domingo, 1 de junio de 2014

La pobre cristianita


Caminando un buen día por lo campos de mi vida, me encontré con una señora campesina ya bien entrada en años, pasaba de los ochenta.  Recogía unos abrojos de leña, los cuales ya estaban prácticamente podridos, más se parecían al humus o capa vegetal que a leños.

Al mirar tal escena pensé en cuantas necesidades podría estar pasando la señora, entonces me acerqué para ayudarle en su tarea. 

Señora ¿para que recoges estos abrojos, para abonar alguna mata? pregunté.  Para echarlos al fogón y así hacer el almuercito, me dijo. Al instante se me arrugó el corazón y me agaché a ayudarle  a recoger cuanto palo hallé y la acompañé hasta su casa para llevárselos, pues además de verse sin un aliento, así hablaba. 
Al llegar a casa, vi que era grande y bonita, un tanto extrañado le pregunté: ¿aquí vive usted? Doña. Sí señor, me respondió. 

Está bonita su casa, le dije.   La tiene a la orden, me respondió, con alegría. 
Con curiosidad le forme conversa, como para indagar sobre su vida, claro está que lo hice con bastante sigilo, como para que no se fuera a marear por mis preguntas. 

¿Y esta casa es suya? Inquirí. - Así es, me dijo. – 
Y donde andan los hijos, están trabajando la tierrita, seño. Volví a preguntar. 
No señor, ellos viven en el pueblo, contestó.  

Así, poco a poco fuimos hablando y me fue contando casi toda su vida, como si estuviésemos en un confesionario.
Me comentó que era viuda pero que tenía esposo, que sus muchos hijos eran ya adultos y que la ayudaban en todo lo que podían, y que ella era pensionada, que gracias a Dios no le faltaba nada, pues él le daba todo lo que le pedía.  

Ya que nombraba a Dios con bastante frecuencia y ánimo, le pregunte si era creyente, me respondió que sí. Soy cristiana, me dijo bastante entusiasmada.  

Me dio todo un sermón, como pastor en su iglesia, me hablo de las bondades de ser creyente, de cómo Dios la bendecía en todo, además me comento de todas las propiedades que tenia, casa en el pueblo, la finca, dinero en el banco y otros puchos prestados a intereses a algunos de sus hijos. 
La curiosidad me empujo a seguir indagando, entonces seguí preguntando. 

¿Y vive aquí sola? No señor, con mi esposo, además varios de mis hijos vienen seguido a verme y me ayudan en los oficios de la finca.  Ya entiendo, le dije.

Al ver que en la casa tenia estufa a gas le dije, ¿no tiene gas para cocinar? Si señor, me dijo. ¿Entonces porque no la utiliza? Es que el gas en muy costoso, me contestó, y la leña me sale gratis.   Ya comprendo, le dije.
Pero señora, ¿toda esa leña allá  arrumada, no es para cocinar? No señor, es para venderla, contestó-  para ayuda del mercadito. 

¿Se debe alimentar bien? seño. Le dije, pues veo que tiene pollos y gallinas, además cafetales y unas vaquitas. Cierto. 

Pues mas bien poco, ya que el médico me ha prohibido comer la yuquita que tanto me gusta, y que coma poca harina y bastantes  verduras, pero en verdad eso poco me agrada. 

Entonces que come, pregunté. Pues lo que Dios nos socorra, dijo, me toca como los pájaros, fruticas y otros bocaditos, pero a raticos, pues uno sin tiempo para tanto que hay por hacer, por eso casi ni como.
Abrió la nevera y pude ver que estaba casi llena de frutas y verduras, queso y varios otros alimentos, ya un poco viejos. Sacó gelatina y fue comiendo mientras encendía el fuego.

Entonces le pregunte, -tiene tinto, seño. – No señor- me dijo, no puedo tomarlo  y además lo poquito que se produce toca venderlo pues los gastos de la finca son muchos y nadie me ayuda, todo me toca a mí. – ya veo, le dije.

 Le pregunté el porqué tenía tantos tanques de agua, ya que vi unos cuatro y otro mas en construcción. ¿Acaso riega sus cafetales o vende agua a los vecinos?  Como se le ocurre, me respondió.  No ve que desde cuando era niña nos tocaba traer el agua en vasijas desde la quebrada, y sufrimos mucho por falta de la agüita. Por eso me he dedicado a pedirle a diosito que nos mande agüita para que nunca nos falte y así no tener que pedirles una gota de agua a esos ricos miserables que se adueñan de las quebradas y aljibes. 

Además esos de la cas solo ayudan a joder al pobre como uno.
Entonces sino la usa, par que la almacena. Le dije.  Pues para que no me haga falta, me contestó, algo alterada.

Al escucharla decir muy seguido frases como: hago lo que puedo, que sea la voluntad de Dios, como lo que Dios me socorre,  dando a entender que no tenía nada, me puse a pensar en la forma como vemos a Dios desde nuestra perspectiva de vida.
Al notar que la pobre abuelita se estaba poniendo bravita, me fui despidiendo. Ya al salir me ofreció un vasito de agua, por si tenía sed, me dijo.  Me lo tomé con ganas, pues ya tenia seco el gaznate de tanto hablar, y continúe mi camino. 

Mientras caminaba, analizaba que nosotros los cristianos vivimos como si no tuviésemos nada, o como si Dios no obrara a nuestro favor, ya que teniéndolo todo andamos atesorando cada peso y cada cosa como si se nos fuese a acabar y no hubiese de donde sacar más.

Vivimos como limosneros, teniendo al proveedor de todo bien, a nuestro lado. 

Nos quejamos y lloramos por cada necesidad como si fuese la primera  vez que las padeciéramos.
Generalmente actuamos con Dios, como lo hacemos con las personas, tratamos de esconderle todo lo que tenemos y somos, para poderle pedir mas sin que nos diga, pero si ya le di, o, ahí tiene bastante. 
Pero todo eso es en lo material, ya que a nivel espiritual sí lo tenemos todo, ahí si no necesitamos nada. Le oramos a Dios como ostentosos, le decimos: Señor, yo que te oro tanto, yo que soy tan bueno, yo que diezmo y ofrendo, yo que tengo fe, ¿porque tu no me oyes? Como a fulano y a zutano si les da. 

Pero cuando nos dicen de la necesidad de comprometernos con Dios, de orar por los demás, de servir, y de todo lo que Dios pide para que él obre en nuestras vidas, hay si no tenemos tiempo, no necesitamos de eso, los demás sí, pero yo estoy bien así. 

Desde entonces cuando oro, pongo mucha atención en lo que le digo al Señor,  y busco que sea el Espíritu Santo quien me guíe en esta necesidad de ser como Jesucristo.
Ya tarde y bien cansado llegue a casa a descansar y a escribir esta lección de vida.

Mi Esposa es una mujer muy especial para mí, me anima y me ayuda en todo. 
Estoy muy agradecido por sus oraciones y amor. Ella ora por mí a diario y sé que esa es una de las razones por las que mi vida marcha bien, tanto en mi trabajo como en mi familia. Sus oraciones han hecho una diferencia en mí, y a causa de ellas soy más feliz.

En una ocasión en mi trabajo vi un cambio muy grande y maravilloso en mi jefe, cosa que nunca imaginé que pudiera suceder. Era un hombre malgeniado y pelietas, me sacaba de casillas. Cuando lo compartí con mi esposa, ella decidió que deberíamos orar juntos por él. Pensé que eso no era suficiente. Pero así lo hicimos casi a diario hasta que se acabó el año. 

Al siguiente año sucedió un milagro y el hombre cambió por completo, y se convirtió en un amigo. Esto mejoró mi vida laboral y personal, además me hizo creer más en Dios.  La oración dio resultado. 

No funciona siempre igual, pero aún cuando nuestras oraciones no son contestadas de inmediato, tan solo el orar o que alguien ore por uno, nos hace sentir mejor. Estoy muy agradecido con Dios y con mi esposa.

Orar por los demás, o interceder es el mejor de los trabajos. Es difícil pero puede brindar un gozo supremo. Nada te satisface más, ni es más excitante que servirle al Señor a través de la oración por los demás, sean o no Cristianos. 

Ahora estamos más comprometidos con Dios en cuanto a la oración y al servicio de nuestros hermanos.

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