Con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos, y por eso
hablamos. 2 Corintios 4:13
Oración del creyente.
Mi corazón se alegra en Jesucristo, mi Señor y salvador, en él está mi
fuerza. Nadie es santo como Él; no hay otro como nuestro Dios.
El Señor es Dios y todo lo sabe,
él es quien juzga las acciones. En El, los débiles recobran las fuerzas,
los que antes sufrían hambre ahora viven
saciados.
La que era estéril dará a luz, El Señor da la riqueza y la pobreza; humilla, pero también
enaltece.
Jesucristo Levanta del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para sentarlos en medio de
príncipes y darles un trono
esplendoroso. Él guiará los pasos de sus fieles.
Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Jesucristo mi
Salvador, Jesucristo ha hecho grandes
cosas por mí. Santo es su nombre. Hizo
proezas con su brazo; ha exaltado a los
humildes y a los hambrientos los colmó de bienes, acudió en ayuda de su siervo,
cumplió su promesa y mostró su gran amor por el pueblo, para siempre.
Por todo esto, Jesucristo mi Señor, hoy quiero:
Alabarte, Señor, con todo mi corazón, y contar todas tus maravillas.
Quiero alegrarme y regocijarme en ti, y
cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo.
Porque en ti busco refugio. Mi Señor eres tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno. Tú, Señor, eres mi porción, preciosa herencia
me ha correspondido; tú has cambiado mi
suerte como cambian los desiertos con la lluvia.
¡Cuánto te amo, Señor Jesucristo, mi fuerza, mi roca, mi amparo, mi
libertador, mi escudo, poder que me
salva, mi más alto escondite. Digno de
alabanza eres tú.
Tu palabra es perfecta, infunde nuevo aliento a mí vida. Tu palabra es
digna de confianza: da sabiduría al sencillo. Los preceptos del Señor son
rectos: traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es claro: da luz a mis
ojos. El temor del Señor es puro: permanece
para siempre. Las sentencias del Señor son verdaderas: todas ellas son justas. Son más deseables que el oro, más que mucho
oro refinado; son más dulces que la miel. Quien las obedece recibe una gran
recompensa. Tú Señor, perdonas mis pecados, me libras de pecar a sabiendas; no permites que tales
pecados me dominen. Así me mantienes libre de culpa. Sean, pues, aceptables
ante ti mis palabras y mis pensamientos,
oh Señor, roca mía y redentor mío.
Jesucristo es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a
tranquilas aguas me conduce; me da nuevas fuerzas. Me guía por sendas de
justicia por amor a su nombre. Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi
lado; tu vara de pastor me reconforta. Dispones ante mí un banquete en presencia
de mis enemigos. Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar. La bondad y el
amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré por
siempre.
Examíname, Señor; ¡ponme a prueba! purifica mis entrañas y mi corazón.
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi
vida; ¿quién podrá amedrentarme? Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi
corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza. Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa
del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y
recrearme en su templo. El corazón me
dice: ¡Busca su rostro!» Y yo, Señor, tu rostro busco.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor me recibes en tus brazos.
Tú, Señor me dices: «Yo te instruiré,
yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré
por ti.
Bendigo al Señor en todo tiempo; mis labios siempre te alaban. Mi alma se gloría en el Señor; te oyen los humildes y se alegran. Engrandezcan
al Señor conmigo; exaltemos a una su
nombre. Busqué al Señor, y él me
respondió; me libró de todos mis temores.
Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó
mi clamor. Me sacó de la fosa de la
muerte, del lodo y del pantano; puso mis
pies sobre roca, y me plantó en terreno firme.
Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro
Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo
y pusieron su confianza en el Señor. Dichoso el que pone su confianza en
el Señor y no recurre a los ídolos ni a
los que adoran dioses falsos. Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es
posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y
proclamarlas, serían más de lo que puedo contar.
Dios es mi amparo y mi fortaleza, mi ayuda segura en momentos de
angustia. Por eso, no temeré aunque se
desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante
su furia tiemblen los montes. Sólo en
Dios halla descanso mi alma; de él viene
mi salvación. Sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector. Jamás habré de caer.
Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te
busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra
seca, extenuada y sedienta. Te he visto en el santuario y he contemplado tu poder y tu gloria. Tu
amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alaban. Te bendeciré mientras viva, y alzando mis
manos te invocaré.
¡Aclamen alegres a Dios, habitantes de toda la tierra! Canten salmos a
su glorioso nombre; ¡ríndanle gloriosas alabanzas! Díganle a Dios: ¡Cuán imponentes son tus obras!
Es tan grande tu poder que tus enemigos se rinden ante ti. Toda la tierra se
postra en tu presencia, y cantan salmos a tu nombre. ¡Vengan y vean las proezas de Dios, sus obras
portentosas en nuestro favor!
El que habita al abrigo del Altísimo, mora a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio, mi
fortaleza, Dios en quien confío. Sólo él puede librarme de las trampas del
cazador y de mortíferas plagas, pues me
cubre con sus plumas y bajo sus alas hallo refugio. ¡Su verdad es mi escudo y mi baluarte! No temeré el terror de la noche, ni la flecha
que vuela de día, ni la peste que acecha
en las sombras ni la plaga que destruye al mediodía. Podrán caer mil a mi izquierda, y diez mil a mi
derecha, pero a mí no me afectará. No
tendré más que abrir bien los ojos, para ver el favor del señor. Ya que he puesto al Señor por mi refugio, al
Altísimo por mi protección, ningún mal habrá de sobrevenirme, ninguna calamidad llegará a mi hogar. Porque él ordenará que sus ángeles me cuiden
en todos mi caminos. Con sus propias
manos me levantará para que no tropiece con piedra alguna. Aplastaré al león y
a la víbora; ¡hollaré fieras y serpientes!
«Yo te libraré, me dice el Señor, porque te acogiste a mí; te protegeré,
porque reconoce mi nombre. Te invocaré, y me responderás; estarás conmigo en momentos de angustia; me librará y me
llenará de honores. Me colma con muchos años de vida y me hace gozar de su salvación.»
Canto al Señor un cántico nuevo y alabo su santo nombre; anuncio día
tras día tu victoria en mi vida. Proclamo tu gloria entre las naciones, tus
maravillas entre todos los pueblos. Grande es el Señor y digno de alabanza, más
temible que todos los dioses!
Aleluya ¡Alabado sea el Señor! Doy gracias al Señor, porque él es
bueno; su gran amor perdura para siempre. ¿Quién puede proclamar las proezas
del Señor, o expresar toda su alabanza? Dichosos los que practican la justicia y
hacen siempre lo que es justo.
Doy gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para
siempre. En mi angustia clamé al Señor,
y él me libró de mis temores, me lleva por el camino recto hasta llegar a una
ciudad habitable. ¡Que den gracias al
Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! ¡Él calma la sed del sediento, y sacia con lo
mejor al hambriento!
¡Él hace añicos las puertas de bronce
y rompe en mil pedazos las barras de hierro! Envió su palabra para sanarme,
y así me rescató del sepulcro. Cambió la
tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar. Convirtió el desierto en fuentes de agua, la tierra seca en manantiales; Pero a los necesitados los saca de su miseria,
y hace que sus familias crezcan como rebaños. Quien sea sabio, que considere
estas cosas y entienda bien el gran amor del Señor.
Señor, la gloria, no es para nosotros sino para ti, por causa de tu gran
amor y tu verdad.
A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. No permitirá que mi pie resbale; jamás duerme
el que me cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de mí. El Señor es quien me cuida, el Señor es mi
sombra protectora. De día el sol no me
hará daño, ni la luna de noche. El Señor
me protege de todo mal y peligro. El
Señor me cuida en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre.
Dichosos todos los que temen al Señor,
los que vamos por sus caminos. Lo
que gano con mis manos, de eso como; en Dios hay gozo, dicha y prosperidad. En mi
hogar, mi esposa es como vid llena de
uvas; alrededor de mi mesa, mis hijos son como vástagos de olivo. Tales son las
bendiciones de los que temen al Señor. El Señor me bendice y veo la prosperidad
todos los días de mi vida.
Señor, quiero alabarte de todo corazón, y cantarte salmos delante de
los dioses. Quiero inclinarme hacia tu santo templo y alabar tu santo nombre
por tu gran amor y fidelidad. Porque has exaltado tu nombre y tu palabra por
sobre todas las cosas. Cuando te llamo,
me respondes; me infundes ánimo y renuevas mis fuerzas. Oh Señor, celebro con cánticos tu gran amor
por mí, porque tu gloria, Señor, es grande.
Tú Señor eres excelso, y tomas en cuenta mi humildad. Ante ti expongo
mis quejas; ante ti expreso mis
angustias.
Bendito seas Señor, mi roca, tú adiestras mis manos para la batalla
diaria, tu eres mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite, mi
libertador, mi escudo, en quien me refugio.
Te exaltaré, mi Dios y rey; por
siempre bendeciré tu nombre. Todos los
días te bendeciré; por siempre alabaré tu nombre. Grande es el Señor, y digno
de toda alabanza; su grandeza es insondable.
Aleluya ¡Alabado sea el Señor! Alaben al Señor desde los cielos, alábenlo
desde las alturas. Alábenlo, todos sus
ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos. Alábenlo, sol y luna, alábenlo, estrellas
luminosas.
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alaben a
Dios en su santuario, alábenlo en su poderoso firmamento. Alábenlo por sus proezas, alábenlo por su
inmensa grandeza. Alábenlo con sonido de
trompeta, alábenlo con el arpa y la lira. Alábenlo con panderos y danzas, alábenlo con cuerdas y flautas. Alábenlo con címbalos.
¡Que todo lo que respira alabe al Señor! *¡Aleluya! ¡Alabado sea el
Señor!
Jesucristo es mi Señor y mi salvador, por eso alabo su santo
nombre, por siempre y para siempre.
Amen.
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