domingo, 27 de noviembre de 2016

Es necesario que Jesucristo crezca, y que yo disminuya.


Juan 1:32-34. Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece, es el que bautiza con el Espíritu Santo.” Yo lo he visto y por eso testifico que éste es el Hijo de Dios.»

Juan.3:30. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.

Debemos decrecer para que Jesucristo obre conforme la voluntad del padre.
Muchas veces no entendemos, ¿decrecer, menguar, que es eso? 
Como que otro se haga más notorio que yo, eso no lo puedo permitir.

En realidad, la naturaleza humana está llena de: rivalidad, celos, contiendas, envidia, y ansía tener el primer lugar en todo. El orgullo se levanta y muchas veces se impone.
Si nosotros somos los importantes en la relación con Dios, estamos perdidos, porque en nuestra vida, Dios debe ser el soberano, aquel ante el cual estemos rendidos completamente.

Juan 2:5 Su madre dijo a los sirvientes: —Hagan lo que él les ordene.

Mateo 17:5-7. Mientras estaba aún hablando, apareció una nube luminosa que los envolvió, de la cual salió una voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!» Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro, aterrorizados. Pero Jesús se acercó a ellos y los tocó. -Levántense les dijo- No tengan miedo.

Nosotros no hemos sido llamados para estar sobre ningún trono, sino para adorar al que está en el trono, para rendirnos a los pies del maestro, como sus discípulos. Pero en la mayoría de casos no es así.

La respuesta que Juan el bautista dio a sus discípulos es poderosa, "Es necesario que él crezca, y que yo disminuya."

Cuando nos entregamos a Jesucristo, comienza en nosotros una gran lucha: rendirle al Señor nuestra vida para que el vaya creciendo en nuestros corazones cada día, y esto es bien difícil, debido a que la carne se opone a ser desplazada por Jesucristo. 

Lo que nosotros somos: nuestras creencias, los conocimientos, los gustos y antojos deben ir disminuyendo para que Jesús ocupe todo el espacio en nuestra vida. Que Jesucristo ocupe nuestro ser no es opcional, sino una necesidad.

¿Cuáles son las razones por las cuales Jesucristo no crece en nosotros?

La arrogancia, la vanidad, la prepotencia, los malos deseos, los celos, la ira, los miedos, los temores, y todo aquellos que se oponga a la voluntad de Dios para nosotros.

Todas estas son razones que mantienen a Jesucristo menguado, y el yo, crecido. Así, en nuestro corazón, él permanece en una cruz, mientras nosotros estamos en un trono.

Juan el bautista nos enseñó una gran lección: debemos disminuir en importancia.

Este hombre supo la importancia de disminuir, lo entendió a tal grado, que tuvo que ser sacrificado, murió para darle todo el espacio a Jesucristo. Marcos 6:27-29.

La disminución de Juan llegó al grado de la muerte. ¿Acaso no hemos de morir nosotros a todo lo que somos para que prevalezca Jesucristo en nosotros?
Los discípulos de Juan no entendían, mientras que Juan, lleno del Espíritu Santo, comprendía y realizaba los propósitos de Dios.
Cuando el hombre vive bajo el dominio de su naturaleza, no puede entender las cosas de Dios ni sus propósitos.

Gálatas.2:20-21. He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.»
Hermanos, si no disminuimos en nuestro yo, si no damos muerte a nuestra vieja naturaleza, lo más probable es que estemos luchando contra Jesucristo por ocupar el primer lugar.
Dios, muchas veces y de muchas maneras habló a nuestros antepasados por medio de los profetas, pero en estos días nos habla por medio de Jesucristo, quien es el resplandor de la gloria de Dios, y el que sostiene todas las cosas con su palabra.

Jesucristo, después de morir por nuestros pecados, se sentó a la diestra de Dios padre, así llegó a ser superior a los ángeles, pues El amó la justicia y aborreció la maldad siendo obediente hasta la muerte; exaltándolo por encima de ángeles y principados.

Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, a la palabra de Dios, no sea que perdamos el rumbo.

Jesucristo fue hecho igual a nosotros, sin embargo, lo vemos coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos nosotros.

Jesucristo fue perfeccionado mediante el sufrimiento para santificar así a todos los que en el creemos. El compartió nuestra naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte, estábamos sometidos a esclavitud durante toda la vida.

Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que hemos sido tentados, para santificarnos y hacernos partícipes de su gloria.

Por eso hoy nos dice el Espíritu Santo: «Si tu oyes hoy mi voz, no endurezcas tu corazón, pues a pesar de haber visto mis obras han descarriado su corazón, por eso me enojé con aquella generación, y dije: “Siempre se descarría su corazón, y no han reconocido mis caminos.”

Cuidémonos de no tener un corazón pecaminoso e incrédulo que nos aparte del Dios vivo, más bien, animémonos unos a otros cada día, para que a ninguno se nos endurezca el corazón por el engaño del pecado.

Ciertamente, la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

En los días de su vida mortal, Jesucristo ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor, y mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que en El creen y le obedecen.

Sobre el decrecer hay mucho por decir, pero es difícil explicarlo, porque infortunadamente la palabra de Dios nos entra por un oído y nos sale por el otro, sin hacernos efecto alguno, pues somos torpes de oído.

En realidad, a estas alturas ya deberíamos ser maestros, con capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, con discernimiento espiritual, más sin embargo, andamos en busca de sabios y entendidos en la ley para que nos enseñen las verdades más elementales de la palabra de Dios, tomamos leche en vez de alimento sólido.

Cuando el hombre recibe bendición de Dios, y no produce buenos frutos, sino cardos y espinos, no vale nada; será cortado y echado al fuego.

En cuanto a nosotros hermanos, se que nos espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación, pues, Dios es justo para los que con fe y paciencia perseveran hasta el final.

Consideremos la grandeza de Jesucristo, de quien se dicen estas cosas, no conforme a un requisito legal respecto a linaje humano, sino conforme al poder de Dios, quien dice: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Por quien se introduce una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios, y por Jesucristo se garantiza un pacto superior.

Jesucristo es sumo sacerdote, no de esta creación, ni con sangre de machos cabríos ni becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno, y por medio de su Espíritu se ofreció sin mancha a Dios, purificando nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente.

Por eso Jesucristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia prometida de una vez y para siempre.

Por eso dije: “Aquí me tienes —como el libro dice de mí—. He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad.” » Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado» Luego añadió: «Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad.»

Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe.
Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado.» mi justo. Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Hebreos 11:1. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.
Hebreos 12:2. Fijemos la mirada en Jesucristo, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas.
Tengan cuidado de no rechazar al que habla, pues si no escaparon aquellos que rechazaron al que los amonestaba en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si le volvemos la espalda al que nos amonesta desde el cielo.

Dios ha dicho: Nunca te dejaré; jamás te abandonaré, podemos decir con toda confianza: El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.
Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre.

Dios levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, a nuestro Señor Jesucristo, por la sangre del pacto eterno. Que él nos capacite para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada.

Mateo 11:28-30 »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»

A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Que la gracia sea con todos ustedes.

Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer

3 comentarios:

  1. Buen día!
    Uno siempre coloca cosas por encima de Jesucristo, para conveniencia del hombre y no llega a asimilar lo que expresa en un párrafo de su escrito:
    “En realidad, a estas alturas ya deberíamos ser maestros, con capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, con discernimiento espiritual, más sin embargo, andamos en busca de sabios y entendidos en la ley para que nos enseñen las verdades más elementales de la palabra de Dios, tomamos leche en vez de alimento sólido”.
    Ya que siempre se busca más, no precisamente en la espiritualidad del desprendimiento si no por el contrario el egoísmo, el conseguir verdades que no existen, de querer encontrar otras realidades, cuando ya deberíamos tener claro que no es lo que deseamos, si no lo que en verdad necesitamos y que es diferente la alegría de tener todas las cosas materiales, a la dicha de sentirse lleno de tranquilidad. Que es algo realmente difícil en esta época, donde se ve todo tipo de atrocidades y se hace difícil confiar en el otro, apelando a la fe e intentando creer en los demás; donde se hace en verdad necesario que “Jesucristo crezca, y que yo disminuya”(Así en todos).
    Feliz resto de día.
    Cordialmente,
    Vanessa Garzón

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  2. Excelente, vanessa. hay muchas cosas que parecen pero no son.

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