domingo, 18 de febrero de 2018

Esta es la vida.


Mi infancia la viví en Socorro Santander, donde la vida transcurría sin tropiezo alguno, todo funcionaba bien, cero estreses, cero afanes, cero contaminaciones ambientales, y poco dinero, (parece ser que la generación de ganancias proviene de malas prácticas).

Si te portabas mal, te iba mal, uno no discutía con sus padres, solo los obedecía, así aprendimos a respetar a los profesores, a las autoridades, a los sacerdotes, y hasta los empleados públicos; ¡pero ellos también respetaban al pueblo!

Nos enseñaron a saludar cuando uno llegaba a algún sitio, a despedirnos de allí cuando salíamos, a decir gracias por todo, a pedir permiso para entrar o para hacer cualquier cosa, tanto en casa propia como en casa ajena.

Solíamos jugar en las calles, con los amiguitos, (por allí no pasaban carros) nos trepábamos en los árboles, salíamos al campo a caminar, a la villa olímpica a hacer deporte, y muchas otras actividades, para mantenernos alegres y felices.  Todas estas actividades nos llenaban de hambre, y nos comíamos todo lo que nos servían.

Las puertas de las casas se mantenían abiertas, no teníamos miedo a nada, y respetábamos lo ajeno, y a las demás personas. Cuando los adultos hablaban los escuchábamos, pero ellos también nos paraban bolas.

Las peleas de esa época eran solo alegatos familiares, como máximo se iban a los puños, como boxeadores de verdad.

En la noche dormíamos, de día se trabajaba, estudiaba o jugaba; ir al colegio era toda una maravilla, allí recibíamos amor, cariño, respeto, y formación.

Cuando jugábamos en casa del vecino, nos trataban bien, nos daban comida, nadie cogía nada sin permiso y recogíamos el desorden antes de salir; nos cuidaban entre todos. Era algo maravilloso ir a casa de mis abuelos, me sentía tan bien allí, ellos me trataban con tanto cariño, que me quería quedar a vivir con ellos. En donde vivimos es donde aprendemos a vivir, si mi casa es un lugar de paz, amor y convivencia, eso aprenderé para la vida.

La sociedad de hoy considera que vivir bien es seguir costumbres y tradiciones tales como: la manera de vestir, las rumbas, la promiscuidad, la deshonestidad, la apariencia, y muchas otras malas prácticas. Ahora bien; cabe preguntarse si esta es la vida que queremos para nuestros hijos.
Vivir bien no significa mantener unas apariencias; asistir a los servicios religiosos una vez a la semana, conservar ciertas costumbres y tradiciones sociales, matricular a los hijos en ciertos colegios o instituciones de renombre, juntarnos con ciertas personas y relegar a otras, etc.
Lo lógico de una vida buena, o vivir bien debería ser, un modo de vivir que evidencie los valores, las actitudes y las conductas que nos lleven a una sana convivencia, a un desarrollo igualitario de las comunidades, al respeto y a la valoración del otro, y al engrandecimiento de todos.

El cristianismo es un estilo de vida.
Jesucristo dijo: “Quien me ama obedece mis mandamientos” Juan 14:15.

Todos los mandamientos que Jesucristo proclamó tienen que ver con respecto de la vida, con el comportamiento del ser humano aquí en la tierra, con respecto de sí mismo y de los demás.

Este nuevo mandamiento: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Éste es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a éste; dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas. Mateo 22:37-40.

Las enseñanzas de Jesucristo nos motivan a vivir de forma sana y saludable, tanto en el cuerpo, como en el alma. Esto implicaba evitar: “La fornicación, la infidelidad, la idolatría, las enemistades, las contiendas, los celos, los arrebatos de ira, las borracheras, las comilonas, y muchas otras cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21).

Se trata es de Vivir en la luz.
Debemos vivir como lo hizo Jesucristo, mi mente debe estar llena de luz, y la palabra de Dios es luz a mi vida, lampara a mis pies. No es lo que aprendimos de niños, es mucho más.
Debemos dejar atrás, la vieja naturaleza, esa que nos hacía pecar, esa antigua manera de vivir, que solo nos lleva a cometer errores, esa que está corrompida por la mentira y el engaño. Es urgente que dejemos que Dios, por medio de su Espíritu, nos renueve los pensamientos y las actitudes; por medio de su palabra de vida eterna; porque nosotros ya hemos sido lavados, santificados, justificados y declarados justos por la sangre de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 6:9-11).

Nosotros ya somos personas nuevas, que van más allá de la moral y de la ley, somos mejores personas, sin los defectos y vicios de los incrédulos. Ahora somos gente pacífica, confiables, sobrios y productivos. Ya no nos dejamos corromper por el libertinaje del mundo, ni por su deshonestidad, somos veraces, leales a Jesucristo y su palabra. Nosotros respetamos el matrimonio y la vida familiar, predicamos la palabra de vida, a todos los que nos rodean, comenzando por nuestra familia. En circunstancias favorables o desfavorables, a pobres o a los ricos, sin distinción de personas. El cristianismo verdadero se ve en nuestro diario vivir.
Debemos sobresalir por el modo de vivir, necesitamos amoldar nuestras vidas a las enseñanzas de Jesucristo. Necesitamos fomentar aún más los vínculos familiares, y convertirnos en ciudadanos ejemplares.

Ser cristiano conlleva mucho más que ser miembro de una iglesia, o en cumplir mandatos, cristiano es la persona que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios, que obedece sus mandamientos, que vive su vida y sus enseñanzas. Los cristianos verdaderos de hoy día son celosos evangelizadores, al igual que los primeros cristianos.

Debemos alimentar bien, nuestro cuerpo, como nuestra alma.

Hoy día en muchas iglesias están hablando de ¿Cómo debemos alimentarnos?
Los expertos en nutrición siguen insistiendo que una dieta saludable es la que incluye: frutas, verduras, y alimentos frescos, en lo posible, que no sean procesados industrialmente. Esta forma de alimentarse reduce el riesgo de cáncer, porque mantiene el cuerpo sano y activo; además de ejercicio y buenos pensamientos, buenas palabras.

El sobrepeso es el mayor causante de enfermedades, después del licor y el tabaquismo.
No es solo volverse vegetariano o vegano, los mismos alimentos pueden conducir al aumento de peso, y tener sobrepeso u obesidad, también puede aumentar el riesgo de enfermedades, pero el no comer ciertos alimentos también nos acarrea ciertas enfermedades y dolencias al cuerpo.

El problema es que la definición de alimentos vegetarianos es tan amplia que es imposible decidir exactamente cuáles son, y esto arroja muchas dudas, ya que las plantas que produce la industria también son vegetales, pero están modificados genéticamente. Además de que los levantan con abonos químicos y su cuidado es por medio de venenos y tóxicos de alto impacto en la salud del ser humano. Y su composición nutricional y química es muy distinta a la artesanal, o casera.

En conclusión, alimentarse lo más sanamente posible, comer frutas, verduras, menos carne roja, y hacer más ejercicios; nos ayuda grandemente a mantener una salud sana y equilibrada. Esto mismo ocurre con el espíritu, si lo alimentamos de doctrinas de hombres, de discursos de la moral y la ética, de libros y revistas mundanas; estamos destruyendo la poca espiritualidad que aun nos queda en este opaco y tenebroso mundo de hoy; de este siglo. Es muy fácil ver iglesias gordas de gente, pero mal nutridas en su espíritu.

Ahora que sabes estas cosas, Dios te bendecirá si las pones en práctica.

Cambia tu manera de pensar y cambiará tu manera de vivir.

Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer

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