Nosotros los seres humanos nos mantenemos
más tiempo en el mundo que en el espíritu, por tal razón, nuestro mayor actuar
esta dedicado a las cosas del mundo; o como dice la biblia, vivimos en Egipto,
y salir de allí es cosa seria.
Después de tantas dificultades, por fin un
día escuchamos una voz que nos invita a salir, a escapar del mundo, a buscar a
Dios.
Se nos dice también la clave: “Jesucristo
es la salvación”
La salida de Egipto, solo puede ser obra del
Señor, nosotros solo podemos disponer nuestro corazón para su obrar.
Con toda certeza, Él camina con nosotros y
nos guía por sus sendas de justicia. Su presencia, aunque misteriosa, nos acompaña
de día y de noche, es decir, siempre.
Igual que todo lo hecho por Dios, la
palabra del Señor dirige la vida de los creyentes. Esta palabra nos transforma y capacita para enfrentar
toda clase de dificultades que van apareciendo en el caminar por la vida espiritual,
la cual se asemeja a una travesía por el desierto; donde creemos estar solos.
Las dificultades hacen parte, y le dan sentido
a ese caminar, que no es más que la misma vida en Cristo. Una vida de fe y
esperanza en la promesa de libertad y salvación para todo aquel que cree.
La hora
de la verdad.
Ya en el camello, el tiempo del viaje no está
en nuestro reloj, ni depende de la velocidad del dromedario en el que estemos
montados, tampoco de las condiciones del clima; aquí se combinan una gran
cantidad de circunstancias tales como: nuestra disponibilidad de tiempo para
Dios, la gravedad de nuestras acciones, la fe y confianza que tengamos en su palabra,
y un resto mas de componentes, hasta llegar a lo que llamamos, “El tiempo de
Dios”, lo que en definitiva parece ser, lo definitivo.
Debemos considerar el poder de la oposición
que plantea el Faraón, él, en definitiva no nos quiere dejar ir. Y si nosotros
somos capaces de escapar, él nos perseguirá con sus seiscientos carros, y sus
miles de soldados montados y a pie; como sea nos perseguirá, de nosotros
depende que nos atrape, o que en definitiva nos podamos escapar.
La historia de salvación nos pone de
manifiesto que el enemigo, el diablo, no se va a quedar quieto, ni mucho menos
tranquilo, en el momento que uno de los suyos se quiera ir con Dios. Cuando
Dios empieza a actuar en una persona, el Faraón pone en acción a todo su ejército
para poner en jaque al pueblo de Dios.
Si el enemigo quiso tentar a Jesucristo, justo
en el momento de realizar su obra redentora, lo seguirá haciendo con la
Iglesia, cada vez que alguien quiere convertirse en un verdadero santo, un
hombre de Dios, el infierno se enciende contra él, para impedir que se realicen
los planes de Dios.
No es raro escuchar frases como: ¿por qué
quieres abandonar tu vida para seguir a Dios? ¿Déjame en paz, no quiero salir
de aquí?
Sabemos que la esclavitud es lo peor, pero
la falta de fe nos lleva a la esclavitud.
Juan
8:6 dice: Así que si el Hijo los libera, serán
ustedes verdaderamente libres.
Cuando Dios interviene, las cosas parecen
ir a peor. Pero es que al Señor le agradan las cosas bien hechas, por lo que
primero destruye lo que está mal hecho, y luego las hace bien, en este proceso
es donde muchos se asustan y huyen, se vuelven atrás, a Egipto.
Pero si insistimos, “El Señor peleará por nosotros,
nos dará fuerzas para no caer en la tentación, y obtendremos la victoria que
vence al mundo, la fe; Jesucristo.”
La palabra de Dios, pone en acción al
mundo, es palabra eficaz, actúa con poder. Jesucristo es el protagonista de
esta obra de salvación.
La salvación es pasar de muerte a vida, del
dominio de Satanás, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
La salvación no es una teoría, es una
realidad ya experimentada. Si la alegría y la alabanza no brillan en nuestra
vida, deberemos preguntarnos si la salvación ha entrado en nosotros.
Pues la acción de Dios en nuestras vidas es
lo más grande que podremos obtener, las riquezas de este mundo no se comparan
con el obrar del Señor, la libertad y el amor de Jesucristo.
El milagro de la salvación es la obra más
poderosa para los hijos de Dios, sin embargo, a muchos de nosotros nos
pareciera mejor las bendiciones de este mundo. Es que deambular por un desierto
por 40 años, como le ocurrió a los israelitas, no parece nada emocionante; pero
debemos tomar muy en cuenta, que sin desierto no hay tierra prometida, sin
purificación no hay redención.
Jesucristo
te ama y te bendice.
JoseFercho
ZamPer
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