sábado, 6 de octubre de 2018

Justificados por fe o por obras


Desperté una mañana muy temprano, estaba soñando algo feo, soñaba en una batalla contra mí mismo, pues luchaba con mis propios miedos a la muerte y a la condenación. Decidí levantarme de la cama y orar sobre ese asunto, luego tomé la biblia y se abrió justo en Gálatas 3, “la ley y la fe”.

Repasando las lecciones de la fe y las obras, me he topado con sorpresas que me han asustado en gran manera.

A lo mejor esperaba oír que, a la final, mi palmarés me sacara del atolladero, pero en verdad estaba muy equivocado.

Me incorporé en la lista de una iglesia local hace como 30 años, pero me han tachado de ella varias veces por no generar los resultados exigidos o esperados por ellos. Entonces me he lamentado y protestado muchas veces como niño de primaria ante las malas notas, pero más por temor a la reprimenda en casa que a Dios mismo.

¿Quién nos ha robado la fe?
En las cosas de la fe, soy apenas un aficionado. Pero creo que, en realidad nadie nos ha robado nada, ni tampoco la hemos perdido, lo que puedo entrever es que nunca nos la han dado ni enseñado.

Al leer con especial atención el capítulo 3 de Gálatas, pude verme como un enano asustado al lado de un gigante del tamaño de Neptuno, mi fe está más lejos que ninguna otra cosa que hayamos conocido en la órbita celestial.

Así las cosas, no sé si aconsejarte algo sobre la fe. Pues ¿Cómo es posible que hayamos pasado tantos años leyendo y estudiando la biblia y no me haya enterado en verdad, que la fe mueve montañas y que el justo se salva por fe? Dicho en otras palabras; mi salvación depende completamente del creer y obedecer a Jesucristo, no por hacer mis labores o tareas.

De muchas me he escapado hasta ahora, y gracias a la misericordia de Dios por mí, pero creo que ahora que lo entiendo mejor, “ya no tengo escusas”. Esta verdad que es Cristo ha estado frente a mis narices, pero siempre he estado mirando a los lados, tratando de hallar en otros la verdad.

Siempre solemos quejarnos de lo que no tenemos, porque en el fondo de nuestros corazones la distancia con Dios es bastante larga. Como no podemos verlo a ojo desnudo, y el profundizar en Dios es tan difícil como bajar al fondo de los océanos sin batiscafo, preferimos lo que se ve a simple vista y lo que podemos hacer con nuestros escasos recursos.

No descontando que muchos en las iglesias son oportunistas, y solo se ocupan de las cosas que pueden saciar sus necesidades, más no de lo que agrada a Dios. Por muy cerca que tengamos a Dios, no se le puede conocer sino desde el corazón, o en una comunión espiritual con Él. El asunto es que siempre hacemos sufrir a los que más cerca están de nosotros, a quienes nos interesa porque nos aman.

Por muy cerca que lo tengamos, el verlo es casi imposible para el ser humano, pues “su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.” Apocalipsis 1:16. Y sin santidad nadie le verá, hebreos 12:14.

En nuestra condición humana, Dios no se revela, solo en la santidad de quien se humilla y le obedece sin protestar. En los más humildes podremos observar algunos trazos del rostro de Jesucristo, dibujos que nos indican que dicha persona miró al cielo y pudo ver al Inocente, pero 
aun cuando fuera así no logró identificarlo como es.

Pasados los siglos desde aquel día glorioso en la tierra, el descubrirlo como a una fórmula matemática que muestre a la perfección su rostro, no es posible. Las vías para conocerlo son largas y tortuosas. ¡A la final muchos de esos relatos son falsos!

Con nuestros ojos carnales quizás no lo observemos nunca, pero todo va según lo previsto por él, lo más seguro es que en el cielo los dos estemos con Él.

La ley o la fe en Cristo

¡Ay gálatas tontos! ¿Quién los ha hechizado?
Pues el significado de la muerte de Jesucristo se les explicó con tanta claridad como si lo hubieran visto morir en la cruz.  Déjenme hacerles una pregunta: ¿recibieron al Espíritu Santo por obedecer la ley de Moisés? ¡Claro que no! Recibieron al Espíritu porque creyeron el mensaje que escucharon acerca de Cristo.

¿Será posible que sean tan tontos? Después de haber comenzado su nueva vida en el Espíritu, ¿por qué ahora tratan de ser perfectos mediante sus propios esfuerzos? ¿Acaso han pasado por tantas experiencias en vano? ¡No puede ser que no les hayan servido para nada! Vuelvo a preguntarles: ¿acaso Dios les da al Espíritu Santo y hace milagros entre ustedes porque obedecen la ley? ¡Por supuesto que no! Es porque creen el mensaje que oyeron acerca de Cristo. Del mismo modo, «Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró justo debido a su fe». Así que los verdaderos hijos de Abraham son los que ponen su fe en Dios.

Muchos cristianos estamos enfrascados en una estéril discusión teológica por definir si debemos cumplir con la ley de las obras, o la fe de la gracia.

Existen muchas doctrinas confusas, donde siempre ha estado envuelta la economía religiosa, interminables y caóticas ideas de salvación por obras.

Si Jesucristo vino a darse como sacrificio por todas las naciones, y su mensaje fue anunciado desde el principio de la historia humana. ¿Porque aún muchos seguimos actuando bajo la ley, o haciendo sacrificios por alcanzar la salvación, acaso su sacrificio no fue suficiente?

Nuestras obras pueden ser buenas o malas, pero por hacer buenas obras no obtendré vida eterna, pues según se ve, uno puede hacer buenas obras y no creerle a Jesucristo, en tal caso se condena.

 “No por obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2:9. Sin embargo “la fe sin obra es muerta “Santiago 2:17-20.

Cuando se vive de acuerdo con la Palabra de Dios, se obra conforme a ella, pero si no creemos en Jesucristo, este obrar no es suficiente. Jesucristo murió por mis pecados, para darme la oportunidad de salvación por su sacrificio, el cual hizo sin que yo lo mereciera. Es un favor inmerecido.

La capacidad de ver más allá de lo material, de lo humano y limitado, solo se adquiere por la fe del hijo de Dios; Jesucristo. Pablo revela que la salvación es un acto de pura fe y que somos justificados por la fe para tener paz con Dios.

El hombre natural puede creer un cúmulo de verdades, pero creer en Jesucristo y obedecerlo, es fe pura, la que da gozo, paz y salvación. No es guardar la ley, o los sábados, sino que Cristo viva en mi corazón, quien hace mi vida santa.

Con renunciar a: vestir, comer, pasear, o encerrarme en un convento y aplicarme a preceptos de hombres tratando de escapar de mí mismo, no voy a encontrar paz en mi corazón, es viviendo en este mundo sin contaminarme, siendo sincero, y no aparentar lo que en realidad no soy, y reconocer que soy justificado por la obra de Cristo. Así es como podremos acercarnos confiadamente al tono de gracia.

La respuesta solo está en la palabra de Dios, pero depende de cómo la entienda cada uno. Los evangelios establecen la forma correcta en que podemos hallar a Jesucristo.  


Jesucristo te ama y te bendice.

JoseFercho ZamPer

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