La palabra visión es una de las más significativa
en la Biblia, y se refiere a la capacidad de ver más allá de lo que los ojos
físicos pueden percibir, se mencionan en muchos libros tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento.
Según la etimología de la palabra, visión
proviene del latín "visio", que significa "ver con los ojos de
la mente".
En la Biblia, la visión se utiliza para describir
una experiencia espiritual en la que alguien ve algo que normalmente no sería
visible, como un mensaje de Dios o una revelación divina.
En el Antiguo Testamento los profetas y los
patriarcas experimentaron visiones que les mostraron el plan de Dios para la
humanidad. Por ejemplo, el profeta Isaías tuvo una visión en la que vio al
Señor sentado en un trono rodeado de serafines (Isaías 6:1-7).
También se dice que Moisés tuvo una visión de la
zarza ardiente en la que Dios le habló y le dio instrucciones para liberar a
los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto.
En el Nuevo Testamento, la visión se relaciona
con la revelación divina que se le dio a los apóstoles y a otros seguidores de
Jesús. El apóstol Pablo tuvo una visión en la que vio al Señor y recibió la
misión de llevar el evangelio a los gentiles (Hechos 9:3-9).
También se dice que el apóstol Juan tuvo una
visión en la que se le revelaron los eventos finales de la historia del mundo
(Apocalipsis 1:9-20).
La visión en la Biblia no se limita a los
profetas y los apóstoles, sino que también se extiende a todos los seguidores
de Dios.
En el Salmo 119:18, el salmista pide a Dios que
le abra los ojos para que pueda ver las maravillas de su ley.
En 2 Corintios 4:18, Pablo anima a los creyentes
a fijar la mirada en las cosas que no se ven, ya que las cosas que se ven son
temporales, pero las que no se ven son eternas.
Como creyentes, debemos buscar la visión de Dios
para nuestras vidas y fijar nuestra mirada en las cosas eternas.
Isaías 6:1-4: Isaías tiene una visión del Señor
sentado en su trono, elevado y sublime, y de serafines adorándolo.
Hechos 10:9-16: Pedro tiene una visión en la que
un lienzo lleno de animales impuros es bajado del cielo, y se le dice que mate
y coma.
Hechos 16:9-10: Pablo tiene una visión de un
hombre macedonio que le ruega que vaya a Macedonia a ayudarlos.
Apocalipsis 1:12-16: Juan describe una visión de
Cristo glorificado, con ojos como llama de fuego y un rostro que brillaba como
el sol en su fuerza.
Estas son solo algunas de las muchas visiones que
se mencionan en la Biblia. Cada una tiene un propósito y un mensaje específico
que se comunica a través de imágenes y simbolismos poderosos.
Lo cierto es que, Dios espera que estudiemos las
Escrituras.
El apóstol Pablo escribió, “Porque las cosas que
se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por
la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos
15:4).
Por ende, sería bueno tener algún conocimiento
del Antiguo Testamento antes de estudiar el libro de Apocalipsis.
Por ejemplo, los siete candelabros de oro en
Apocalipsis 1, Zacarías tuvo una visión similar en el capítulo 4 de su libro.
La visión de Juan de un “cielo nuevo” y una
“tierra nueva” (Apocalipsis 21:1), en Isaías 65 y 66 usa tal lenguaje.
Estos libros se escribieron en un tiempo de
opresión y dominio extranjero cruel, y Apocalipsis se escribió cuando los
romanos oprimían a los cristianos, los profetas Isaías, Ezequiel y Daniel
escribieron cuando la dominación babilónica oprimía a los judíos.
Existen muchas similitudes entre Apocalipsis y el
Antiguo Testamento.
La «ciencia» de Jesús, o la inerrancia y la
universalidad del mensaje bíblico.
La lectura de la Biblia nos va mostrando el
camino y nos ha forzado a cuestionarnos cuándo, cómo o donde nació la
espiritualidad o la fe.
Estoy convencido de que la palabra de Dios se
hace vida en una persona en la medida del contacto o de la experiencia que
tenga con Jesucristo.
En los últimos tiempos, muchos han anunciado
visiones que para nada coinciden con la palabra de Dios, y poco a poco han
llevado a que la gente se aparte de su experiencia de fe.
Cuando en oración Dios nos muestra algo, un
acontecimiento concreto, debemos tomarlo en cuenta y pasar tiempo buscando la
revelación especial de tal situación, no actuar a la ligera, pues también
existe nuestra imaginación o deseo que algo suceda.
Jesucristo evoca en las Bienaventuranzas el salmo
37: «Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra» (Mt 5, 5), y
la carta de Pedro (1 Pe 3, 15) se hará eco de «los cielos y la tierra nuevos»
anunciados en Isaías (Is 65, 17; 66, 27).
El día del Señor es el primer anuncio de una
intervención divina como una fecha de gozosa esperanza.
El estilo vibrante y lleno de metáforas fogosas
muestra que el día del Señor está próximo, que alcanzará a quienes solo esperan
riquezas y bienes materiales a pesar de su conducta impía.
Poco a poco se va adquiriendo interés en Dios por
su relación con su pueblo como base de la fe de cara al futuro.
«Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
se abrirán los oídos de los sordos; entonces saltará el cojo como un ciervo y
la lengua del mudo lanzarán gritos de júbilo»
¡Regocijo y alegría los acompañarán, penas y
suspiros se alejarán!»
“No hay mal que por bien no venga”.
La pandemia del coronavirus ha dejado a muchos
preguntándose si ya viene el fin del mundo, debido a todas las tragedias que
surgen de allí. Donde muchos se quedaron sin empleo, sin hogar y al borde la
indigencia.
Como resultado del libre albedrio o voluntad del
hombre nos lleva a consecuencias destructivas y a la muerte.
La vida del hombre tiene un sentido, y su muerte
también.
La pandemia trae consigo la oportunidad para
apreciar la vida familiar y las amistades, cosas que damos por hecho.
En estas situaciones llegamos a sentir aprecio,
gratitud por cosas que en otras condiciones poco apreciamos como la salud, la
amistad, etc.
Tenemos que aprender de las experiencias, sobre
todo de las más difíciles.
JoseFercho ZamPer
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