martes, 7 de junio de 2022

Mi reflexión sobre el resentimiento.

 ¿Tan poco agraciado te sientes que no crees ser gente?

 Quizás no seas una persona particularmente armoniosa, pero no ha cesado el tiempo de crecer. No te resignes a transitar por el mundo sin cambiar, sin ser mejor persona, aun cuando creas que no hay respuestas a tus inquietudes para disipar ciertas perplejidades. Todavía no existen conclusiones definitivas en tu caso.

 El mal brota de la ignorancia, los malos son criaturas equivocadas, pues nadie que conozca la verdad, puede obrar de forma perversa.

 Las sensaciones placenteras nos llevan a actuar de cierta manera que los sentidos se embotan, generando un júbilo o frenesí derivados de una intoxicación de sentimientos encontrados.

 Aristóteles argumentó que un borracho sabe que el vino le perjudica, pero sin embargo lo bebe porque le proporciona placer.

 Algo similar ocurre con el resentimiento, el cual nos lleva a conductas más agresivas y lesivas para nuestro bienestar. Para nuestra mentalidad es toda una calamidad.

 El resentimiento describe una particular forma de violencia afectiva.

 El resentimiento genera una cantidad incesante de ataques y contraataques contra uno mismo y contra los demas, este monstruo solo se puede derrotar a través del perdón.

 El meollo del asunto es que el perdón proviene del amor, entonces, ¿de dónde sacar amor para perdonar al agresor o al agredido? Y ¿cómo perdonarse y amarse a sí mismo’  

 ¿Qué es el resentimiento?

El resentimiento es un dolor moral que se produce como consecuencia de una ofensa. La persona que lo sufre no logra olvidar esa ofensa, de manera que lo vuelve a sentir una y otra vez (resentir). Este sentimiento va acompañado de rencor y hostilidad hacia quienes causaron el daño.

 Cuando alguien no puede olvidar una ofensa, sino que, está recordando la ofensa, se esclaviza a su pasado y no logra liberarse de esa gran carga que genera el resentimiento.

 El resentimiento genera deseo de venganza, se siente en autoridad de hacer pagar a otros el daño causado y desea realizar una acción semejante a la recibida.

 El resentimiento les amarga la vida a las personas, tanto al resentido como a los que le rodean, porque los convierte en personas desagradables, incapaces de ver lo bueno de los demas, o de las situaciones.

 Superar el resentimiento es un asunto puramente práctico.

 ¿Cómo amar a quien me ofendió, a quien me despreció, a quien me hizo objeto de burlas y escarnio público, etc.?  He ahí el trabajo sobre el perdón.

 Lo relacionado con el Espíritu, es algo que sobrepasa nuestro entendimiento natural, por tal razón, necesitamos entrar en lo espiritual. El discurso filosófico es incapaz de explicar la posibilidad de perdonar.

 Perdonar lo imperdonable es algo que sólo cabría esperar de un ser que ama infinitamente; que puede ver, más allá del daño padecido, la bondad que hay en cada ser humano hasta ofrecer la propia vida con tal de salvarla.

 Nietzsche pregunta, ¿Cuál es el origen de nuestro bien y nuestro mal?

 Y dice; no busques el mal "por detrás del mundo"; es decir, no busques el mal en la metafísica ni en la teológica, el origen está en la moralidad más allá de la manifestación humana. Así, preguntar por el bien y el mal será preguntar por las condiciones históricas y sociales de la persona humana. El origen del mal está en la limitación o privación de la criatura al bien.

 Principalmente al bien psicológico y espiritual, que determinan la "invención" de juicios morales. Haciendo un análisis de las condiciones que hicieron posible que sentimientos tan contrarios a la vida, como la compasión, el sacrificio y la mortificación fueran considerados "valores en sí". Dice Nietzsche:

 Es precisamente a través del espíritu, en un proceso de interiorización de nuestros verdaderos valores como seres humanos ante los ojos de Dios, donde se asume el rechazo a los placeres mundanos y carnales para dar paso a los valores de seguridad que alivian el alma. La moral humana genera resentimiento, porque critica el actuar ajeno como el propio.

 Una persona con buena salud espiritual se ve con un valor y una plenitud propia, que llena su existencia y que lo hace parte del universo, mientras que quien no ha conocido el amor, la espiritualidad, se siente excluido de este mundo. Se trata de un sentimiento de seguridad fundado en el ser y la existencia misma, antes de cualquier comparación con un valor específico del otro, sin ningún tipo de conflicto ni envidia.

 Amor y perdón

 El amor, en su sentido auténtico, es el antídoto más eficaz contra el resentimiento.

 Se afirma que el resentimiento nace en aquellas personas que en su niñez tienen que esforzarse en vano por lograr el cariño de sus padres, o no fueron reconocidos como hijos generando toda clase de inseguridades en su alma. Se trataría, por tanto, de un fenómeno directamente vinculado a una expectativa frustrada, a un deseo de sentirse amado que no se cumplió.

 La vida de un recién nacido "está en las manos de su madre, en gran parte”. Ese acto de amor confiado es clave de una buena actitud frente a la vida, y se alimenta de lo profundo del alma, del amor de madre, semejante al acto de amor de Dios mismo cuando nos creó.

 Se entiende, por tanto, que, para el hombre resentido, Dios sea alguien cruel que se complace en el sufrimiento de su creatura y que le abandona a su suerte.

 Una persona resentida se siente engañado por la vida, y ve su mundo como lo peor que les tocó, porque creen que los demas disfrutan de un mundo más pleno y perfecto que el suyo.

 Ahora bien, si el resentimiento ya nos tiene atrapados, ¿cómo liberarse de él y volver a confiar en sí mismos y en el amor de los demas?

 En efecto, el mero intento de rechazar el resentimiento no trae afecto ni amor a la persona, se hace necesario emprender un camino de crecimiento espiritual en donde la persona va aprendiendo a confiar en Cristo, en la gente y en sí mismo, de tal forma que vaya sanando su corazón con el amor de quienes lo rodean y lo ayudan. Este proceso es como un tratamiento afectivo amoroso y de fe, parecido a un tratamiento sicológico, pero desde las bases espirituales cristianas.

 Por ejemplo, prestar servicio social ayuda a adquirir un sentimiento de seguridad y confianza interior, que exalta nuestra propia existencia, el solo hecho de poder dar algo nuestro al otro, va llenando de amor el corazón humano, porque nos hace sentir útiles. Ese sentimiento de seguridad, de plenitud vital que caracteriza al cristiano, nos lleva a querer amar.

 La decisión del hombre resentido de cerrarse a toda forma de amor, al ser finalmente un rechazo a su orientación última a Dios, es causa de un profundo sufrimiento. La culpa de este hombre, como la de todo hombre que obra mal, reside en la lejanía con su Creador. Es precisamente esta lejanía la que lleva al hombre a arrepentirse, a realizar aquel acto por el que puede renacer a la vida y reencontrarse con su Creador.

 Solo el asombroso amor paterno que brota del corazón de Dios hacia el hombre, puede llevarnos al reconocimiento de nuestra necesidad de Amor y comunión con Dios, es decir, es un acto de amor de Dios el que puede restaurar la amistad y la confianza perdida. Esa es la ofrenda o donación amorosa de Dios para el hombre, y se llama “Jesucristo”.

 En la Persona de Cristo se pone de manifiesto el amor de Dios hacia el hombre, el sacrificio de Cristo tiene origen en el Amor de Dios por toda la humanidad. Jesucristo nos muestra que la respuesta a nuestras debilidades es el perdón, un perdón que halla su fuente en el corazón del Padre en donde pudo encontrar el consuelo al dolor del abandono, de la humillación y de la mentira.

 La redención es el intento de Dios de reconciliar al hombre con El, de renovarle su confianza, de ofrecerle nuevamente su amistad y acercarle a su Vida.

 Es aceptar que nuestra existencia es la misma existencia divina de Jesucristo, que en el somos nueva creación.

 Es desde la perspectiva del amor que el resentimiento puede hallar la posibilidad de superación. No en virtud de una decisión personal, sino de la fuerza del amor obrada en la encarnación, que expresa el deseo de Dios de "poner su morada entre nosotros”.

 Juan 1,14: La Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros, lleno de generoso amor y verdad. Vimos su esplendor, ese esplendor que pertenece al Hijo único del Padre.

 Sólo a partir de la fe que procede de Dios se puede perdonar lo que la naturaleza humana considera imperdonable.

  

Jesucristo te ama y te bendice.

                                                                                                                                 JoseFercho ZamPer

 

 

 

 

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