jueves, 10 de agosto de 2017

Oración por sanidad, salud y liberación de enfermedad

El anhelo de una vida sana y feliz, es el deseo del corazón de Dios.

La enfermedad suele ser un medio para una búsqueda de purificación espiritual, tanto para el enfermo, como para cualquiera otro de su familia e iglesia.
La enfermedad nos deja ver dos situaciones: algo que proviene del pecado, pero también es el medio de victoria contra ese pecado. El sufrimiento tiene carácter de prueba.
Mateo 9, 35. Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas *nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
La victoria de Dios se manifiesta en la curación del hombre en cuerpo y alma.
Isaías 53: 4-5. Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. 5 Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra *paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
"En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo".
Si aceptamos la voluntad de Dios, el deseo del enfermo de obtener sanidad es conforme a lo ya realizado por Jesucristo en la cruz del calvario, El Señor acoge estas súplicas y los Evangelios no contienen la más mínima crítica a tales peticiones. El único lamento del Señor tiene qué ver con la eventual falta de fe: "¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!" (Mc 9, 23; cf. Mc 6, 5-6; Jn 4, 48).
Jesucristo en Mateo y Lucas, les concede "poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 10, 1; cf. Lc 9, 1), y les da la orden: "curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10, 8). También en la misión de los Setenta y dos discípulos, la orden del Señor es: "curad a los enfermos que encontréis" (Lc 10, 9). El poder, por lo tanto, viene conferido dentro de un contexto misionero, no para exaltar sus personas, sino para confirmar la misión.
1 Co 12, 9. "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (Santiago 5, 14-15).

Se trata de una acción sacramental: unción del enfermo con aceite y oración sobre él, no simplemente "por él", como si no fuera más que una oración de intercesión o de petición; se trata más bien de una acción eficaz sobre el enfermo.
La aspiración más alta del hombre debe ser darle gloria a Dios (1 Corintios 10:31), y esto incluye orar de acuerdo a Su voluntad.
Primero, debemos pedir por sabiduría. “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” (Santiago 1:6). Al pedir por sabiduría, debemos también confiar en que Dios es bondadoso y está dispuesto a responder a nuestras oraciones: “Pero pida con fe, no dudando nada,” (Santiago 1:7; también Marcos 11:24). Así que orar de acuerdo a la voluntad de Dios, incluye pedir por sabiduría (para conocer la voluntad de Dios) y pedir con fe (para confiar en la voluntad de Dios).
Se nos dice que oremos por nuestros enemigos (Mateo 5:44); para que Dios envíe misioneros (Lucas 10:2); para que no entremos en tentación (Mateo 26:41); por quienes proclaman el Evangelio en el mundo (Colosenses 4:3; 2 Tesalonicenses 3:1); para aliviar la aflicción (Santiago 5:13); y por la salud de hermanos creyentes (Santiago 5:16). Donde Dios ordena la oración, podemos orar con la confianza de que estamos haciendo Su voluntad.
Ora con acción de gracias (Colosenses 4:2; Filipenses 4:6-7). Siempre podemos encontrar algo por qué estar agradecidos, sin importar cuán cargados estemos por nuestros deseos o necesidades.
Ora persistentemente (Lucas 18:1; 1 Tesalonicenses 5:17). Debemos perseverar en la oración y no renunciar ni desanimarnos porque no hayamos recibido una respuesta inmediata. Parte de orar en la voluntad de Dios, es creer que ya sea que Su respuesta sea “sí,” “no,” o “espera,” aceptemos Su decisión, nos sujetemos a Su voluntad, y continuemos orando.
Hermanos, oremos con fe conforme a la voluntad de Dios, y El establecerá en ti y en mí, su favor conforme a lo ya ganado por Jesucristo en la cruz.

Jesucristo te ama y te bendice.

JoseFercho ZamPer.

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