martes, 16 de julio de 2019

Sobre el perdón y la gratitud



Cuando pasamos por momentos difíciles, es cuando nos damos cuenta de las muchas falencias que hay dentro de nosotros.

Ya han pasado dos años del deceso de mi amada esposa, durante ese tiempo he podido ver en mí, mucha dependencia, soledad, tristeza, culpa y falta de amor.

En un principio mantuve una actitud triste y silenciosa, salía solo a caminar al campo, fui a varios lugares a donde habíamos estado juntos, y volví a los centros médicos donde la atendieron, en busca de sanidad y paz espiritual. Tratando de perdonar todo aquello y a quienes de cierta manera culpaba de mi situación.

Después de un par de meses retomé mis actividades laborales, reingresé a un grupo de caminantes con quienes salía los fines de semana a distintos lugares, parecía que las cosas marchaban bien. Pero lo extraño era que no sentía alegría dentro de mí, al mirarme en algunas fotos de los lugares a donde fui, me notaba cabizbajo y un tanto ido.

Como cristiano me esfuerzo por obedecer al Señor, entonces, oraba y le entregaba todo lo que veía y sentía en mi ser; poco a poco notaba algo de mejoría. Lo cierto es que, con frecuencia pasaba por tiempos de llanto y tristeza profunda, como cuando no se sienten razones o expectativas de una vida mejor.

Intensifiqué entonces mi tiempo de oración, de lectura bíblica y dedicaba tiempo a solas en busca de la paz de Dios, prácticamente he estado viviendo en el campo casi a solas por más de un año. Aunque estas actividades me han ayudado bastante, aun no sentía la libertad de antes, o la paz que da alegría en el corazón; y en verdad me estaba cansando de las actividades en busca de compañía o de sentirme bien con otros. Comencé a sentir que las caminatas no aportaban alegría a mi ser, y contrariamente me estaban volviendo malhumorado y solo, aunque acompañado.  

En todo este tiempo he soñado muchísimas veces con mi esposa, al punto que sentía estar viviendo dos vidas a la vez, una de día, donde estaba viudo y con hijos grandes viviendo aparte, en otra ciudad; la cual es la vida real. Y otra de noche; donde estaba casado con hijos pequeños y con mi esposa, donde todo era como años atrás. En esta vida nocturna, yo trabajaba y veía de ellos, pero en muchas ocasiones me daba cuenta de que eso no era real, que era un sueño; en esos momentos le preguntaba a mi esposa que si acaso ella no había muerto.

Recuerdo que la primera vez que soñé con ella fue al mes de fallecida, en el sueño, yo iba caminando por la calle y me entró una llamada al celular, y era mi esposa; me saludó y me dijo; “hola, mi amor”, ¿por qué me tienes abandonada? Yo, medio asustado le contesté, ¡como que, abandonada, ¿acaso usted no está muerta? Y me dice: como que muerta, si yo estoy en Bogotá, y usted me dijo que me quedara aquí y que me enviaba dinero para mis gastos. Al instante me desperté perplejo, sin comprender si era un sueño o una pesadilla. Luego de ese sueño, todos los demás eran como si viviéramos juntos, como que nada había pasado. Así pasaron como año y medio, a tal punto que en verdad me comencé a preocupar de mí.

Comencé a averiguar sobre el tema en internet, hasta consulté con un par de psicólogas, en realidad, seguí sin respuestas claras. Lo cierto es que en oración le expuse el asunto a Dios, con clamor y ruegos que me liberara, a tal punto que los sueños tomaron un rumbo más claro, ya ella me hablaba algunas cosas que me mostraban lo que pasaba. Entonces comencé a alabar y a bendecir a Dios por las enseñanzas, y a exponerlas en oración; al punto que hace un par de meses, en un sueño ella se despidió de mí, se subió a un bus y me dijo que ya no volvería más, que se iba del todo; yo le dije ¡en serio ¡ y me respondió, Sí, es en serio. No he vuelto a soñar con ella en esos términos.

Acercándose el día del año dos de su partida, pensaba dedicar un par de días a solas en oración, y por alguna razón estando en el campo a solas, vi una película llamada “más allá de los sueños”, y en verdad que me impactó en lo más profundo el pasaje donde el esposo le pide perdón por todas las situaciones de la vida en pareja, y le agradece por todas las situaciones a su esposa. Esto me llegó al corazón como una respuesta de Dios para mi vida, entonces, después de llorar por milésima ves, me he dedicado a hacer eso mismo, solo  que lo estoy haciendo por medio de Jesucristo, diciendo: “Gracias Señor Jesucristo por mi esposa, por… y digo cada situación por la cual agradezco, igualmente al pedir perdón; agradezco y pido perdón diciendo, Señor Jesucristo a través tuyo le pido perdón a mi esposa, y la perdono por… te agradezco a ti y a mi esposa por… Pues fue Dios mismo quien me dio esposa y quien se la llevó.

Esto desde hace unos diez días que estoy haciéndolo, y hoy siento una paz y un gozo maravilloso, al punto que en este día estoy escribiendo este tema como una alabanza a Dios y a ella, consciente de que hoy se cumplen dos años.

En verdad puedo decir que me siento libre en mi mente y con paz en mi corazón.

Muchas veces creemos que como no golpeamos o insultamos con palabras de grueso calibre a nuestros seres queridos, no es necesario pedirles perdón, o ponernos en paz con ellos, sobre todo cuando están vivos; pero en realidad lo puedo comprobar con todo lo vivido después de la partida de mi esposa de este mundo, que es supremamente importante el perdonarnos en vida y a cada instante, cualquier desacuerdo u ofensa, lo mismo que agradecer por cualquier cosa vivida. Estar en paz con Dios y con los seres humanos, es mandato de Dios. Amarnos los unos a los otros como Dios nos ama, es la mejor manera de estar preparados para cualquier dificultad de la vida en la tierra; principalmente para la partida de nuestros seres amados.

Perdón y gratitud
Dos poderes de las profundidades del corazón, dos regalos divinos para crear tu persona y tu existencia. Dos bendiciones para tus hermanos y el mundo.

Son también la expresión de las virtudes que nos permiten deshacer todo lo malo y multiplicar todo lo bueno.

Nos permiten hacer las paces con nuestro pasado: aprender de él y trascenderlo. Nos permiten vivir alegres el presente y sembrar las semillas de un futuro más luminoso.

La gratitud.
La gratitud es un acto de reciprocidad que nos acerca, que nos une.

La gratitud tiene un impacto maravilloso sobre nuestra salud y la calidad de vida. La gratitud se considera una capacidad desarrollable, la cual podemos ir aprendiendo.

En todos los momentos del día, vivimos pequeñas y grandes maravillas, el logro de algo que nos hemos propuesto, un regalo o una sensación agradable brindada por cualquier persona, los hijos, la esposa y cualquier miembro de la familia; todo es un motivo para estar agradecidos tanto con ellos como con Dios, quien nos permite vivirlos.

No nos conformemos sólo con pensarlo, digámoslo con alegría a cada persona, en cada momento del día, seamos agradecidos con todos y con todo lo genial de las personas y las cosas en este mundo. Cada momento de la vida está lleno de valiosas enseñanzas, y cada persona que lo hace posible es digna de gratitud.

¿Eres consciente de todas las cosas buenas que Dios te ha dado?
Un corazón agradecido está lleno de alabanza a Dios, sobre todo ante su amor, que es incondicional y eterno. La gratitud a Dios no solo es entre él y yo, es algo comunitario, que se expresa en la congregación de los fieles con alabanzas a Dios.

Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre. (Salmo 100:4)

También agradecemos a Dios aun en medio de dificultades, pues; Sabemos que todo lo permite Dios para bien de los que lo amamos. (Romanos 8:28)

Mantengamos nuestro espíritu atento a la presencia y la bondad de Dios y no dejemos de darle gracias. Y seguiremos adelante confiados.

La Biblia nos recuerda que la voluntad de Dios es que seamos agradecidos. Dar gracias a Dios porque somos sus hijos, por lo que tenemos, por lo que hacemos y por lo que logramos cada día. Eso nos da libertad y nos permite apreciar todas las cosas, al mismo tiempo que fortalece nuestras vidas, tanto interna como externamente.

Se ejercita la fe dando gracias por todo y en toda circunstancia.

¿Le has dicho a tu pareja lo agradecido que estas con ella?
La gratitud se expresa claramente como un detalle de amor por el otro. No permitas que tu vida sea una rutina, se trata de convertir cada momento en una oportunidad para ser feliz, no sólo en las cosas grandes y notorias.

El Perdón
A todos nos han ofendido alguna vez, y sabemos lo que se siente, y en ocasiones esto genera rencores en el corazón.

El perdón es sanador, cuando perdonamos nos desprendemos del pasado para sanar el presente. El perdón es un “don perfecto”, que beneficia tanto a quien lo da como al que lo recibe. La gracia de perdonar procede de Dios.

Cuando se pide perdón se reconoce una falta que no puede ser excusable y a un culpable.

La vida de Jesucristo se desarrolló en torno al perdón; su ministerio fue fundamentalmente de reconciliación. Vino para que recibiéramos el perdón de Dios pues sin amor ¿quién puede ser feliz?

Perdonar al prójimo
El mejor de los caminos para la sanación es orar por las personas que nos han causado algún daño, esto nos reconcilia con las personas y con Dios.

Perdonarse a sí mismo
Hay una gran cantidad de cosas que han hecho que tengamos rencor hacia nosotros mismos. Cuando pedimos perdón a Dios por nuestros pecados, el Señor nos perdona y borra, quita, elimina de delante de Él, toda nuestra maldad.

El perdón no es un sentimiento sino una decisión, hay que tomar la decisión de hacerlo por encima de nuestros sentimientos.

Cuando se toma la decisión de sacar del corazón todo lo que hay acumulado allí, se libera de una carga pesada y se camina con libertad.

Al pedir perdón se libera del sentimiento de culpa y al perdonar se permite la reparación de la relación, generando la reconciliación.

Al reconocer nuestras faltas de manera explícita y concreta expresamos lo importante que es para nosotros la otra persona.

Beneficios del perdón.
Al dejar atrás el rencor y el resentimiento se mejora la salud y la paz mental. Perdonar es la manifestación más alta de amor, es lo que más transforma el corazón humano. El perdón trae aceptación de sí mismo dando paz interior, es liberador, enseña a pensar bien y hablar bien de los demás, a descubrir y alabar lo bueno y disculpar lo malo del otro.

La paz del corazón es la única paz que trae la felicidad, y esa paz del corazón es un don de Dios. Deja esa carga pesada en las manos de Dios y se libre de toda tristeza, de toda amargura, de todo lo que no te deja avanzar ni crecer.

La mejor forma de relacionarnos adecuadamente con los demás es perdonando todo lo que no nos agrada del otro, y agradeciendo lo que si nos gusta. Es necesario amar a las personas tal y como son, sin juzgarlos.

El amor verdadero nace de Dios, y nos capacita para amar a los demás. Sana tu corazón y el de tus hermanos, embellece tu vida y tu mundo. Perdona y agradece: a Dios, a la Vida, a tus padres, hermanos, hijos, abuelos, primos, sobrinos, esposos, amigos, compañeros, conocidos.

El perdón no solo trata de dejar una experiencia dolorosa en el pasado. La importancia de este radica en que sea un correctivo hacía el futuro, es decir, una forma de comenzar de nuevo la relación interpersonal con el otro. El perdón reconoce esta condición del hombre y le permite volver a iniciar algo nuevo en las relaciones con los otros.

Por medio de Jesucristo estamos en paz con Dios y con nuestros hermanos. A través del perdón y la gratitud hacia todos.

Jesucristo te ama y te bendice.

JoseFercho ZamPer

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