martes, 11 de febrero de 2020

El grito desesperado de quien pide auxilio.


Al llegar nos estrellamos contra la frialdad de la burocracia.

Para alcanzar un futuro promisorio, se necesita que las personas solucionen sus conflictos de intereses que desangran la nación, para rehacer la vida del pueblo.

Una madre de vuelta a casa tras una jornada laboral piensa en sus hijos que, con fe deben estar en casa; esa es su pesadilla todas las tardes. Las ciudades tienen sus propias tragedias, que si te alcanzan serán tu pesadilla.

Esto se repite día tras día, aumentando la carga sobre el alma de las personas que, lo que buscan es mejorar su situación y la de su familia.

- Me tomé una bocanada de aire hasta lo profundo de mis pulmones, esforzándome por creer que esto le daría un poco de relax a mi cuerpo. Mientras trataba de defender la intuición femenina de mis propios temores, alejándome de cualquier pensamiento irracional que me desconcierte, cuando pienso en mis pequeños.

Mirando fijamente los edificios en rededor mío, intento crear una imagen de seguridad agradecida por mis recuerdos de las sonrisas de mis hijos.

Pero me percato que estas sonrisas solo están dibujadas en mis labios, mas no en mi corazón, pues mis ojos dejan escapar lágrimas de nostalgia. Tan solo son una imitación como la de la cortesía. Sonrisa que engaña tanto a quienes están a mi lado como a mí misma.

La gente como yo de estratos bajos, nos esforzamos al máximo para que se nos abra alguna puerta que nos brinde seguridad tanto laboral como económica, mientras que otros se esfuerzan para que estas se mantengan cerradas detrás nuestro.

Mis manos estaban temblando al dejar a mis dos niños en la guardería del bienestar familiar, donde con mucha frialdad me pidieron que me fuera rápido antes de que ellos empezaran a llorar. El silencio pesaba sobre mí, excepto en mis dos hijos, ellos no podían esconder su confusión y sus miedos. 

Abrazaba a mis niños con el anhelo de obtener un poco de confianza, solamente pude llorar en silencio. Veía como mis fuerzas se derramaban y se retiraban de mi cuerpo.

No se tiene el sentimiento de que los hijos estén a salvo, pero sí un miedo cuyos motivos no se entiende. 

Hoy tratamos con mucha frialdad al olvidado, aquellos que no cuentan con una buena vida, sino con un trabajo donde siempre son temporales. Hasta dejamos de cuestionarnos a modo de resignación, preferimos esconder nuestros traumas.
Sería bueno intentar recuperar nuestra infancia jugando de nuevo, pues la indiferencia nos genera delirio, lloros y pesadillas.

El miedo envuelve a quienes creen conseguir la libertad en las grandes ciudades, el miedo de la guerra, de la muerte y de la destrucción. El miedo de hablar, de susurrar, de bailar y de cantar, el miedo del amor y del sexo, el miedo de ser uno mismo.

Muchos creen que la ciudad es una zona más segura que donde viven, y tratan de dejar una vida de zozobra cambiándola por una ilusión. Entonces comienzan a vivir una vida dentro de su interior y otra en las calles de dicho lugar. Desconociendo que, el corazón del hombre necesita de mucho tiempo para construir y acumular una nueva memoria.

Se hace muy necesario que las risas de nuestros hijos alegren el corazón. 

¿Cómo actuar con la acumulación de imágenes en su memoria? Imágenes de guerra, de sangre y destrucción. No hay ningún motivo para cantar, solo de ignorar. 

Estamos frente a un laberinto de secretos, temores y miedos en nuestro ser. Muchos se han resignado a la prisión de sus recuerdos, al sufrimiento y a la nostalgia.

Siendo víctimas de la espera, temiendo perder su identidad y fusionarse con la sociedad que los rodea. Entonces se encierran en sí mismos, y hacen que quienes están a su alrededor le cierren la puerta en su cara. 

Son como alienígenas en otro planeta, en una sociedad que desconocen y que les desconoce, pero lo más complicado es entrenar el alma. 

Solo queda aferrarse a la felicidad y a la vida.

El tiempo se detiene unos segundos, hasta que sueltes una carcajada que vuelve a poner el mundo en movimiento. Ahora es un poco más duro de lo que solía ser, no puedes dar nada por seguro, pero está bien tener fe. 

La bendición de Dios está contigo, solo ten fe y mantente firme en todo lo que emprendas. No permitas que tu identidad se base en lo que otros piensen de ti, tampoco en tus logros.  

No te conformes con lo que una vez fuiste, vive en una constante renovación a través de las instrucciones que Dios te da en su palabra. Construye, edifica un nuevo concepto de ti, basado en el amor y la aceptación de Dios, cree en él y compórtate como Dios te lo dice en su palabra. 

Tu autoestima o identidad es un regalo de Dios, es lo que realmente eres. 

Jesucristo te ama y te bendice.

JoseFercho ZamPer

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