sábado, 25 de junio de 2016

La filosofía y la religión.


¿Quién debería ayudarnos a entender la vida, la filosofía o la religión? 
En estos tiempos modernos, la era del internet y lo inalámbrico, se mueve tantísima información que, nos enloquecemos tratando de asimilar algo de ella.
Deberíamos tener herramientas que nos ayuden a pensar y a formar nuestro espíritu, de una forma amena y útil para los seres humanos.


Resulta que la filosofía nos deja muchas veces en un estado de incomprensión tal, que  pensar se hace difícil. Pero la religión nos mete en un periodo de crisis de tal forma que nos devuelve miles de años.
De modo que para hablar de filosofía, o de religión, tenemos que leer y releer una cantidad de obras, tratados, autores; toda una serie de vivencias antiguas que para nosotros nos dice muy poco. 
Supuestamente la filosofía nos ayuda a analizar y pensar, lo mismo debe hacer la religión que nos muestra a un Dios perfecto y sabio. 


Pero extrañamente vemos como ellas nos han convertido en unos subversivos locos, que deambulan por el mundo sin ningún propósito de enmienda. Sin darle importancia, ni consideración al ser humano. 


Sus actividades solo son cuestionar y juzgar al ser indefenso y escaso de verdad, sus interlocutores no tienen ninguna respuesta a las preguntas sencillas de la vida, mucho menos a las grandes incógnitas del hombre. 


Lo que si vemos claramente es que  no se tienen respuestas correctas, ya que no hay contestación definitiva a los enigmas de la vida misma, menos a lo del más allá.  
En mucho, solo somos unos charlatanes, hacemos preguntas y más preguntas, esperando quedar bien como pensadores, pero sin deseo verdadero de aprender.


Hay muchas preguntas sin respuestas, pero las hacemos muchas veces con el fin de hacer quedar mal al otro, en el caso de los dogmas, queremos liberar nuestra razón, dándole rienda suelta a explicaciones tan asfixiantes como la misma duda.


El ¿por qué y para qué?, a todo lo expuesto, se hace cada vez más insoportable, queremos entenderlo todo sin escudriñar nada, sin la experiencia de lo vivido. Solo por la satisfacción de preguntar para hacernos sabios, ya que andamos con un signo de interrogación en la cabeza.
Muchos nos hacemos discípulos de otros que piensan, pero solo heredamos el deseo de búsqueda, los conceptos de verdad, mas no llevamos a la práctica nada de lo expuesto. Las exigencias de la vida nos hacen víctimas de cosas absurdas y sin sentido práctico, condenándonos a un suicidio o muerte espiritual.


Pretendiendo hacernos sabios, terminamos siendo unos necios, pues casi siempre terminamos metiéndonos en razonamientos políticos, pervirtiendo así a las juventudes con deseos de aprender, llevándolos a unos estados de ateísmo pero llenos de dioses inútiles.
La gran mayoría de los pensadores útiles, terminan en el exilio por parte de sus propios congéneres y amigos, debido a que pensar para muchos es nocivo para su salud, entonces condenan con juicios peores que la cicuta, y los sentencian a la picota pública de sus ideas y pensamientos.
Nos escandalizamos por el pensar de los otros, pero nos mantenemos dentro de una crisis moral y política donde ninguno respeta ni conoce lo que es la moral ni la justicia, mucho menos el respeto por la verdad. 


Cada día se abren nuevas iglesias, nuevos colegios y academias del saber, tanto moral como religioso, destinados a ofrecer educación o formación a un pueblo necesitado de conocimientos, ávido de sabiduría; pero en lo general se termina contaminando con ideas falsas o retrogradas a sus miembros, pues con tantos problemas en este mundo, nunca se dan respuestas concluyentes a sus necesidades, solo retórica.


Envés de dar solución a los problemas reales de la vida, como son: la salud, la educación, el empleo, la paz, etc., todo se queda en meros diálogos que solo contienen  teorías e ideas, eternas y universales. 


¿Cómo ver «con el ojo de la razón», todo aquello que no es lógico?
¿Cómo saber qué es justo y qué injusto, si todo lo vemos desde el punto de vista de la ley?
Así pues, hay ideas y razones suficientes en este mundo como para nunca estar de acuerdo y hacer algo real o verdadero por los demás, pero debemos alcanzar algún consenso que muy a pesar de las diferencias, nos lleven a hacer realidad en este mundo todo lo bueno que pensamos.


En campaña política, cada candidato expone sus grandes ideas de gobierno, expresando con gran fanfarria, todo lo bueno que va a hacer por el pueblo, pero al final, los votos son los que dan un ganador, y así, se extinguen, expiran todas su buenas ideas de servir.
Esto advierte que las ideas son estáticas e insuficientes, pues no se conectan unas con otras. 
Si hay varias personas con ideas de servir en algún momento de su vida, ¿porqué cuando uno de ellos tiene la oportunidad de hacerlo, no lo hace? ¿Por qué los que no ganaron la elección, no siguen siendo desinteresados? 


¿No será que depositamos la esperanza en un orden político justo y armonioso para con el pueblo, y al momento de hacer parte de ese orden, nos desordenamos y actuamos contrario a lo ordenado por el ordenamiento jurídico?


Somos muy simplistas al pensar en la posibilidad efectiva de una sociedad justa. Esperamos en el estado y su orden político, desconociendo que ese estado lo conforman las personas que allí pertenecen, bien sea  por mandato o por elección.


Y ¿Dónde está la religión o la filosofía para darle sabiduría al estado? Están bastante alejados de la realidad, de la vida social, de la convivencia humana. 


Solo buscan reflexionar sobre el mundo, sobre lo meramente material, sin que esas reflexiones permitan mejorar la convivencia y el bienestar de los seres humanos. 
En estos momentos de diálogos de paz, sí que cae bien una verdadera justicia, es decir, que cada cual tenga lo que necesita para vivir en paz, como: trabajo, alimentos, educación, salud y todo aquello que lo lleve a una vida digna, y no solo buenas intenciones.


Los seres humanos olvidamos con gran facilidad que las personas, aunque nacemos solos y morimos solos, somos sociedad, que necesitamos de compartir la vida y los bienes con los demás. 
Sabemos que somos distintos unos de otros, pero que somos iguales, todos de una misma especie, la especie cavernícola animal.


La mayoría de nosotros estamos sumergidos en el fondo de la caverna, sometidos a ver solo sombras. Como dijo mi amigo Platón: «Una vida sin examen no merece la pena ser vivida». O sea, una vida de rutina, entre las sombras, sin libertad ni sabiduría, ¿qué vida puede ser? 


 Las filosofías sólo tratan de explicar la naturaleza física, las religiones solo tratan de explicar la naturaleza espiritual, pregunto ¿Acaso Jesucristo no vino a unir esas dos posiciones? ¿No vino a acercarnos el reino de Dios a este mundo?


Los enemigos del hombre son: la filosofía y la religión, ellas, tanto juntas como cada una, nos llevan a deambular entre las ideas y la información, sin acercarnos a ningún puerto seguro donde poder guarecernos de las tormentas de la vida.
Muchos son estudiosos del lenguaje de la persuasión, y llevan a los ciudadanos a convencerse de no serlo, de no merecer el favor del estado ni de Dios, por lo cual hay tantos ciudadanos de segunda y tercera categoría.  


Maestros de prodigiosa sutileza, con sus blancas y relucientes sonrisas, fingen ver una justificación de la fuerza bruta del estado sobre sus conciudadanos, manteniendo así una sociedad desigual, donde cualquier expresión de injusticia, es tratada como mera falta de tolerancia entre sus miembros, muy a pesar del grado de corrupción y maldad de los integrantes del estado y sus gobernantes.
La filosofía se opone desde sus orígenes a las creencias religiosas y busca explicaciones alternativas, no sólo en el mundo físico, sino también en el espiritual. 


La misma existencia de Dios es negada y considerada irrelevante para el transcurso de los acontecimientos humanos, tal como sostuvo Epicuro. 
Somos los humanos quienes creamos dioses a nuestra imagen y semejanza, y no al revés. Esto debido a la necesidad de un dios, algo superior a nosotros mismos, para tratar de darle explicación a lo inexplicable.


Pero los dioses que nos creamos son meramente pedazos de madera, o de metal, así como también, son humanos decadentes como los artistas o deportistas, en su mayoría drogadictos, borrachos y homosexuales, o depredadores sexuales, sobre todo contra los niños. Esos son en su mayoría los dioses que el ser humano se inventa. 


Mientras que al Verdadero Dios, nadie lo conoce, pues no le interesa hacerlo, ya que El exige fidelidad, entrega, servicio y darse por completo a una vida digna y pura.
Los teólogos, en su mayoría no son creyentes, sino científicos de la religión, muchos otros son filósofos, razón por la cual no entienden verdad de Dios, sino de religiones o de filosofía, o de los usos teológicos de la filosofía. 


Los teólogos o maestros de la ley, como los llamó Jesucristo, suelen mostrar un desagrado por las personas más necesitadas, los tratan con desprecio, ya que en su mayoría son gente sin estudios y sin dinero. Pero sí son amigos de los ricos.


La mentalidad religiosa no es más que mitos y leyendas, huecas y vanas filosofías, tan aterradoras como útiles para mantener al pueblo idiotizado, y cautivo a sus afanes de fama y riquezas. Lo extraño es que los grandes intelectuales nunca se han atrevido a liberarse de esa opresión, seguramente porque están demasiado ocupados tratando de demostrar la inexistencia de Dios.
¿Cómo aceptar que Dios existe, y que nos hizo libres a todos para seguirlo o no?
Las personas con ideas socialistas dicen que todos somos iguales, pero en la práctica hay tantas diferencias como en los capitalistas. 
Según la necesidad de los pueblos se demanda de los que gobiernan un manejo especial de las riquezas de la nación.


El amor y la justicia mantienen unidos cielo y tierra, a dioses y hombres.
Por encima de la sabiduría del hombre está la verdad de Dios, pero ésta se les oculta a los hombres que practican la ambición.


La verdad de Dios supone el buen juicio del hombre, pero éste, rara vez acude en búsqueda de ella.  Aun sabiendo que esta relación solo nos reporta beneficios  a los hombres.
Esta cuestión de la igualdad y la desigualdad, en términos de la filosofía y la religión, se han planteado desde épocas milenarias, sin que hasta el día de hoy hallen lugar de reposo en el corazón de los hombres, solo es cuestión de sermones y conferencias.  


Quien nace libre, puede seguir siendo libre, pero quien nace esclavo también sigue siendo esclavo. ¿Quién podrá liberarnos de un corazón mezquino y esclavo de las pasiones?
¿Será que el poder de las armas y su violencia pueden llegar al corazón de cada uno, y así quitarle las cadenas de amargura, rencor y dolor que le han dejado toda una vida de injusticias?
Esto puede tardar un poco más de tiempo y esfuerzo que el deseado por la leyes de los hombres. 
Cuando vuelva la luz del día a nuestros corazones, será necesario tener un pastor que nos guie, un maestro que nos instruya en toda clase de disciplinas y ciencias, según conviene a un hombre libre.
Al esclavo, cualquier hombre libre puede castigarlo, pero el libre tiene garantías que aseguran su protección. 


Desde el principio de la humanidad, la razón del gobernante supone buen juicio para su pueblo, pero ellos ahora prefieren reservarle el buen juicio al dios estado, por medio de las leyes, haciendo estéril así la frescura y espontaneidad del ser humano.
Para poder entender a los grandes filósofos se necesita de estudiosos y especialistas, pues sus comentarios nos dejan bastante desconcertados. No se les entiende el por qué de lo que dicen ni qué problemas tratan de resolver. Por tal razón no han resuelto nada, ya que tampoco estaban interesados en los verdaderos asuntos del hombre.


Necesitamos ser amigos de la verdad, más que de las ideas o teorías.
Todo lo que hacemos, cuando se hace sin fe, sin seguridad o sin voluntad, por obligación o por quedar bien, entonces este acto no es bueno, es pecaminoso.


Creo que estos actos invalidan por completo el bien que se desea lograr, si obramos con arrogancia o sin amor, esa indiferencia reduce drásticamente el valor de nuestros actos.
La filosofía y la religión, frente a las necesidades del ser humano terminan siendo pura palabrería barata, huesos secos, sin vida. No solucionan nada, solo dan expectativas al hombre para seguir averiguando quien es y para qué sirve.

Jesucristo te ama y bendice
JoseFercho ZamPer 


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