jueves, 14 de marzo de 2019

Sobre el orgullo y la altivez


¿Y cuál es tu gloria?
Por mucho tiempo me mantuve postrado orando, clamando y ayunando al Señor, para que El me respondiera a mis necesidades, para que me solucionara tantos problemas en los que yo solito me había metido, por mi necedad y falta de fe. En algunos casos vi respuesta favorable, en otros, por el contrario, me hundía más y mas.

Muchos de nosotros hacemos altares para que otros nos alaben, nos mostramos como unos grandes oradores y hacedores de buenas obras, pero en realidad, solo estamos a la caza de que “Dios nos bendiga”, o mejor, “que Dios nos conceda el milagrito”.

“El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro que medía veintisiete metros de altura y dos metros y medio de ancho y la levantó sobre la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. Luego envió mensajes a los altos funcionarios, autoridades, gobernadores, asesores, tesoreros, jueces y magistrados y a todos los funcionarios provinciales para que asistieran a la dedicación de la estatua que había levantado…
…Entonces un vocero proclamó: «¡Gente de todas las razas, naciones y lenguas escuchen el mandato del rey! Cuando oigan tocar la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y otros instrumentos musicales, inclínense rostro en tierra y rindan culto a la estatua de oro del rey Nabucodonosor. ¡Cualquiera que se rehúse a obedecer, será arrojado inmediatamente a un horno ardiente!”

Esta es la realidad de muchos; asistimos a la iglesia y hacemos todo lo que nos mandan hacer. Nos inclinamos rostro en tierra y rendimos culto a las estatuas de oro, plata, hierro o madera, y peor aún, al pastor o sacerdote de turno en la congregación. Y con esto nos sentimos convencidos de que Dios nos tiene que solucionar todo aquello por lo que le oramos y pedimos.
Sin embargo, muchos consultan a los astrólogos, adivinos y hasta hechiceros en busca de la suerte y el bienestar.

El asunto es que como no servimos a Dios, sino que nos queremos servir de Él, en verdad no hay quien pueda salvarnos.

Entonces, ante cualquier dificultad, hacemos todo lo que nos pide en jefe de turno, con tal de no tener que pasar por el horno de las pruebas.
Pero, “Alabado sea nuestro Dios poderoso y Amoroso, que envió a su hijo Jesucristo para rescatar y salvar a todo aquel que confía en él”.
Cuán grandiosas son sus señales y cuán poderosas sus maravillas, su reino y su dominio permanecen para siempre.

Muchos de nosotros tenemos sueños y deseamos sacarlos avante, pero, ni los magos, ni los brujos, ni los astrólogos mucho menos los adivinos, los podrán hacer realidad.
Pues los planes son del hombre más su realización le pertenece a Dios.
Si un ser humano se cree dueño y señor de su vida, su familia, su economía o su futuro; ¿Cuál dios podrá ayudarlo?

Cuando uno se atreve a proclamar a los cuatro vientos frases como: “Miren todo lo que yo he hecho, yo edifiqué esta hermosa iglesia, casa, empresa o familia, con mi gran poder, y todo es mío”. ¿Con que humildad podré postrarme a los pies del maestro?

Por ese comportamiento es que muchos han sido expulsados de sus trabajos, de sus familias, y han acabado con sus empresas, por su vano orgullo y altivez.

Cuantos han sido presa de las drogas, el alcohol, el sexo y todas sus aberraciones, solo por creerse los dueños y señores de todo, hasta de su propio destino.
En las calles del cartucho se encontraron muchos en peores condiciones que ratas de alcantarilla, comiendo basura y perdidos en las drogas, que en tiempos pasados fueron o se creyeron “grandes hombres”.

¿Cuándo recobraremos la razón?
¿Hasta cuándo seguiremos desafiando con soberbia al Señor?
Diciendo: ¿Si Dios existe?, ¿entonces por qué permite esto y lo otro?

Pero si somos pesados en la balanza y no damos ni la talla ni la medida, ¿que podremos esperar a nuestro favor? Si la fe solo es probada en el horno de las dificultades.
Solo cuando reconocemos que Jesucristo gobierna los cielos y la tierra, lo visible e invisible, lo material y lo espiritual, y rendimos ante El, nuestro ser entero, solo en esos momentos podremos ser exaltados.

No se trata de que nos mantengamos atados a las leyes o mandatos que ofrecen promesas, para estar pelándonos las rodillas o la frente en busca de ellas.
Se trata de ser humildes y sencillos; Puestos los ojos en Jesucristo, el autor y perfeccionador de la fe, para recibir junto con Él, todo lo que necesitamos.

Por eso hermanos la palabra de vida nos dice en:
1 de Pedro 5: 5-9. Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.

Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer

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