lunes, 12 de junio de 2017

Mi verdadera necesidad.


Estamos tan necesitados, que el problema ya no es de hambre, sino de ganas de comer; hasta ellas nos han abandonado.

Hasta el día de hoy, no he podido comprender, como ver la gloria de Dios. Se me ha nublado hasta el pensamiento, ¿no se que mas hacer?

Mi historia es tan común como la de casi todos los mortales, venimos de abajo y tratando de escalar alguna posición en este mundo. Por tal razón, un día cualquiera, llegue a la iglesia. Esto me ha ayudado muchísimo, en mi vida espiritual, pero en lo material o económico, parece que no mucho.

Llevo más de veinte años en los caminos de Dios, al menos eso creo, pero en mi vida diaria no se me nota de a mucho. Todos los días le pregunto al Señor, ¿Qué debo hacer hoy, para agradarte, mi Señor? Excepto lo que leo en la biblia, no escucho más respuestas, pero aun así, ¿no sé qué hacer, para ver su gloria en mi vida?

Creo haber hecho todo lo que me dicen, lo primero que me piden es diezmar, luego ofrendar, después diezmar anticipado, luego hacer pactos, y así hasta convencer a Dios de bendecirme, pero saben que es lo triste del caso, que como ando pelao, no hay mucho que dar, y me dicen que como siembro poco, poco cosecho, y esto sí que es doloroso, porque según eso, los pobres no podemos ser bendecidos por Dios.

Así las cosas, y en vista de mi necesidad, opte por buscar a Jesucristo en forma personal, quiero decir que no acepto intermediarios, ando buscando que Dios mismo me enseñe y aclare todas mis dudas, ya que los hombres de Dios me han enseñado una relación casi comercial con Dios, donde todo depende de lo que yo de, para recibir.

A sido difícil todo este trajinar, pues dejar atrás toda esa palabrería sobre la forma en que Dios bendice; según muchos, donde todo depende es de mí hacer, no del amor de Dios por mí, pese a eso, cada día puedo sentir y casi ver todo lo que Dios me ha estado formando.

Pasar de hacer y dar cosas en busca de la bendición de Dios, a recibirla, hay un largo trecho por recorrer. Ahora comprendo que la bendición de Dios depende más de mi búsqueda de Él, que de mi quehacer diario.

La mayoría de las personas que conozco de las iglesias cristianas, están más en la búsqueda de una bendición económica o de salud, que de conocer a Jesucristo. A tal punto que se comprometen hasta a pagar cuotas en la iglesia para recibir bendiciones económicas posfechadas.

Y esto mismo le vemos en los canales de televisión que también dicen ser cristianos, donde las personas dan sus aportes voluntarios para que Dios les solucione sus problemas económicos.
Esto me suena como a eso que llaman pirámides, donde también tienen ese mismo predicamento. Dicen, traigan tanto dinero y en x tiempo le devolvemos el doble o el triple, las iglesias dicen lo mismo, pero quien les devuelve es Dios, no los que piden.

No creo nada de esto, saben. Me da la impresión de que han convertido de nuevo el templo de Dios, en guarida de ladrones.

Pero bueno, la culpa de que yo esté en la olla, económicamente, no es de ellos; pues hace rato deje de hacerles caso. Creo que ahora se trata de mi poca fe.

Al profundizar un poco más en la palabra de Dios, podemos ver que, la cuestión económica no es el centro del evangelio, sino que es algo que viene como consecuencia de buscar el reino de Dios y su justicia. Por ende, nuestra verdadera búsqueda es de Jesucristo, es a quien debemos tener y conocer, no solo lo que Él nos dé.

Estoy empeñado en conocer a Jesucristo, en creerle a Él, y obedecerle. Esta es mi verdadera labor espiritual. Esto implica aprender humildad, mansedumbre, dominar mi carne, no darle gusto a los ojos, ya que uno se antoja de todo lo que nos ofrecen, sobre todo de aquello que dicen que nos da cache, que siempre es lo más costoso.

El ser humano en su interior, mantiene un anhelo insaciable de aquello que no posee; a esto es a lo que se le  llama “carne”.

Este anhelo viene desde el origen de la raza humana, como su condición natural, para darle solución a esta necesidad, Dios en su infinito amor envió a si hijo Jesucristo para que el ser humano halle en Él, el bien eterno para su alma.

En vano trabajan los hombres para satisfacer este deseo, pues un alma vacía no puede ser satisfecha con bienes materiales ni mundanos. Este anhelo del corazón humano solo Jesucristo puede satisfacerlo, “porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente.” Y “vosotros estáis completos en él”.

El Espíritu Santo hace posible que a las almas, cuyo anhelo y deseo es conocerle, les sea posible.

“¿Tú, quién eres?” ¿Qué dices de ti mismo?” “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor.”

Antiguamente, cuando un rey viajaba por las comarcas menos frecuentadas de sus dominios, se enviaba delante del carro real a un grupo de hombres para que aplanase los lugares escabrosos y llenase los baches, a fin de que el rey pudiese viajar con seguridad y sin molestia. Esta costumbre es la que menciona el profeta para ilustrar la obra del Evangelio. “Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado.” Cuando el Espíritu de Dios conmueve el alma con su poder, humilla el orgullo humano.

La vida en Cristo es una vida de reposo, de confianza continua y apacible, pues nuestra esperanza no está en nuestras fuerzas sino en Jesucristo.

Mi debilidad es mi fortaleza, mi sabiduría está en su palabra, de esta manera me acerco a su presencia. 

Ciertamente todo lo mío es nada, comparado con la excelencia del conocimiento de Jesucristo.

Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (Juan 17: 3).

Vuelve ahora en amistad con él y tendrás paz (Job 22: 21)

Sería bueno que cada día dedicásemos al menos una hora de oración recibiendo la vida de Jesucristo en nuestros corazones.

La Palabra de Dios es verdad, si la ponemos por obra en nuestra vida, encontraríamos maravillosos y preciosos tesoros, que son las riquezas de la gloria de Dios.

Aun no se ha extinguido la fuente de la vida, porque es inextinguible. Cada que tengamos necesidad de tomar de la fuente, acerquémonos a Jesucristo y vuestro gozo será pleno.

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abrahán fuese, yo soy. (Juan 8: 58)

El crecimiento en Cristo santifica el alma, su maravillosa obra la perfecciona. Jesucristo debe estar siempre en la mente y en el corazón del creyente. Él es quien disipa todas nuestras dudas.

Jesucristo es mi melodía en los momentos difíciles, su amor puro actúa dentro de mí.

Las preocupaciones y los afanes del mundo ocupan un lugar demasiado grande en nuestras vidas, debiéramos cumplir con nuestros deberes sin dejar a Dios de lado.

Él nos hace más eficientes y fieles en la realización de los deberes de la vida, el amor de Dios nos capacita para servir a los hombres sin dejar de servir a Dios.

Cualquier otra consideración es de menor importancia, nuestra conducta, y nuestros actos deben ser de tal naturaleza que convenzan a los demás sin cuestionamientos.

No hay otro consolador, solo Cristo, su Espíritu nos habla al corazón y donde quiera que  estemos, donde quiera que vayamos, siempre está ahí, para dirigirnos por el camino recto. La unidad y la armonía están en su palabra, y unidos por la fe y su propósito, debemos convencer al mundo de la obra redentora y mostrar nuestras credenciales divinas al mundo.

Marcos 6:6. Y él se quedó asombrado por la incredulidad de ellos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él.  "se escandalizaban de él"
"¿Qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?"
La actitud de las personas con respecto de la fe, es casi siempre opuesta a la palabra de Dios, por no decir que es ridícula.

Por un lado, el mundo trata a Jesucristo tan sólo como un carpintero, esperaban que él se quedara solo haciendo mesas o sillas, o cualquier otra cosa de madera, como si El fuese cualquier persona. Por otro lado, para los creyentes, Jesucristo es alguien más que un carpintero, para ellos Jesucristo es salud y salvación. 

A pesar de que las personas decimos creer en Dios, muy pocos obedecen sus mandatos. La fe de Jesucristo se manifiesta en contra de la fe de las personas. La unidad de la fe en los creyentes, produce resultados en el cielo.

En estos tiempos necesitamos mucho más de la fe de Cristo, para obtener el actuar sobrenatural de Dios. Es tiempo de que la iglesia crea como Dios cree, y así poder alcanzar esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios.

Muchos nos preguntamos acerca de Jesucristo. ¿De dónde sacó éste tales cosas? ¿Qué sabiduría es ésta que se le ha dado? Y nos quedamos con la boca abierta, llena de incredulidad, y él se queda asombrado por nuestra incredulidad.

¿Cómo puede ser que alguien con el cual tú creciste, y jugaste, de repente pueda actuar como si fuese alguien? ¿Quién se cree? Nos queda más fácil cuestionar a Jesucristo, que creerle y obedecerle.

La fe y la humildad viajan juntas, no es posible andar con Jesucristo y hacer solo nuestra voluntad, confiar en Jesucristo significa confiarle las necesidades al Señor y esperar que Él sea nuestra solución.

Jesucristo nos confronta con nuestros miedos, con el egoísmo y con la falta de amor; por medio del evangelio nos cuestiona. 

Muchas veces solo miramos el linaje, la procedencia o los títulos que poseemos, más no vemos la persona, mucho menos a Dios en la persona. Por eso nos cuestionamos “¿Cómo se explican estos milagros que vienen de su mano?” (Mc 6:2).

Como creer que una persona común y corriente, pueda ser usada por Dios, “¿Usted, un carpintero? Si yo lo conozco, yo estudié con usted.

Nos queda muy difícil concebir el origen humilde de Jesucristo, así como el de nuestros hermanos y amigos. Si no nos ven montados en severa nave, con trajes de marca, haciendo alarde de nuestras riquezas, entonces; no somos nadie.

Por eso dice la palabra que Jesucristo vino al mundo, pero el mundo no le reconoció, porque a Jesús solo se lo puede ver con los ojos de la Fe. El Espíritu Santo quiere guiarnos para que conozcamos la verdadera naturaleza de Jesucristo.
Jesucristo nos pregunta: (Mr 8:27-29) "¿Quién dicen los hombres que soy yo?... Y vosotros, ¿quién decís que soy?..."

Muchas veces nos resulta inaceptable que Dios pueda usar a personas débiles, o sin estudios, como si esta no fuese la manera de actuar de Dios. "Lo vil del mundo y lo menospreciado, escogió Dios..." (1 Co 1:27-28).

Pero la incredulidad nos impide ver la gloria de Dios: ni las circunstancias, ni las riquezas, ni  los títulos, nos pueden hacer caer en la tentación de menospreciar a las personas, porque Dios mira es el corazón.

Vemos que Jesucristo varias veces les llama la atención a sus discípulos por la falta de fe, no es de extrañar que al Señor le resulte escandaloso que sus discípulos, quienes andaban con él, y veían todo lo que hacía, fuesen gente de poca fe.

La incredulidad del hombre lo lleva hasta negar las evidencias, y cierra sus ojos al testimonio.

Dios respeta la libertad y el derecho dado a los hombres, y espera que sea el mismo hombre quien le crea y lo obedezca.

La fe es el camino que nos lleva a las bendiciones de la gracia de Dios. La incredulidad impide el obrar de Jesucristo, su amor es dado a los hombres libremente, no es obligado. 

No nos desanimemos por nuestra falta de fe, por el contrario, esforcémonos mucho más por  conocer a Jesucristo y servirle, pues hay muchos que están esperando el mensaje de salvación y nuestro testimonio de vida; por la fe en Jesucristo, Dios y Señor nuestro.  Amen.

 
Jesucristo te ama y te bendice.


JoseFercho ZamPer 

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