jueves, 11 de julio de 2019

Sobre el elogio.

“Si logramos poner bajo control a la bestia machista que hay dentro, viviremos felices”
  
El otro día, me encontré con una amiga de uf, hace muchos años; y de dentro de mí salieron estas palabras al momento de saludarla. “Mujer, cada vez que te veo estás más hermosa”.

De lógico, hubo sonrojos y nerviosismo, pero luego todo fue más tranquilo; ella era casada, y a la vista de los amigos la cosa se veía muy distinta a como yo lo sentía. Fue algo espontaneo, que me nació decir, pues era verdad, además hacía tiempo que no la veía…

El elogio es el reconocimiento de los méritos o cualidades de una persona mediante palabras favorables.

A los hombres machistas, que somos la mayoría, nos parece que hacer un elogio, o decirle palabras agradables a la otra persona, implica algún compromiso casi sexual. En el caso contrario, decir palabras soeces o denigrantes, muestra que la otra persona no nos interesa para nada en lo sexual. Pero en realidad, creo que esa incapacidad afectiva de agradar a los demás, demuestra un temor mucho más grande que nuestra masculinidad, un gran vacío emocional afectivo, que no queremos que el otro vea.

La sociedad actual es tan machista como la de hace cientos de años, somos machistas ancestrales, tanto por herencia como por cultura.

La mujer de hoy, se considera muy feminista, o defensora de la mujer. Aunque el feminismo ha existido desde siempre, ha sido tan solo un sueño moldeado por siglos de prepotencia machista dentro de la misma mujer. Porque creyéndose libre del hombre, o sin necesidad de él, se unen entre ellas para atacar al hombre, pretendiendo hacer valer sus derechos por encima del de los hombres. Y esto es “machismo”, lo que ellas dicen rechazar.

Igual que los hombres machistas, estas feministas quieren que su pareja sea; dulce y sumisa, de frases amables y con una sonrisa de condescendencia, que siempre sean  correctas, que elogien y celebren sus bobadas.

Por eso es que cuando la otra persona es quien nos elogia, o expresa su sentir frente a nosotros, nos sentimos inseguros. Muy seguramente la fuerza bruta ha sido el poder de los meros machos, pero ya es hora de usar la cabeza para ordenar la vida, principalmente la emocional.

Cuando se carece de visión espiritual, la forma de enfrentar la vida es solo carnal o natural, se busca la fuerza interior para seguir adelante, pero a duras penas se logra, porque las incapacidades emocionales lo impiden. Los seres humanos terminamos adoptando ese estilo de vida tan superficial, en un mundo obsesionado por los “amadores de placeres”.

Ahora bien, como cristianos debemos servir a Dios con seriedad y alegría, valorando al otro como a nosotros mismos, eso es amor.

Seamos equilibrados. Todos debemos tener una opinión equilibrada de nosotros mismos y no darnos demasiada importancia.

El sentido del humor es de gran ayuda en todo momento, sobre todo cuando tratamos con los demás.

Es bueno reír con quien ríe, y llorar con quien llora, (Romanos 12:15), esto es muy distinto hacer lo que otros hacen solo por congraciarse con ellos; porque fuimos llamados a edificar y construir.

A quién no le gusta que lo elogien.
Qué persona se va a sentir mal porque le digan;
¡Que agradable es charlar contigo!
¡Excelente trabajo!

Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a
Sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10:18).

Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:22-23).

A quien no le cae bien que le agradezcan por su labor.
“Gracias por sus palabras, por su consejo, por ayudarme a mejorar.”
“Por ayudarme a trabajar, a hacerlo aún mejor.”

Debemos diferenciar entre un Elogio y la Zalamería.

Muchos de nosotros  hemos pensado que nadie ve los esfuerzos que hacemos por los demás: como empleados pensamos que el patrón no valora nuestro trabajo; como casados consideramos que nuestro cónyuge no nos valora como debería, como hijos se piensa que, haga lo que haga, nunca se estará a la altura de lo que esperan de ellos.

¿Porque se da todo esto? Con seguridad, porque nadie quiere expresar una palabra de aliento para el otro, no se está dispuestos a elogiar lo bueno de la otra persona, en cambio, sí estamos prestos a criticar cualquier falta en la que incurrimos. Esa es la falla.

Oír alabanzas sinceras no es lo normal en el mundo de hoy, cosa que no sorprende, porque cada día el ser humano es más inhumano.

También puede ser por lo que dice la biblia sobre la impiedad, en:

2 Timoteo 3:1-5. Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas!  

Si tú has tenido la fortuna de recibir un elogio sincero, entonces sabes por experiencia lo mucho que reconfortan y animan esas palabras, sobre todo cuando provienen de personas ecuánimes; igual ocurre cuando te llaman la atención por algo equivocado que hiciste, igualmente es un agrado saber cuánto te aprecian, pues solo quien te aprecia busca corregirte.

El otro día, otra amiga me dijo: “deja tu mal genio”. Y le he agradecido por ese detalle varias veces, pues es algo muy bueno para mí, el mejorar mi forma de ser.

Exaltemos lo bueno del otro.

Dios no anda a la caza de nuestros errores; si así fuera, ninguno podría “estar de pie” delante del Señor.  

Salmo 130:3. Si tú, SEÑOR, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, SEÑOR, sería declarado inocente?

Debemos actuar como el minero que remueve pacientemente montones de rocas en busca de piedras preciosas y, cuando encuentra una, se llena de felicidad. Una piedra en bruto puede parecer insignificante; pero cuánto se talla y se pule, alcanza un gran valor.

Del mismo modo, cuando miremos a los demás, en vez de centrarnos en sus defectos, miremos como Dios nos ve, y busquemos sus virtudes, y al hallarlas, elogiémoslos.

Nuestras palabras ciertamente animan o desaniman, todo depende de lo que se esté buscando.

Proverbios 15:1. Dice: Una respuesta amable apacigua el enojo, pero las palabras ásperas, encienden los ánimos.

Jesucristo te ama y te bendice.

JoseFercho ZamPer

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