sábado, 11 de octubre de 2014

Y al pobre, ¿quién podrá redimirlo?

Al limosnero hasta la ropa le quitan y los hacen dormir desnudo, sus pequeños no se sacian de pan, pues les quitan el pecho a los huérfanos.

Por la pobreza y el hambre huyen a la soledad, a lugar tenebroso y desierto.

Hombres sin nombre, la noche taladra sus huesos.

Me presento ante ti, y no me atiendes. Clamo y no me oyes.

El hombre en desgracia no tiene alientos ni para tocar la flauta, y si sopla de ella no sale melodía sino lamentos.

Caminaban de noche y no conocieron sus caminos, no sabían por dónde iban.

La sequía y el calor les arrebatan las aguas, teniendo sus fuentes de agua, mueren de sed.

A estos hasta el seno materno los olvidó. El temor está con ellos.

¿Cómo se justificará el hombre ante Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?

¿Quién ha ayudado al que no tiene fuerza en sus brazos?

¿Qué consejo has dado al ignorante, cuanta sabiduría le has trasmitido?

El entendimiento hiere mi arrogancia. Cuán leve es el susurro de la sabiduría.

¿Qué esperanza tiene el pecador? ¿Oirá Dios su clamor cuando la tribulación viniere sobre él? ¿Se deleitará en el Señor e invocará su nombre?

Tú qué dices conocer a Dios, ¿Por qué te has hecho tan vano?

Aunque amontones plata como polvo, y edifiques casas como el comején, rico te acostarás, pero despertarás y tus ojos ya nada verán, porque has puesto tu confianza en la vanidad.

De la tierra brota el pan, mas ¿dónde se hallará la sabiduría, dónde está el lugar de la inteligencia? La sabiduría es mejor que las piedras preciosas.  He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia.

La bendición del impío vendrá sobre mí, y al corazón triste llegará la alegría.

Somos los ojos del ciego y los pies del cojo.  Somos consuelo del que llora.

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