¿Eres consciente de hasta qué punto los pensamientos negativos afectan tus resultados? 
Lo que marca la diferencia no es que tengas un problema o no, sino cómo reaccionas ante él.
Sana tú y sanará tu casa.
Tú puedes ayudar a cambiar a alguien que esté dispuesto a hacerlo, pero si tú mismo no sabes reaccionar ante la vida, como lograrlo.
Tienes dos opciones: aceptarlo y seguir adelante o cambiar tú o tus circunstancias.
Cristo es la fuente de la verdadera felicidad. Mateo 5: 1-12 Mat 5.3–6
Este pasaje muestra que el concepto de felicidad para un creyente es distinto al que maneja el mundo. Un creyente piensa y actúa como discípulo de Cristo. La fuente de nuestra alegría está en quien nos ha elegido para salvación. Como discípulos somos motivados a imitar al Señor. La fe en Jesús nos garantiza la alegría eterna en los cielos. Tener esa felicidad también es posible aquí en la tierra, cuando vivimos como copias de Jesús.
Mateo 5: 3  Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
El evangelio no está hablando de la pobreza material. Se refiere a Pobres en espíritu.
¿Recuerdan la parábola del Fariseo y el publicano? El primero estaba confiado en su orgullo y vanidad, se creía rico espiritualmente por su legalismo religioso. Era tan “grande” su fe, que pensaba tener el derecho de despreciar a los demás.
El publicano, por el contrario, reconoció ser pecador, se humilló delante de Dios, confió en el Señor para recibir el perdón. No hubo palabras altivas, solo humillación.
Jesús dice que “Este hombre regresó a su casa, justificado, es decir declarado justo y con el perdón, ante Dios”.
Un pobre de espíritu es verdaderamente rico y feliz. Su riqueza le es dada cuando oye la Palabra de Dios y la cree.
Quizás usted cuando lee el pasaje diga: “Es cierto en el cielo no habrá tribulación, enfermedad ni llanto. Pero vivo en el mundo real. Me desespero, tengo ansiedad y muchos problemas”.
Pensar de esta manera es imitar al fariseo. Él pensaba que la riqueza estaba en lo que él hacía y no confiaba ni en la misericordia ni en la provisión de Dios.
Un creyente es feliz. Primero porque está seguro, aquí y ahora, que tiene el perdón, la salvación y en el cielo un lugar reservado.
Un creyente es feliz. Porque posee la compañía de Cristo, su ayuda y respuesta a sus oraciones. Cree lo que el Señor dice: “Yo he venido a proclamar las buenas noticias a los pobres”
La verdadera riqueza no está en las cuentas de bancos, sino en los tesoros acumulados en el cielo. Esos tesoros no son otra cosa que las riquezas de gracia que el Señor le ha dado.
El llanto que tiene consuelo. Mateo 5: 4 Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación.
¿Por qué se aflige, lamenta y llora la mayoría de la gente?
La gente se aflige por no tener dinero. Perdió el empleo o la casa. No tiene buena salud. Los hijos andan en malos pasos.
Un creyente atraviesa situaciones similares. Pero la mayor tristeza que puede sentir un cristiano es apartarse de la Palabra de Dios. Jesucristo es su verdadero consuelo.
Un creyente en este estado, sin Jesucristo, es igual o peor que un incrédulo. Porque ha negado la fe y la eficacia de la gracia.
Un creyente acude desesperado a la Iglesia y sale feliz. Sus pecados han sido quitados. Pues tiene la motivación de Jesús: “Ten ánimo, tus pecados han sido perdonados”.
La mansedumbre que enaltece. Mateo 5:5 Bienaventurados los mansos, porque recibirán la tierra por heredad.
1Pedro 2: 23 Cuando le maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia.
Es frecuente escuchar decir: “La mejor defensa es el ataque”. Nada más contrario a la fe cristiana que esa expresión. Los creyentes somos motivados por Jesús, quien enseña: “Aprendan de mí que soy manso y humilde”.
Lo vemos en la muerte de San Esteban, quien oró a favor de quienes lo mataban.
La mansedumbre debe ser parte de nuestra vida diaria, nuestra conducta, nuestra fe, nuestro espíritu, nuestra pureza. El nuevo hombre que Cristo ha creado en nosotros.
El hambre y sed que son saciadas. Mateo 5: 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
"Y nadie os quitará vuestro gozo" (Juan 16:22), y nadie ni nada: ni los tormentos, ni las privaciones, ni el exilio, ni la misma muerte.
La fe, no puede ser jamás una fe formal, carente de vida y privada de hazaña (pues también "los demonios creen, y tiemblan"), sino una fe vivificante y activa, que se guarda en el corazón puro y se calienta con la Gracia Divina, en una fe, ardiente de amor a Dios que fortifica la esperanza en Él.
"No es suficiente con creer en Dios, es necesario creerle a Dios."
La felicidad no siempre requiere éxito, prosperidad o logros especiales; muchas veces proviene del gozo del esfuerzo esperanzado, de la dedicación de nuestras energías a un fin justo. La raíz de la verdadera felicidad esta plantada en la abnegación y su flor es el amor.
Uno de los problemas más grandes que tiene el hombre en la actualidad es reconocer la diferencia entre la felicidad y el simple placer. Satanás y sus fuerzas se han vuelto muy eficaces en el empeño que hacen por convencer a la gente de que el objetivo más importante en la vida es el placer; el promete con engaños que el placer, sea donde sea que lo hallen, los hará felices.
La televisión y las películas están llenas de incitaciones muy evidentes que alientan y persuaden a jóvenes y adultos por igual a entregarse a sus pasiones prometiéndoles que encontraran la felicidad. El resultado de este arriesgado camino se evidencia en el daño social y psicológico que va cada vez más en aumento. Esa influencia ha hecho aumentar los casos de adolescentes embarazadas, de abortos, violaciones, abuso sexual de niños, provocación sexual en los adultos, asaltos, drogadicción, alcoholismo, hogares destruidos, etc. Las alarmantes estadísticas siguen probando que así es, pero nada se soluciona.
El gozo y la felicidad verdaderos provienen de vivir de tal manera que nuestro Padre Celestial este complacido con nosotros.
La felicidad no deja un sabor amargo en la boca, no viene acompañada de una reacción deprimente; no exige el arrepentimiento, no causa pesar, no produce remordimiento. El placer con suma frecuencia hace necesario el arrepentimiento, la contrición y el sufrimiento; y, cuando se le da rienda suelta, conduce a la degradación y la destrucción.
 El fundamento cristiano de la felicidad
Hablamos de ese tipo de felicidad que trasciende lo material; de esa paz interior que puede librarnos de la ansiedad capaz de encarcelar nuestras almas. No esa felicidad concebida por el ser humano como un algo absoluto cuya búsqueda solo ha sido capaz de crear una gran frustración en nuestras almas insatisfechas. Hablamos de la felicidad que se produce en el ejercicio diario de una vida de amistad con el Creador.
La felicidad cristiana ¿es diferente a la que nos aporta la sociedad?
La gente aparenta ser feliz pero no lo es. 
Si nosotros no tenemos dinero más del necesario para vivir y vemos a personas muy ricas y sonrientes pensamos que si tuviéramos el dinero que tienen ellos seríamos verdaderamente felices.
Alguien que ha perdido su salud y permanece en silla de ruedas o en cama y ve desde su ventana a personas de su edad corretear por el parque vecino pensará que sería feliz si tuviera la salud de que ellos disfrutan. Y los que la tienen piensan cuán infelices serían si la perdieran. Alguien sin trabajo, al ver a ejecutivos sonrientes reunidos en su oficina pensará que sería feliz si estuviera enganchado con una buena empresa demostrando sus capacidades.
Alguien que no tiene o ha perdido su pareja o se ha separado recientemente, al ver a parejas de enamorados en el cine pensará que sería feliz si él tuviera la suya. 
Se sufre tanto por no tener algo de lo que los demás disfrutan y nos gustaría tener, como por el temor de perder lo que tenemos o hemos conseguido. Así que la expectativa que cada uno tenemos de nuestra propia felicidad depende mucho de nuestras necesidades y aspiraciones o del temor de perder lo que nos la proporciona.
Por eso la felicidad que podemos adquirir en el mundo es relativa, y es frágil. Además porque nadie puede en el mundo tener tanto poder como para garantizar que lo que hoy le proporciona felicidad no lo pueda perder o que lo que aspira a que se la proporcione pueda tenerlo o conseguirlo para disfrutarlo siempre. 
¿Por qué el hombre en general vive en esa angustia, durante su vida?
La única respuesta posible es que sucede porque el pecado introduce en el alma de cada hombre, de cada ser humano, una distancia o lejanía de Dios.
 El hombre (Adán) ha sido creado para vivir en intimidad o en relación personal con su Creador, como lo muestra en Génesis 2: 15-24.
Esta era la vida eterna, la verdadera vida en la presencia de Dios. Adán y Eva, al vivir en la presencia manifestada de Dios estaban seguros de tener para sí la vida eterna, de encontrarse en el Cielo, aunque se encontraran todavía en su peregrinar y vida física en la Tierra.
Lo que el individuo desea por encima de todo es ser feliz.
Todos los demás objetivos persiguen únicamente esa finalidad, la felicidad de los nuestros y la nuestra propia.
 El hombre ha buscado la felicidad en el mismo hombre y no la ha encontrado.
El secreto de la felicidad, ‘El contentamiento’
Filipenses 4:10-23
Pablo fue es hombre que encontró la felicidad, el gozo y la satisfacción en su vida, y toda esta carta a brindado las instrucciones para los que como el quieren experimentar estas cosas en su vida.
Antes de entender todo el pasaje debemos concentrarnos en estos versos y en algunas expresiones que hay en ellos.
He aprendido a contentarme.
El secreto de la felicidad es el contentamiento. El contentamiento no se aprende en la escuela, sino por medio de las experiencias vividas.
¿Qué es contentamiento? Contentarnos no es resignarnos a la vida sin poder hacer nada.
 Contentamiento se aplica al hombre cuando llega a ser independiente de las cosas externas para ser feliz, pues entiende que es suficiente con lo que tiene en sí mismo.
Aunque algunos vean el contentamiento como un logro humano al que solo pocos podían llegar, Pablo aquí lo presenta como una experiencia de fe en Cristo. Pablo no dice tengo todo en mi para ser feliz sino que tengo todo en mi relación con Cristo para serlo.
La felicidad sólo se halla en Dios. Como Creador, sólo Él conoce los resortes más íntimos de nuestra complicada personalidad, y sabe qué necesitamos para ser plenamente felices.
Sólo Dios puede tratar con las cosas que nos quitan la posibilidad de alcanzar la felicidad.
La felicidad no depende de ninguna circunstancia exterior, sino de lo que hay en el corazón, porque Dios viene a habitar dentro de la persona.
La palabra “bienaventurado” quiere decir feliz, dichoso.
Pretendemos ser felices, llenándonos de cosas, haciendo lo que nos gusta, viajando, y disfrutando, ojala sin tener que trabajar. A eso le llamamos felicidad. Aunque en los momentos  a solas, nos sentamos a llorar de tristeza y soledad.
Muchos estudiamos pretendiendo alcanzar el éxito y la fama, pero eso no nos da felicidad, al no estar preparados para afrontar los problemas de la vida, nos genera más inconvenientes que alegrías, caemos muy fácilmente en dificultades emocionales y sociales.
La fama o las riquezas causan en la persona un desbarajuste tal que reaccionamos contrario a lo imaginado, envés de hacernos felices nos lleva a ser infelices, pues el vacío esta por dentro, y hasta allá no llega lo material.
El ser humano al ser imagen de Dios, solo puede ser satisfecho con el Espíritu de Dios, en caso contrario solo hallará vacío y desolación.
Podríamos decir que es todo lo bueno que cualquier ser humano desea tener o ser, es una vivencia personal, subjetiva, interior, un estado del alma que ve su propia vida y se siente a gusto con ella.
La felicidad es siempre una ilusión, un proyecto incompleto, inacabado, que está siempre haciéndose. Pero, de una forma concreta, la felicidad descansa sobre dos pilares: conocerse a sí mismo, por un lado, y tener un proyecto de vida, por otro. Ahí se esconde la felicidad.
Ser feliz consiste, por tanto, en aquella forma de vida que desarrolla el mismo ser humano, en la que despliega una personalidad hecha, sólida, firme, con sello propio, con la cual se siente identificado, a gusto, satisfecho, tranquilo, en paz interior. Esta es la puerta inicial de entrada para la felicidad.
Aunque no es fácil, pero merece la pena aprender e intentarlo porque el efecto en la salud física y mental es real y verdadero.
Los objetos materiales no pueden traernos la verdadera felicidad, sino solo una gran llenura, después de la cual volvemos a tener hambre de más, y la tristeza, la angustia junto con la amargura se apoderan nuevamente de nosotros, y luego como el puerco volvemos al barro a revolcarnos buscando saciar nuestra falta de amor y paz.
La felicidad produce gozo en el corazón, paz y alegría en todo nuestro ser. La felicidad proviene del ser conscientes de nuestra salvación en Jesucristo.
Lo importante, no son sólo las relaciones de pareja, sino la calidez de las relaciones personales, el amor es quien produce felicidad. Si usted ama, es feliz.
El tener amistades sinceras y cultivarlas, le añade años a tu vida. Y, además, las personas casadas y con muchos amigos, tienen más facilidades económicas. Ya que se pueden ayudar mutuamente.
Una dosis de estrés bien manejado, sobre todo por los hijos, nos motiva a trabajar duro y a esforzarnos más cada día, esto nos lleva a tener mejor salud y a ser más felices. En cambio los que no tienen por qué esforzarse, sin  motivaciones reales, mueren rápido, pues no se tiene razón de vivir.
El dinero y la felicidad no siempre van de la mano, los más felices no siempre son los más ricos.
Las personas neuróticas están menos satisfechas con su vida y tienen peor salud, pero las personas que se preocupan razonablemente de lo que les pasa, son más felices y viven más.
Un matrimonio feliz puede reparar el daño causado por una infancia desafortunada.
La felicidad se trasmite a los hijos, los niños que no aprenden a amar y a confiar en las personas en su hogar, están en desventaja al relacionarse con los demás, las dificultades en la infancia le genera desventajas al adulto.
No existen requisitos objetivos para ser felices, no es necesaria ninguna condición previa, y así, hay personas que están siempre felices y que se sienten a gusto con la vida y con aquello que les fue otorgado en gracia, y personas que, pese a que tienen todas las condiciones para estar bien, se sienten profundamente infelices.
La felicidad se alcanza en la medida que la persona da solución a los problemas de su vida cotidiana. En este sentido, la felicidad está relacionada con el equilibrio y la armonía, y se consigue mediante la autorrealización. La felicidad supone la satisfacción de las necesidades del ser humano.
¿Sabías que en nuestras manos está el aprender a ser felices, y que nosotros elegimos nuestro nivel de felicidad?
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.
Las creencias carnales, nos llevan a ir por la vida pensando que, si logramos tener un poco más de dinero, una casa nueva, un mejor carro, hacer un viaje, la aceptación o admiración de la gente, bajar de peso, vernos más jóvenes, tener un cuerpo más fuerte, etc., entonces sí, vamos a ser felices.
Fuera de nosotros no hay felicidad, en realidad ella viene de adentro.
La felicidad no es un fin o una meta a alcanzar, es un proceso que se vive día a día y momento a momento.
Pensamos que ser felices significa vivir en el éxtasis todo el tiempo y obviamente esto es imposible de lograr.
La alegría es parte de la felicidad, pero ser felices es algo más que estar contentos.
La felicidad viene de estar satisfecho con la vida, y esta satisfacción está relacionada con nuestras expectativas, nuestros logros y autoestima. Cuando percibimos una distancia pequeña entre nuestros logros y deseos o expectativas, nos sentimos satisfechos y realizados, pero cuando la distancia es más grande, nos sentimos frustrados y fracasados.
El problema surge, cuando le damos más importancia a las experiencias negativas y no disfrutamos ni valoramos lo bueno que nos pasa.
Una persona que sabe ser feliz, disfruta plenamente cada momento de alegría, bienestar, satisfacción o belleza, por simples o pequeños que sean.
Y cuando vive una situación dolorosa, la enfrenta de la mejor forma posible.
¿Qué tipo de pensamientos y preocupaciones limitan mi felicidad?
Parece ser que la experiencia recogida en los años vividos brinda una sabiduría que compensa el declive natural de las facultades físicas y mentales de las personas, y es este cambio interno, el que determina un mayor grado de felicidad: los mayores valoran más el presente, resuelven mejor los conflictos, controlan más sus emociones, se enojan menos y aceptan con mayor calma el infortunio, el rechazo y los fracasos.
Es decir, que la serenidad o paz mental, la sabiduría emocional, y el autocontrol, se logran gracias al paso de los años, al aprendizaje que se obtiene de las vivencias personales.
 La madurez llega con el proceso de la vida. No se puede acelerar o saltar ninguna etapa. Es algo que lleva tiempo y que se gana gracias a la experiencia de lo vivido.
Una persona mayor que se ha estructurado interiormente cada vez necesita menos cosas para ser feliz. Acepta sus fortalezas, sus limitaciones, los posibles rechazos y su propia suerte, dejando de luchar peleas pérdidas o de buscar imposibles.
La capacidad humana de aprender y aceptar sus propias limitaciones, nos capacita para vivir el aquí y el ahora, sacando lo mejor de cada día y obviando las pequeñas molestias que nunca faltan, dando así prioridad a las cosas sencillas del día a día, y dar  menos importancia a los objetivos a largo plazo.
Como muchas otras circunstancias importantes de la vida, la felicidad, el bienestar y la calidad de vida han perdido su carácter privado y se han convertido en objetivos socio-políticos.
Las razones son muchas, pero entre ellas están la implicación económica que tiene una sociedad infeliz: altas tasas de enfermedades mentales, condiciones como la depresión, el estrés y la ansiedad que afectan la salud general y que por lo tanto tienen importantes costos en los sistemas de salud y en la productividad.
A mayor grado de felicidad, mayor bienestar personal, mejor salud, menos enfermedades, mejores condiciones anímicas, mentales y cognitivas, mejor capacidad de relacionarse y superar conflictos, mayor creatividad y por lo tanto mayor generación de ideas y negocios.
Entonces, ¿porque dejar en manos de otros, lo que para mí es de suprema importancia?
La felicidad surge del ser consciente y del obrar apropiadamente en la vida cotidiana.  
Casi todo ser humano quiere por encima de todo alcanzar la felicidad, pero realmente pocos la consiguen. Da la impresión de que la felicidad no es de este mundo, como si fuera algo fugaz que circula a nuestro alrededor, pero que nunca llegará a invadirnos interiormente.
Una persona desequilibrada, desajustada, neurótica, inmadura, sin nada que hacer, será muy difícil que se sienta feliz, porque no se ha encontrado consigo mismo, no ha hallado la clave que lo armonice por dentro y le dé una conducta adecuada y positiva por fuera.
¿Por qué parece tan complicado ser feliz?
Ser feliz exige un trabajo diario, elige ser feliz y luego piensa en cómo serlo.
En este proceso, el reconocer su propio estilo de vida, la incapacidad de ser uno mismo, el hecho de que “soy como soy por que otros lo han querido así, u, ojalá hubiese tenido el valor de vivir una vida propia, no una vida prestada, la que otros esperaban de mí. Sino el trabajar por alcanzar ser uno mismo”. Es lo que nos lleva a ser felices.
La vida es una sola y demasiado corta para que esperemos ingenuamente ese momento perfecto, en el cual creemos que la felicidad bajará del cielo, ingresará a nuestra vida en forma de dinero, oportunidades, personas, amor, y que simplemente con abrazar ese instante, juntaremos la fuerza para: ¡empezar a ser feliz!. No es así.
La felicidad es un viaje mucho más largo que ese, más profundo, y más reconfortante, por cierto. Es decir: deja de buscar la felicidad, y empieza a vivirla, está en ti.
El buscar constantemente ser feliz, genera angustia.
Esto sucede porque buscamos la felicidad en las cosas materiales, o en las personas, a la verdad, la felicidad, no es el producto de hacer cosa alguna, sino de un cambio en la manera de pensar y de ver las cosas de la vida, y solo se consigue de parte Dios.
El éxito no te hace más feliz.
Esto nos afecta a todos, es un paradigma que aún sigue instalado en la sociedad.
La presión cultural y social al respecto, nos ha llevado a creer que un título, un rol, una posición en una empresa, un cheque gigante a fin de mes, un proyecto que funciona, es lo que nos da la felicidad.
Pero: ¿qué seríamos nosotros entonces, si todo eso desaparece?
La felicidad es la clave del éxito. Si amas lo que haces, serás exitoso.
Cuando las personas se sienten felices, tienden a ser optimistas, energéticos y a tener confianza en uno mismo, lo cual conlleva a que el resto encuentre a estas personas más agradables, sociables y confiables.  
Entonces para ser más feliz, intenta dejar esa ciega ambición.
Estar con gente agradecida, entusiasta, nos contagia bienestar, y nos transmiten esa energía especial, haciéndonos más productivos.
La felicidad de la gente, depende en gran medida, de la felicidad de las personas con quién se conecta, pudiendo ser inclusive, un fenómeno colectivo.
Resulta agotador estar cerca de personas que lo más que hacen es quejarse, o que cualquier cosa los pone tristes, o que sienten insatisfacción con su vida, transfiriendo esa frustración con actitudes poco pacientes, poco amables y egoístas.
Cuando no somos conscientes de la vida, y se está ausente del presente, de las decisiones que tomamos, de los momentos que vivimos, no nos damos cuenta del tiempo que pasa, y luego nos preguntamos ¿cómo fue que llegó navidad tan rápido?  
Lo que tenemos es el presente, y es lo que debemos aprender a vivir. Por eso la nostalgia pesa tanto, por eso tantos arrepentimientos, tantos miedos sin sentid.
¿Por qué somos tan insensatos y nos privamos del hoy?
Hoy tienes salud, ahora estas tomando un café caliente, un abrigo, el sol te ilumina, puedes respirar, tienes compañía, quien te llame, un jefe que te alienta, o te desanima, pero hoy es hoy.
Si esto lo vivimos, con toda seguridad, mañana tendremos eso y mucho más.
Ser agradecidos.
El acto de agradecer, es también una correlación de estar focalizado, de vivir el ahora, es un acto del presente, de estar viviendo tu vida hoy, porque está tu conciencia en cada una de las cosas que te están sucediendo, y en lo que tienes.
Es fundamental dar gracias a Dios por: tener dos piernas, dos brazos, dos orejas, por todo nuestro cuerpo, esto nos hace conscientes de que cada cosa está en su lugar y que si quiero puedo caminar, hablar, escuchar y sentirse libre. Eso realmente no tiene precio.
Por eso, no dejes de agradecer, ni esperes las condiciones perfectas para empezar a trabajar en la felicidad.
La felicidad es una decisión de todos los días, y es necesario dejar de buscar la felicidad, y empezar a vivirla.
Nos aferramos a tantas cosas que nos causan una gran cantidad de dolor, estrés y sufrimiento, y en lugar de dejar que se vayan, en lugar de permitirnos a nosotros mismos ser libres de estrés y feliz, nos aferramos a ellos. Si renuncias a ellas, te hará la vida mucho más fácil y mucho más feliz. A partir de hoy vamos a renunciar a todas esas cosas que ya no nos sirven, y vamos a luchar por el cambio.  
Renuncia a tu necesidad de tener siempre la razón.
Querer tener siempre la razón, tiene el riesgo de acabar con grandes relaciones o causar una gran cantidad de estrés y dolor, para nosotros y para los demás.
Cada vez que sientas la necesidad “urgente” de tener una pelea sobre quién tiene razón y quién está equivocado, hazte esta pregunta: “¿Prefiero tener razón, o prefiero ser amable?”  ¿Es tu ego realmente tan grande como para no poder evitarlo?
Renuncia a tu necesidad de control.
Debes estar dispuesto a renunciar a su necesidad de controlar siempre todo lo que sucede a su alrededor. Permita que todos sean tal y como son y verás cuánto mejor te vas a  sentir.
Renuncia a la culpa.
Renuncia a tu necesidad de culpar a otros por lo que tienen o no tienen, por lo que sientes o lo que no sientes. Deja de desperdiciar tus cualidades y empieza a tomar la responsabilidad de tu vida.
 Renuncia a tu diálogo interno de auto-derrota.
¿Cuántas personas están haciéndose daño a sí mismos debido a su mentalidad negativa, contaminada y repetitiva?
No creas todo lo que tu mente te está diciendo, especialmente si es negativo y contraproducente. Tú puedes ser mejor que eso.
La mente es un excelente instrumento si se usa correctamente. Sin embargo, si se utiliza erróneamente se vuelve muy destructiva.  
Renuncia a las creencias que te limitan
Sobre lo que puedes o no puedes hacer, sobre lo que es posible o imposible. A partir de ahora, ya no vas a permitir que tus creencias te limiten y te mantengan atrapado en el lugar equivocado. Abre la mente y experimenta.
“Una creencia no es una idea en poder de la mente, es la mente en poder de una idea.”
Renuncia a quejarte.
Renuncia a la constante necesidad de quejarte de las cosas; personas, situaciones, o acontecimientos que te hacen infeliz, triste y deprimido.
Nadie puede hacerte infeliz, ninguna situación puede hacerte sentir triste a menos que tú lo permitas. No es la situación que desencadena estos sentimientos en ti, sino la forma en la que elijes afrontarlo. Nunca subestimes el poder del pensamiento positivo.
Renuncia a la necesidad de  criticar.
Renuncia a la necesidad de criticar las cosas, hechos o personas que son diferentes a ti. Todos somos diferentes, pero todos somos iguales. Todos queremos ser felices, todos queremos amar y ser amados y todos queremos ser entendidos. Todos queremos algo, y ese algo es deseado por todos nosotros.

Renuncia a tu necesidad de impresionar a los demás.
Deja de intentar ser algo que no eres sólo para hacer que otros te acepten. No funciona de esta manera. En el momento en que dejas de intentar ser algo que no eres, es cuando te quitas todas las máscaras, es el momento en que te aceptas realmente a ti mismo y desde luego encontrarás personas que se sentirán atraídas por ti, sin esfuerzo.
Renuncia a tu resistencia al cambio.
El cambio es bueno, te ayudará a moverte de A hacia B. El cambio te ayudará a hacer mejoras en tu vida y también en la vida de los que te rodean. No te opongas! sigue tu camino y acepta el cambio.
Renuncia a las etiquetas.
Deja de etiquetar las cosas, personas o eventos a las cuales no entiendes y las ves como raras o diferentes e intenta poco a poco abrir tu mente. La mente sólo funciona cuando está abierta. “El nivel más alto de ignorancia es cuando rechazas algo de lo cual no sabes nada.   
Renuncia a tus miedos.
El miedo es sólo una ilusión, no existe, uno mismo lo crea. Todo está en tu mente. Corrige el interior y el exterior se pondrá en su lugar.
“De lo único que tenemos que temer es del propio miedo.”
Abandona las excusas.
Envíalas a empacar y diles que están despedidas. Tú ya no las necesitas. Muchas veces nos limitamos debido a la gran cantidad de excusas que utilizamos. En lugar de crecer y trabajar en la mejora de nosotros mismos y de nuestras vidas, nos quedamos atascados, nos mentimos a nosotros mismos, utilizando todo tipo de excusas; excusas que el 99,9% de las veces ni siquiera son reales.
Abandona el pasado.
Lo sé, lo sé, es muy difícil. Sobre todo cuando el pasado se ve mucho mejor que el presente y el futuro parece tan aterrador, pero hay que tener en cuenta el hecho de que el momento presente es todo lo que tienes y todo lo que siempre tendrás. El pasado que ahora estás anhelando y estás soñando, fue ignorado por ti cuando era tu presente. Deja de engañarte a ti mismo. Está presente en todo lo que haces y disfruta de la vida. Después de todo, la vida es un viaje, no un destino. Ten una visión clara para el futuro, prepárate, pero siempre está presente en el ahora.

Abandona el apego.
Este es un concepto que, para la mayoría de nosotros es tan difícil de entender y tengo que decir que fue para mí también y todavía lo es, pero no es algo imposible. Consigues ser mejor y mejor con el tiempo y la práctica. En el momento de desprenderse de todas las cosas, (y eso no significa que renuncias a tu amor por ellas, porque el amor y el apego no tienen nada que ver entre sí; el apego viene de un lugar de miedo, mientras que el amor… bueno, el verdadero amor es puro, amable, y solidario, donde hay amor no puede haber miedo, y por eso, el apego y el amor no pueden coexistir) te vuelves tan tranquilo, tan tolerante, tan amable y tan sereno que se llega a un lugar donde serás capaz de entender todas las cosas sin siquiera intentarlo. Un estado más allá de las palabras.
Renuncia a vivir tu vida en base a las expectativas de otras personas.
Demasiadas personas están viviendo una vida que no es la que deberían estar viviendo. Ellos viven sus vidas de acuerdo a lo que otros piensan que es mejor para ellos, viven sus vidas de acuerdo a lo que sus padres, a lo que sus amigos, sus enemigos y sus maestros, su gobierno y los medios piensan que es mejor para ellos.
Ignoran su voz interior, esa llamada interior. Están tan ocupados con agradarle a todo el mundo y cumplir las expectativas de otras personas, que pierden el control sobre sus vidas. Se olvidan de lo que los hace feliz, lo que quieren, lo que necesitan…. y, finalmente, se olvidan de sí mismos. Tú tienes una vida, en este momento, por lo que la debes vivir, apropiarte de ella, y sobre todo no dejar que las opiniones de otras personas te distraigan de tu camino.
Las personas necesitamos que nos recuerden estas cosas y lo verdaderamente poderosos que todos y cada uno de nosotros somos.
Tú puedes aprender a ser feliz, cambiando tus pensamientos y tu actitud ante la vida.

Jesucristo te ama y te bendice 

JoseFerchoZamPer

El cambio es ahora.

El éxito consiste en hacer cada día aquello que amamos, con la misma energía e ilusión. Nuestro ánimo para el cambio debe estar alto en to...