viernes, 26 de octubre de 2018

A los fieles seguidores de Jesucristo.



Dios nos ha bendecido con toda clase de bendiciones, tanto espirituales como materiales, desde mucho antes de habernos creado.

Dios eligió a su hijo Jesucristo para que en El, fuésemos bendecidos, santos e irreprochables, lo decidió así porque vio que no había ninguna otra solución para su pueblo. Por medio de Jesucristo nos adoptó como miembros de su familia, esa era su voluntad desde el principio.

Por su gran amor manifestado por nosotros, alabamos a Dios todos los días y a cada instante, Dios es tan misericordioso que pagó nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados. ¿Cómo no estar eternamente agradecido?

Ahora bien, Dios sujetó todas las cosas bajo la autoridad de Jesucristo, las que están en el cielo como las que están en la tierra; para que en El estén realmente seguras, por ende, yo me sujeto a Él con ese mismo propósito.  

El propósito de tal sujeción es que demos gloria y alabanzas a Dios, por medio de su Espíritu, el cual habita en nosotros desde tiempos antiguos. El Espíritu es la garantía de que estamos con Dios, por tal razón podemos decir Abba padre.

Es necesario tener fe en Jesucristo, y orar en todas partes y por todas las circunstancias de la vida, dando gracias a Dios por todos y por todo. Pido a Dios, que nos de sabiduría y entendimiento, que nos ilumine de luz el corazón para poder entender a qué esperanza hemos sido llamados, cuál es su plan perfecto para nosotros sus hijos, de tal forma que no sigamos siendo zarandeados por cualquier viento de doctrina.   

También pido en oración a Dios, que nos revele su increíble grandeza y poder para nosotros los que creemos en él, para qué nos armemos de valor y nos esforcemos verdaderamente por alcanzar sus promesas en Cristo Jesús. Y así, no seguir temiendo ¿qué podrá hacernos el enemigo?

Ese gran poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios; es el mismo poder que nos tiene bajo la autoridad de Jesucristo, quien es nuestra cabeza, y quien llena totalmente de plenitud a todos con su presencia.

Antes de Cristo, estábamos muertos a causa de los muchos pecados en que vivíamos, dominados por los poderes del mundo invisible, porque nos negábamos a obedecer a Dios. Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa, por tal causa éramos objeto del enojo de Dios. Pero el amor de Dios es tan grande que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos.

Por la gracia de Dios somos salvos, si nos mantenemos unidos a Jesucristo. Dios nos salvó por su gracia cuando creímos en Jesucristo. Y no es por merito nuestro, es un regalo de Dios. Ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo.

Antes andábamos muy lejos de Dios, pero fuimos acercados a Él, por medio de la sangre de Cristo, quien nos redimió y nos puso en paz con Dios Padre.

Jesucristo derribó el muro que nos separaba de Dios, lo logró al poner fin al sistema de leyes, mandamientos y ordenanzas por medio de su muerte en la cruz, y la enemistad que había entre nosotros y Dios, quedó destruida. Ahora todos tenemos acceso al Padre por medio de su Espíritu Santo, gracias a la muerte de Jesucristo por nosotros.

Ahora siendo miembros de la familia de Dios, vivimos en su casa, la cual está edificada sobre el evangelio de Jesucristo, cuya piedra principal es Cristo mismo. Estamos unidos en él, por él y para él. Por tanto, todo aquel que crea en la Buena Noticia, “Jesucristo”; gozará por igual del privilegio de ser llamado hijo de Dios.

Gracias a nuestra fe en Jesucristo, podemos entrar en la presencia de Dios con toda libertad y confianza. Por eso les digo que no se desanimen a causa de las pruebas y sufrimientos por los que estén pasando en estos tiempos, que todos ellos afrontados con fe y amor en Dios, nos llevará a ver su gloria y poder en nosotros.

Qué bueno que tenemos un día más para agradecer a nuestro Señor Dios y padre, por todas nuestras debilidades, ya que por medio de ellas nos postramos de rodillas en oración al Padre, y así, sus gloriosos e inagotables recursos nos fortalecerán con poder en nuestro interior por medio de su Espíritu.

Espero que comprendamos que el amor de Dios no es como el amor humano, el cual pretende manifestarse brindando soluciones pasajeras ante cualquier dificultad. Que toda la gloria sea dada a Dios, pues él nos da mucho más de lo que pedimos o esperamos recibir.

En verdad hemos sido llamados a ser humildes y amables, a perdonarnos las faltas por amor, a mantenernos unidos en el Espíritu mediante la paz.

Así, no seremos inmaduros como los niños, y no seremos arrastrados de un lado a otro ni empujados por cualquier corriente de nuevas enseñanzas. Ni nos dejaremos llevar por personas que intenten engañarnos con mentiras tan hábiles que parezcan verdad. En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor.

Permitámosle  al Espíritu santo de Dios que renueve nuestros pensamientos y nuestras actitudes. Así que no digamos mentiras, a cambio, hablemos siempre la verdad, no permitamos que el malgenio nos controle, porque el este da lugar a que pequemos.

Si antes robabas, deja de hacerlo, a cambio, trabaja con honestidad y cumplimiento, usa tus manos con dignidad y comparte generosamente con los que tienen necesidad. No seas grosero ni ofensivo con tus palabras, habla siempre en bendición, que todo lo que digas sea útil, a fin de que tus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. No des mal ejemplo a nadie con la manera en que vives, recuerda que sobre ti están puestas todas las miradas, principalmente la de tu padre celestial.

Hecha fuera de ti, toda amargura, toda furia o enojo, toda grosería, calumnias y toda clase de mala conducta. Imita a Jesucristo en todo lo que hagas, Él es tu medida a alcanzar. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios.

No hables nada inmoral, chistes obscenos o necedades no son para ti. Ni te dejes engañar por los que tratan de justificar esos pecados, pus a Dios no le agrada nada de eso. Evita todas esas cosas que hacen los incrédulos. Que la luz que está dentro de ti ilumine a los demás cada día.

Ten cuidado de cómo vives, no lo hagas como un necio, sino como sabio. Obtén el mayor provecho de cada oportunidad en estos días. No actúes sin pensar, más bien procura entender que el Señor quiere que hagas.

Las borracheras arruinarán tu vida, a cambio, llénate del Espíritu Santo, cantando alabanzas espirituales a Dios, en tu corazón y con tu boca.

Los casados, sométanse el uno al otro como al Señor, ámense como Cristo nos amó.
De las pasiones carnales fuera del matrimonio, huid. Recuerda que El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.

Por eso digo, el hombre debe amar a su esposa como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido y amarlo solo a él. Los demás amores son pecado.

Sed fuertes en el Señor y en su gran poder, manténganse firmes en Dios contra todas las estrategias del diablo. Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra huestes malignas e invisibles, y contra fuerzas poderosas del mundo tenebroso.

Orando en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión, nos mantendremos alertas y firmes. Y la paz de Dios estará en nuestros corazones eternamente con todos los que amamos a nuestro Señor Jesucristo.   

¡Gloria a Dios Padre y a Jesucristo su hijo, por todas las generaciones desde hoy y para siempre! Amén.

Jesucristo te ama y e bendice.
JoseFercho ZamPer

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