lunes, 9 de abril de 2018

La oración, una experiencia íntima y profunda.



Mateo 6:8. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.



Durante mis últimos años de cristiano he podido entender que, con mi forma de oración a Dios, las oportunidades para ser feliz en este mundo, son muy limitadas.

Analizando mi manera de orar, me he podido dar cuenta que, la mayoría de las veces, voy en la dirección incorrecta: empiezo en la carne, en la profundidad de mis preocupaciones, y se las presento a Dios, informándolo como si Él no conociera mis necesidades. Con la necedad de que Jesucristo tenga compasión de mí, o que se sienta tocado por mis problemas y se compadezca de mí, y me de soluciones. Como si Él no lo hubiese hecho todo por mí.

Es como si yo quisiera que El cambie de opinión, que Dios me escuche y me atienda, como si ya no lo hubiese hecho desde siempre. Todo esto me lleva a entender que debo cambiar mi manera de orar.

Por eso, quiero rodearme de gente que quiera tocar el corazón Dios. Mi meta es llegar al corazón de Dios en paz y armonía, junto con mi familia espiritual. Dejarse tocar por la misericordia de Jesucristo es lo más grande, hermoso y maravilloso que Dios nos regala.



He podido ver qué Él está más interesado en mí, que ni yo mismo, ya que Jesucristo vino a rescatar, a sanar y a liberar a los enfermos, a las familias destrozadas, a los adolescentes rebeldes, y a todo aquel que sufre y llora en este mundo. En fin, mi Padre sabe de qué estamos necesitados. Yo lo que debo es adorarlo en espíritu y en verdad, de todo corazón.



 Así como la vida ha prevalecido sobre la muerte, la misericordia prevalece sobre el pecado.

Mi oración matutina debe comenzar en el espíritu, para que su gracia descienda a lo profundo de mi ser. Esto cambia nuestra perspectiva, el ser humano fue hecho a la imagen de Dios y con un destino eterno. Mi respuesta ante este hecho, debe ser de gratitud y alabanza a Dios.

Hoy estoy seguro que, en verdad Dios escucha mis oraciones, que él está conmigo. “Aunque a veces, parezca que Dios no me escuche” en mi corazón sé que el sí lo está haciendo, y que ya está dando la respuesta a mi oración. Lo sé, únicamente porque creo que él es fiel y verdadero.

Santo Tomás es el ejemplo del escepticismo que a todos nos invade, queremos tocarlo todo, y verlo primero son los ojos carnales, antes de creer en su amor.

Este costado abierto es el corazón de Cristo que se hace visible para cada uno; es el costado traspasado de quien dio su vida para que ya no estemos condenados a muerte por nuestros pecados.

A veces la respuesta de nuestro Padre es un claro «no», pero nosotros no queremos escucharla. Cuando oramos, quizá no veamos respuesta, pero él está obrando, por eso, debemos confiar en el Señor, renunciando a nuestros supuestos derechos, y dejar que Él haga lo más apropiado. Debemos aprender a esperar el tiempo de Dios, porque Él es bueno.

La forma más elevada de alabanza es la obediencia, comencemos por decir que la adoración está reservada sólo a Dios. Sólo Él es digno de alabanza y adoración.



Por tanto, adorar es un acto de culto espiritual a Dios.

Juan 4, 23-24. Jesucristo nos dice: “Pero Dios es espíritu, y los que lo adoran, para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!

Debemos ser conscientes de nuestra forma de adoración, para que tenga algún efecto en nuestra vida espiritual.

Y Jesús conociendo su sinceridad le dice cómo y dónde adorar a Dios Padre: en el Espíritu y en la Verdad. Para adorar al Padre es necesaria una genuina adoración a Jesucristo.

Su misericordia nos mueve a adorarlo. Es saber que Dios nos ha creado; y, si nos ha creado, lo ha hecho por amor; Él es nuestro Dueño. Adorar a Dios es darnos cuenta que dependemos totalmente de Él.



Como Dios nos ama, ofrecemos nuestros cuerpos “como una víctima viva, santa, agradable a Dios”. En definitiva, debemos cederle a Dios el control de nuestra vida.

Mateo 22:37. Es hacer un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Este es nuestro culto espiritual.



La conversión es una expresión de fe que nace de la humildad, y nos motiva a inclinarnos, arrodillarnos, o postrarnos ante Dios. Eso significa que somos inferiores a Dios, que dependemos de Él, que Él es nuestro Creador y Señor.

Adoramos a Dios en la medida en que vamos renovando nuestra mente a la luz de la palabra de Dios que es la verdad de Cristo.

La forma más elevada de la alabanza y de la adoración es la obediencia constante a Él y a su Palabra.

La adoración que viene de un corazón humilde es la que tiene más probabilidad de ser aceptada en los cielos, y de subir cómo un perfume agradable ante el Trono de Dios.

Adorar significa bajarse, inclinarse o postrarse ante Dios, para poder tener un momento íntimo, nos postramos ante su presencia en señal de adoración.

Es algo maravilloso cuando estás postrado, y sientes que en tu interior comienza a fluir una adoración inexplicable para nuestro entendimiento, pero que nuestra alma comprende que viene inspirada por el Santo Espíritu de Dios, entonces entendemos en el Espíritu que nuestra alma ha logrado establecer una conexión intima con Dios.



Bendice alma mía a Jesucristo, bendiga todo mi ser su Santo Nombre. Deja que tu alma exprese lo que sientes por Dios. Mantén una comunicación viva con Dios todos los días.

Ahora es el tiempo perfecto para comenzar a experimentar la verdadera adoración.



Allí, acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo. Cuando Jesucristo lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó: ¿Quieres que te sane? Pero el enfermo contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.



Todos esperan a que el agua se mueva, pues de vez en cuando un ángel bajaba a la piscina y movía el agua. Si algún enfermo se metía en ese momento al agua, quedaba sanado de cualquier enfermedad.



Cada vez que Dios nos habla, para enseñarnos algo, o para realizar algún milagro en nuestra vida, tenemos algún tipo de reparo. Andamos replicándole por todo, “Señor, porque a mí” porque ahora, hasta cuando… y así frenamos el actuar del espíritu santo a nuestro favor.

Pero si Jesucristo te pregunta ¿quieres ser sano? No debo tener dudas. Aunque el agua no se mueva, o no tenga quien me ayude a moverme, yo debo creer en su palabra, en su amor.

Jesucristo nos dice: Ahora que estás sano, no vuelvas a pecar, no sea que te pase algo peor.

Torre fuerte es el nombre del Señor; a él correrá el justo, y levantado será (Proverbios 18:10).



A lo largo de la historia, infinidad de personas nos sentimos inseguros en nuestras propias casas, por lo que siempre andamos buscando paz y protección para una vida mejor. Pero aun hoy, vemos gente buscando refugio y protección, y en casi todos los casos, es por las mismas razones. Pero por más beneficios materiales que nos ofrezcan, nunca satisfacen por completo nuestra necesidad de sentirnos seguros, siempre hay dentro del ser humano una necesidad real de paz y seguridad, ya que tal reposo solo puede encontrarse en Dios. Porque, solo tú, Señor, eres mi refugio; tú me libras de la angustia; con cánticos de liberación me rodeas.



“No se necesita mucha agua para hacer un buen café”. Por eso, ¡espera un poco más, que ya llegará tu ayuda!

En medio de las pruebas y de la oposición del mundo, si te aferras a la palabra de Dios y perseveras con fe, obtendrás el galardón, la recompensa que está dada para el que cree.  

Una experiencia íntima y profunda con Dios, por medio de la oración es capaz de cambiar nuestra vida.

Dios me dice, “hay un propósito en todo esto”, y yo pregunto “¿y cuál es ese propósito?”

A nosotros nos suele suceder que, El Señor se nos acerca en nuestro diario vivir, sabiendo que somos pecadores, que no lo buscamos, y al momento de verlo, nos asustamos y tratamos de huir, con evasivas y dudas. Cuando debemos acercarnos a Dios confiadamente si queremos alcanzar gracia, misericordia y socorro.



Cuando hablamos con Dios, al orar, al momento de cerrar la puerta, la paz y el gozo del Señor nos comienza a inundar, allí es donde somos transformados, en ese lugar es donde Dios trabaja con nosotros. Es en la intimidad con Dios, donde se desnuda el corazón y Dios nos muestra lo que hay en él y nos revela lo que necesitamos cambiar. En esos momentos es cuando su espíritu nos edifica, nos reconstruye. Las revelaciones más importantes son dadas en oración, en la intimidad. Tenemos que estar dispuestos a pasar por este proceso.



 “Prefiero enseñar a un hombre a orar que a diez hombres a predicar” Charles Spurgeon

No hay nada en la vida cristiana más subestimado que la oración.

Es necesario que cuando oremos, pensemos por qué oramos lo que oramos.

“Si no permanecemos en la oración, vamos a permanecer en la tentación” John Owen.

“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2)

Cuanto más apliquemos la palabra de Dios en oración, ¡más aprenderemos a orar!

Es necesario aplicar lo que nos dice Romanos 8:13 “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”.

Porque nosotros no sabemos pedir como conviene, únicamente el espíritu santo lo sabe, pero si nos humillamos delante de Dios, y reconocemos que no sabemos orar, el espíritu santo ora por nosotros.



Orar en el espíritu sobrepasa las limitaciones de nuestro intelecto y conocimientos. Solo así podemos orar en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu". Cuando oramos en el Espíritu, sabemos que oramos conforme a la palabra de Dios.

Cuando nos postramos a adorar a Dios, "Lo oculto del corazón se hace manifiesto”, necesitamos aprender a rendirnos ante el amor y la gracia de Dios, por medio del Espíritu santo, si pasamos tiempo diario ante su presencia, esperando en Él, lo viviremos. 



La oración en el espíritu, es una oración que sale directamente de nuestro corazón y va directamente al corazón de Dios. Lágrimas llenaban mis ojos a medida que los sentimientos de amor y tristeza por mis faltas contra Dios saturaban mi corazón.

Para poder adorar a Dios en el espíritu, es necesario rendirle a él, toda arrogancia e idolatría, toda altivez y demás impedimentos que haya en nuestro corazón.

Al practicar la adoración y alabanza a Dios en privado, nos vamos volviendo más sensibles a su presencia, esto nos lleva a romper ataduras espirituales que aún quedan en nuestra alma.

Romanos 8:27. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.



De esta manera es que vamos entendiendo la voluntad de Dios, y se nos revela su palabra, a medida que aprendemos a esperar en el Señor en intima adoración.

La adoración es un derecho y una responsabilidad de todo cristiano, si es que se desea ser libre de toda opresión de las tinieblas, pues a través de ella se llega a la presencia de Dios.

Como creyentes es una necesidad básica, el disfrutar de la presencia de Dios, es necesario ejercitarnos en pasar tiempo para encontrarnos con El. La oración es la manera esencial de ejercitar nuestro espíritu.



Es clamar a Jesucristo desde lo más profundo de nuestro ser, invocarlo audiblemente.  



Jesucristo te ama y te bendice.



JoseFercho ZamPer

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me faltó amarme primero.

  Me faltó amarme, en vez de esperar a que otros lo hicieran por mí.   Mateo 22:37-39   —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, co...