Adquirí un terreno en una ladera fértil. Lo cerqué, are sus tierras, y planté un cultivo de cereales escogidos, con el deseo de obtener buenas ganancias.
¿Pero que
obtuve? Los vecinos se enamoraron de mi cultivo, tan pronto como comenzó a
producir, comenzaron también ellos a robar lo que iba dando, dañaron las cercas
y hasta los animales se metieron a comerse mi cosecha.
Yo pensé.
Eso debe ser porque a ellos les ha ido mal en sus fincas.
Han
trabajado duro, pero sus cosechas se han dañado. Entonces hablé con todos
ellos, uno por uno, sobre la situación
allí presentada. Cada uno me comentó la situación de necesidad por la que
estaba pasando, como sus hijos pasaban hambre y que su esfuerzo por obtener
buena producción no era suficiente para lograr cubrir sus gastos.
Me condolí
de ellos y les propuse trabajar en comunidad, en asocio para así unificar
esfuerzos y poder arreglar sus tierras y mejorar sus cultivos, yo entendí que
ellos habían aceptado el acuerdo. Pero los hechos mostraban algo distinto.
Volví a cercar
y ha arar mis tierras, lo mismo hice con las de ellos, todos esperaron
pacientemente hasta terminar. A la hora de sembrar, ninguno tenía tiempo para
trabajar, querían que les entregara sembrado el terreno. Y así lo hice, pues
pensé que era mucho esfuerzo para sus brazos cansados y estropeados por el paso
de los años.
Como yo
tenía alguna maquinaria, me era más fácil trabajar sin agotarme tanto. Pero
puramente ellos no querían colaborar con nada, les pedí semillas y no tenían,
se habían comido todo lo recogido en las cosechas anteriores. Pregunté si
tenían algún tipo de abono, y tampoco.
Ya no sabía
ni que pensar de tal situación, entonces volví al pueblo y retiré mis últimos
ahorros, los cuales eran el resultado de toda una vida laboral, pues desde
joven tenía la ilusión de hacer lo que estaba tratando de hacer, y era tener
una granja productora de cereales y animales para alimentar a muchos en la
ciudad, y desde entonces estaba ahorrando cada centavo posible, para comprar la
tierra y así realizar mis sueños.
¿Qué más
podía hacer por ellos, que no hubiese hecho? Me preguntaba. Como esperando una
respuesta del cielo.
Les mostraré
lo que entendí acerca de la gente de allí y el porqué de la situación en que
vivían.
Ellos
aprendieron a trabajar la tierra como sus padres lo hacían desde muchos años, o
sea desde siempre. Y así lo seguían haciendo.
Esto no
estaba nada mal, pero como sabemos, los tiempos cambian y todo se acaba, las
tierras pierden su fertilidad en la medida que cultivamos y no reponemos los
nutrientes extraídos de allí a través de las cosechas recogidas, y de las malas
prácticas de cultivo, pero esto no lo sabían ellos, pues nunca tuvieron ese
conocimiento, ellos creían que como veían la tierra ahí, todavía ella debía
producir. Pero la tierra es un ser vivo como lo somos nosotros, y también
necesita alimentarse para poder vivir y ser fructífera.
-
No debemos pensar siempre como los demás piensan, es necesario
aprender cada día algo nuevo, interesarnos por nosotros mismos y por nuestro
entorno, para alcanzar así buenos y mejores resultados.
Qué había pasado.
La tierra se
había convertido en su dios, en su única posesión, por lo tanto la adoraban y
la respetaban a tal punto que hacer algo por ella era como una ofensa, como si
subestimaran su poder de dios, su capacidad de producción, y se habían
acostumbrado a que ella les diera de comer, pues ella, la madre tierra, era la
que respondía por sus hijos. Así las
cosas, ellos se habían acostumbrado a pasar hambre, pues creían que esa era la
voluntad de la tierra o sea de la madre, la que les había dado la vida, la que
respondía por ellos.
Se habían
resignado a morir en su condición de esclavos de un pedazo de tierra, sin
esforzarse demasiado para cambiar sus vidas.
Por ende la
tierra estaba abandonada como cuando uno le retira las cercas o vallados, y es
consumida por cuanto animal pasa por ahí. Las plagas, la maleza, el clima y muchos
otros factores ajenos a ellos, estaban acabando con la única opción de vida que
ellos creían tener.
Quedé
aturdido con esa revelación, ellos vivían en un desierto, en medio de tanta
bondad. Su tierra no había sido podada
ni cavada hacía ya muchas décadas, y crecían allí los cardos y los espinos; y
aun las nubes no derramaban allí sus aguas.
Ciertamente
la viña del Señor Dios todo poderoso, somos nosotros, su pueblo.
Dios espera
que demos frutos, que hagamos producir los talentos o los dones que El, en su infinita
sabiduría nos ha dado. Espera de nosotros justicia, esfuerzo, unidad familiar,
trabajo en equipo, y qué encuentra en su viña, hambre y desolación, injusticia,
costumbrismo, pereza y hasta maldad, y lo peor, lo culpamos a Él, de todas
nuestras flaquezas y de nuestras malas acciones. Decimos, si dios existe porque
pasamos hambre, porque hay injusticia, porque los niños sufren, y muchas otras
cosas peores decimos y pensamos de Dios, como si él fuese culpable de mis
errores, de mi ignorancia.
Después del
golpe recibido con tal enseñanza, empecé
a buscar soluciones.
Me di cuenta
que si quería ayudar necesitaba ayuda, si quería dar, tenía que pedir, y eso
comencé a hacer.
Lo primero
fue reunir a las familias y decirles la verdad, con algo de tristeza les hice
ver el porqué de la situación vivida, esto fue duro y difícil de asimilar, pues
a nosotros los seres humanos nos molestan que nos hagan ver nuestros
errores.
Muchos de
ellos se opusieron a que les ayudara, pues decían que los quería cambiar de
religión, que les iba a quitar sus costumbres y que ellos no estaban dispuestos
a aceptar nuevas formas de ser ni de hacer las cosas, que ellos conocían muy
bien su tierra y sus costumbres y que así habían vivido por muchas generaciones
y que así estaban muy bien.
Vaya lio en
el que me había metido, decía yo para mis adentros.
Muchos en la
vida se dedican a tener casas, carros, negocios y muchas otras cosas, pensando
que eso los hará felices, pero en realidad lo que logran es añadir tristezas y
sufrimientos a sus vidas y sus familias.
Otros tantos piensan que no teniendo nada se ganan el cielo, pero lo que
reciben a cambio es hambre y enfermedades por la falta de alimentos, bienes y
servicios.
La verdad es
que todos por igual un día partimos de este mundo y nada nos llevamos, pero
conforme como hayamos entendido cual es la voluntad de Dios para nosotros
acá en la tierra, o disfrutamos o
sufrimos las consecuencias. Puede que uno se salve, o puede que no, para vida eterna, pero en este mundo la pasa
o muy mal o muy bien, conforme a lo aprendido para la vida, por eso es muy
importante aprender de quien sabe la Verdad, y ese es Dios mismo.
Acaso ¿Habitaréis
vosotros solos en medio de la tierra? Ha
dicho el Señor, que las muchas casas han de quedar asoladas, las grandes y las
pequeñas. Si solo trabajamos para alimentar el vientre, de nada nos servirá
pues no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios.
Entonces ¿el
trabajar es en vano? De ninguna manera, Dios nos dio un cuerpo y hay que
alimentarlo, pero también nos dio un espíritu y este es más importante que el
cuerpo. También debemos alimentarlo con el evangelio de Jesucristo el cual es
para salvación nuestra y de todo aquel que crea.
Si El Señor
te dio un trabajo en una empresa, haz producir ese talento al ciento por uno, o
al sesenta o al menos al treinta por uno, pero hazlo producir, no te duermas esperando que otros
trabajen por ti, pues muy pronto te quitarán lo que tienes y de patitas a la
calle, a sufrir y a llorar por la leche derramada.
Dios te dio
una parcela. Lo mismo, trabájala, labre sus tierras, siembre que comer y
cuídala, que cuando los demás pasen por allí se den cuenta que esa tierra tiene
dueño, que aquí vive uno que está vivo,
un hombre capaz, y entonces deseen entrar y aprender algo de ti.
En esa
región a donde fui a realizar mis sueños, pude ver como la ignorancia nos
incapacita para vivir bien, pues allí en realidad no hacía falta nada, habían
tierras, había agua, y también personas, unos jóvenes, otros adultos y
bastantes viejos de por sí, solo faltaba conocimiento para hacer producir, no
había enseñanza sobre agricultura y ganadería, pero tampoco sabían otras cosas
básicas para la vida. Por eso era normal ver a los niños y ancianos desnutridos
y enfermos, además de las tierras
abandonadas y los pocos animales de corral así como las vacas y ovejas y
demás, flacos y con desaliento.
Aquellas
tierras, las que alguna vez produjeron grandes hombres y mujeres, quienes ayudaron
a edificar una gran nación, con su gran valor y esfuerzo inagotable, ahora solo
eran la sombra de un vago recuerdo, como si se tratara de una leyenda muy
antigua que ya nadie podía recordar.
Pues se habían dedicado a vivir de la historia mas no para la historia,
algo que sucede con frecuencia en nuestras vidas.
Una hectárea
de café solo daba dos cargas del grano, pues estaba lleno de broca, de roya y
hasta la gota lo estaba secando, todo por el abandono en que se encontraba,
pues decían allí que no se podía tumbar ningún árbol del cafetal, que los
castigaban si lo hacían, que dios no los bendecía por acabar con la vegetación.
Si ustedes vieran el cacao, todo chamuscado por la sombra, las ardillas se comían cuanta pepa
salía, los hongos lo estaban pudriendo, y para qué sigo enumerando todas las
tristezas que se paseaban por esas familias, dan ganas de llorar.
Pobres
aquellos que teniendo riquezas, no las disfrutan. Madrugan a trabajar pero no reconocen
ni pueden ver la obra del Señor, ni valoran el trabajo de sus manos. Por tanto, comen su pan con tristeza, se
sienten solos, cautivos por sus temores y su gloria se seca y la multitud padece
necesidad. Porque teniendo un Dios tan
grande y amoroso, prefirieron la gloria de los hombres, y creyeron que sus
antepasados tenían la razón, y que sus enseñanzas eran de sus propias
experiencias y no provenientes de la palabra dada por los enviados del cielo
para edificación de sus vidas.
Como es de
fácil creer que por que obtuvimos algún triunfo en la vida, ya somos unos verracos,
y que nos podemos defender solos. Por
tal razón se nos abre la tarraya y caemos en su interior, la avaricia nos hace
ambiciosos sin medida y caemos como cocos al abismo y hasta allí desciende nuestra
gloria y junto con ella, nosotros mismos, nuestras familias y todo aquel se nos
une.
Y todo hombre
será humillado, y el varón será abatido, y serán bajados los ojos de los
altivos. Pero el Señor todo poderoso exaltado en juicio, y el Dios Santo será
santificado con justicia. Y los corderos serán apacentados según su costumbre;
y extraños devorarán los campos desolados de los ricos. Isaías 5:15-17.
Comencé mi tarea.
Como yo viví
en la ciudad por muchos años, a pesar de haber nacido en el campo, mi
experiencia sobre trabajar la tierra y demás labores del campo era casi nula,
por tal razón necesitaba de lo vivido por los campesinos de la región. Me
dediqué a hablar con ellos a la vez que íbamos trabajando, para de esta forma tratar de entender muchas
de las razones por las que las cosas no funcionaban allí.
Yo había
leído mucho sobre agricultura y ganadería y demás temas del campo, pero como la
mayoría del tiempo de mi labor era en el área de sistemas y computadores,
muchísimas de las cosas que trataba de aplicar no me salían como decían los
libros, la experiencia en la vida me había enseñado que en la práctica se hacía
al maestro, y así fue como aprendí varias cosas en mi trabajo, leyendo y
practicando. Eso mismo hacía en la
finca, además de eso buscaba no cometer los mismos errores por los que ya
habían pasado los que allí vivían.
El deseo de
aprender y el observar con cuidado nos dan paciencia. Si esperamos hasta
aprender, no caeremos tan fácil.
Lo más
difícil es ponernos de acuerdo con los demás. En esto trabajé y trabajé. Y fui
viendo el resultado, pero primero me tocó hacer las cosas a mí solo.
La unión
hace la fuerza, dicen los que saben, y es cierto pues cada vez que se quedaba
enterrado el carro en el barro tenía que
recurrir a una pila de gente para empujarlo y así lo sacábamos del charco. Esto mismo comenzó a funcionar con la
siembra, pues el tractor solo no puede hacerlo todo, se necesita quien tale un
árbol para que entre el sol a la labranza, quien quite la maleza, regar la
labranza en época de sequía, etc. Todas esas cosas se hacen con las manos para
evitar daño a los cultivos, sobre todo en
las tierras quebradas, o no planas, como era nuestro caso.
Que hermoso
es ver cómo cambia el ambiente de trabajo y los resultados, cuando se trabaja
en unidad con los demás, la misma vida se hace sencilla, pues si usted no tiene
algo, otro lo suple y así es en todo. Si uno se cae, el otro lo ayuda a
levantar.
La lengua es un fuego, con ella bendecimos a Dios, y también maldecimos
a los hombres, los cuales son hechos a la semejanza de Dios. Santiago 3:9
Por tanto no
podemos usar los dones dados por Dios, para saciarnos a nosotros mismos, sino
para ponerlos al servicio de los demás, para que den frutos y que todos nos
suplamos. De esta manera Dios dará la bendición a las naciones a las cuales hemos
sido enviados, a las familias donde habitamos; con seguridad que vendrá pronto no
tardará.
Ni el cansancio,
ni la pereza, ni el desánimo, ni ninguna otra cosa nos hará desfallecer ante
las dificultades de la vida cuando hay unidad entre nosotros.
Ni mis
errores ni los tuyos harán que nuestro creador cambie sus designios. Dios es
sabio y el hombre es necio. Fijemos la mirada en Jesucristo el autor y consumador
de la fe.
Muchos dicen
que Jesús fue un carpintero, que no tuvo ni donde recostar su cabeza, que no
nos dejó ni un taburete como recuerdo de su gran obra, - o me dirás que tú
tienes una mesita de noche elaborada por el-, aunque ese era su oficio aquí en
la tierra para ayudar a su familia y para dar ejemplo de trabajo y de amor por
los suyos, su verdadera misión fue la de darnos la salvación por medio de su
muerte y resurrección, labor que creo
que muchos de sus parientes no hemos comprendido.
Para
nosotros los cristianos no debe ser suficiente decir que lo somos, sino que
debemos demostrarlo con hechos. Tenemos que participar de esa vida abundante
que Cristo vino a darnos, y además debemos llevarla a otros.
Creo que estamos
desperdiciando nuestras vidas espirituales encerrados en prejuicios y absurdas enseñanzas
de hombres debido a la falta de conocimiento de Dios.
Ya han
pasado unos cinco años y los cambios son radicales, hay abundancia de todo
bien, y el amor, la amistad y la sabiduría se manifiestan en todo.
Amen.
Dios te siga bendiciendo. JoseFerchoZamPer
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