Me faltó
amarme,
en vez de
esperar a que otros lo hicieran por mí.
Mateo
22:37-39
—“Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”
—respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El
segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.
La fuente de
nuestro amor es Dios.
En este
mundo hay muchas cosas que nos atraen, que mueven nuestro corazón, tales como; el
dinero, la fama, la posición social y de poder, etc.
No somos consciente
de que esos amores en nosotros mismos nos perjudican. Cuando Dios nos dice que el
más grande mandato hacia nosotros es que lo amemos por encima de todo lo de
este mundo, es porque sabe que solo con su amor yo puedo vivir en amor.
Él tiene la
intención de satisfacer esa demanda por nosotros, en 1 Juan 4:19 dice: Nosotros
le amamos a él, porque él nos amó primero. Significa que nuestro amor por
Dios se origina de Dios mismo, igual que el amor a los demás.
El amor no
es sólo un sentimiento, es una decisión que yo tomo con conocimiento. Y decido
amar a Dios, a mí mismo y a los demas. Por tanto, en la medida que disfrutamos
del amor de Dios, lo amamos cada vez más y así, podemos con su amor por mí,
amar a la pareja, a los hijos, a la familia y amigos con ese amor que siento
dentro de mí, el cual viene de Dios.
Nuestro
corazón incluye nuestra mente, voluntad y conciencia. Nuestros sentimientos,
pensamientos, decisiones y el sentir de condenación o culpa que sentimos cuando
hemos hecho algo malo, todo esto surge de nuestro corazón. Pero sabemos que amamos
muchas otras cosas aparte de Dios, lo que nos impide ver y sentir el amor de
Dios.
Como vemos, tenemos
nuestros propios sentimientos, opiniones y decisiones que son independientes de
Dios, pero cuando tomamos conciencia de esto, abrimos las opciones a lo
espiritual y sus sentimientos llegan a ser nuestros sentimientos y sus
decisiones llegan a ser nuestras decisiones.
Cuando ponemos
nuestro corazón al servicio del Señor, nuestra alma, nuestra mente y nuestro
cuerpo lo seguirán. De esa manera el amor del Señor impregna nuestro corazón y
alma, así, todo nuestro ser se verá afectado por El. Entonces nuestros intereses
o tabla de valores comienzan a alinearse conforme a la voluntad de Dios.
Nuestra experiencia.
Siempre esperamos
que mamá, papá, hermanos y los amigos nos abracen, nos besen y nos digan que nos
quieren o nos aman, pero casi nunca lo hacemos nosotros.
De
adolescentes esperamos agradarle a los demás, en la escuela o colegio, o en
cualquier grupo de personas a donde pertenezcamos.
Así llegamos
a formar pareja con alguien, y esperamos que él o ella sea atento, romántico, amable
y cariñoso; y muchas veces, nos quedamos esperando tal acción.
Las chicas
por lo general esperan; las flores, los chocolates, las serenatas, las noches
románticas en el noviazgo y de casadas; pero a veces, tampoco llegan, o muy
escasas veces.
Por lo
general, todos hemos sido formados en medios de muy poco afecto y amor, al
menos de forma demostrable. Si no tomamos conciencia de ello, cuando menos nos
percatemos nos veremos solos y sin nadie que nos diga o nos haga sentir
valiosos o queridos.
A nuestro
alrededor siempre hay gente, (a menos que vivamos solos en el campo); pero, en
realidad, siempre hay quien nos ame y nos valore, pero lo verdaderamente
importante es “hacerlo con uno mismo”.
Cuando uno
se ama a sí mismo, lo puede hacer con los demás, y lo expresa con hechos y con
palabras.
De hoy hacia
adelante, quiero sentirme seguro del amor de Dios por mí, de su perdón por
todas mis faltas y agravios cometidos, me aferro a su amor y al amor que tengo
para mí mismo y para otros, y sin egoísmos.
“Señor Jesucristo,
hoy quiero amarte con todo mi cuerpo, alma y espíritu; amarme con tu amor a mí
mismo y a los demás, de tal manera que todos los días pueda disfrutar del verdadero
amor que viene de ti a raves de los demás y de toda tu creación. Amen.
JoseFercho ZamPer
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