Cuando
pasamos por momentos difíciles, es cuando nos damos cuenta de las muchas falencias
que hay dentro de nosotros.
Ya
han pasado dos años del deceso de mi amada esposa, durante ese tiempo he podido
ver en mí, mucha dependencia, soledad, tristeza, culpa y falta de amor.
En
un principio mantuve una actitud triste y silenciosa, salía solo a caminar al
campo, fui a varios lugares a donde habíamos estado juntos, y volví a los
centros médicos donde la atendieron, en busca de sanidad y paz espiritual. Tratando
de perdonar todo aquello y a quienes de cierta manera culpaba de mi situación.
Después
de un par de meses retomé mis actividades laborales, reingresé a un grupo de
caminantes con quienes salía los fines de semana a distintos lugares, parecía
que las cosas marchaban bien. Pero lo extraño era que no sentía alegría dentro
de mí, al mirarme en algunas fotos de los lugares a donde fui, me notaba cabizbajo
y un tanto ido.
Como
cristiano me esfuerzo por obedecer al Señor, entonces, oraba y le entregaba
todo lo que veía y sentía en mi ser; poco a poco notaba algo de mejoría. Lo cierto
es que, con frecuencia pasaba por tiempos de llanto y tristeza profunda, como
cuando no se sienten razones o expectativas de una vida mejor.
Intensifiqué
entonces mi tiempo de oración, de lectura bíblica y dedicaba tiempo a solas en
busca de la paz de Dios, prácticamente he estado viviendo en el campo casi a
solas por más de un año. Aunque estas actividades me han ayudado bastante, aun
no sentía la libertad de antes, o la paz que da alegría en el corazón; y en
verdad me estaba cansando de las actividades en busca de compañía o de sentirme
bien con otros. Comencé a sentir que las caminatas no aportaban alegría a mi
ser, y contrariamente me estaban volviendo malhumorado y solo, aunque
acompañado.
En
todo este tiempo he soñado muchísimas veces con mi esposa, al punto que sentía estar
viviendo dos vidas a la vez, una de día, donde estaba viudo y con hijos grandes
viviendo aparte, en otra ciudad; la cual es la vida real. Y otra de noche;
donde estaba casado con hijos pequeños y con mi esposa, donde todo era como
años atrás. En esta vida nocturna, yo trabajaba y veía de ellos, pero en muchas
ocasiones me daba cuenta de que eso no era real, que era un sueño; en esos
momentos le preguntaba a mi esposa que si acaso ella no había muerto.
Recuerdo
que la primera vez que soñé con ella fue al mes de fallecida, en el sueño, yo iba
caminando por la calle y me entró una llamada al celular, y era mi esposa; me
saludó y me dijo; “hola, mi amor”, ¿por qué me tienes abandonada? Yo, medio
asustado le contesté, ¡como que, abandonada, ¿acaso usted no está muerta? Y me dice:
como que muerta, si yo estoy en Bogotá, y usted me dijo que me quedara aquí y
que me enviaba dinero para mis gastos. Al instante me desperté perplejo, sin comprender
si era un sueño o una pesadilla. Luego de ese sueño, todos los demás eran como
si viviéramos juntos, como que nada había pasado. Así pasaron como año y medio,
a tal punto que en verdad me comencé a preocupar de mí.
Comencé
a averiguar sobre el tema en internet, hasta consulté con un par de psicólogas,
en realidad, seguí sin respuestas claras. Lo cierto es que en oración le expuse
el asunto a Dios, con clamor y ruegos que me liberara, a tal punto que los
sueños tomaron un rumbo más claro, ya ella me hablaba algunas cosas que me
mostraban lo que pasaba. Entonces comencé a alabar y a bendecir a Dios por las
enseñanzas, y a exponerlas en oración; al punto que hace un par de meses, en un
sueño ella se despidió de mí, se subió a un bus y me dijo que ya no volvería más,
que se iba del todo; yo le dije ¡en serio ¡ y me respondió, Sí, es en serio. No
he vuelto a soñar con ella en esos términos.
Acercándose
el día del año dos de su partida, pensaba dedicar un par de días a solas en oración,
y por alguna razón estando en el campo a solas, vi una película llamada “más allá
de los sueños”, y en verdad que me impactó en lo más profundo el pasaje donde
el esposo le pide perdón por todas las situaciones de la vida en pareja, y le
agradece por todas las situaciones a su esposa. Esto me llegó al corazón como
una respuesta de Dios para mi vida, entonces, después de llorar por milésima
ves, me he dedicado a hacer eso mismo, solo
que lo estoy haciendo por medio de Jesucristo, diciendo: “Gracias Señor
Jesucristo por mi esposa, por… y digo cada situación por la cual agradezco,
igualmente al pedir perdón; agradezco y pido perdón diciendo, Señor Jesucristo
a través tuyo le pido perdón a mi esposa, y la perdono por… te agradezco a ti y
a mi esposa por… Pues fue Dios mismo quien me dio esposa y quien se la llevó.
Esto
desde hace unos diez días que estoy haciéndolo, y hoy siento una paz y un gozo
maravilloso, al punto que en este día estoy escribiendo este tema como una
alabanza a Dios y a ella, consciente de que hoy se cumplen dos años.
En
verdad puedo decir que me siento libre en mi mente y con paz en mi corazón.
Muchas
veces creemos que como no golpeamos o insultamos con palabras de grueso calibre
a nuestros seres queridos, no es necesario pedirles perdón, o ponernos en paz
con ellos, sobre todo cuando están vivos; pero en realidad lo puedo comprobar
con todo lo vivido después de la partida de mi esposa de este mundo, que es
supremamente importante el perdonarnos en vida y a cada instante, cualquier
desacuerdo u ofensa, lo mismo que agradecer por cualquier cosa vivida. Estar en
paz con Dios y con los seres humanos, es mandato de Dios. Amarnos los unos a
los otros como Dios nos ama, es la mejor manera de estar preparados para
cualquier dificultad de la vida en la tierra; principalmente para la partida de
nuestros seres amados.
Perdón
y gratitud
Dos
poderes de las profundidades del corazón, dos regalos divinos para crear tu
persona y tu existencia. Dos bendiciones para tus hermanos y el mundo.
Son
también la expresión de las virtudes que nos permiten deshacer todo lo malo y
multiplicar todo lo bueno.
Nos
permiten hacer las paces con nuestro pasado: aprender de él y trascenderlo. Nos
permiten vivir alegres el presente y sembrar las semillas de un futuro más
luminoso.
La
gratitud.
La
gratitud es un acto de reciprocidad que nos acerca, que nos une.
La
gratitud tiene un impacto maravilloso sobre nuestra salud y la calidad de vida.
La gratitud se considera una capacidad desarrollable, la cual podemos ir
aprendiendo.
En
todos los momentos del día, vivimos pequeñas y grandes maravillas, el logro de
algo que nos hemos propuesto, un regalo o una sensación agradable brindada por cualquier
persona, los hijos, la esposa y cualquier miembro de la familia; todo es un
motivo para estar agradecidos tanto con ellos como con Dios, quien nos permite
vivirlos.
No
nos conformemos sólo con pensarlo, digámoslo con alegría a cada persona, en
cada momento del día, seamos agradecidos con todos y con todo lo genial de las
personas y las cosas en este mundo. Cada momento de la vida está lleno de valiosas
enseñanzas, y cada persona que lo hace posible es digna de gratitud.
¿Eres
consciente de todas las cosas buenas que Dios te ha dado?
Un
corazón agradecido está lleno de alabanza a Dios, sobre todo ante su amor, que es
incondicional y eterno. La gratitud a Dios no solo es entre él y yo, es algo comunitario,
que se expresa en la congregación de los fieles con alabanzas a Dios.
Entren
por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de
alabanza; denle gracias, alaben su nombre. (Salmo 100:4)
También
agradecemos a Dios aun en medio de dificultades, pues; Sabemos que todo lo
permite Dios para bien de los que lo amamos. (Romanos 8:28)
Mantengamos
nuestro espíritu atento a la presencia y la bondad de Dios y no dejemos de
darle gracias. Y seguiremos adelante confiados.
La
Biblia nos recuerda que la voluntad de Dios es que seamos agradecidos. Dar
gracias a Dios porque somos sus hijos, por lo que tenemos, por lo que hacemos y
por lo que logramos cada día. Eso nos da libertad y nos permite apreciar todas
las cosas, al mismo tiempo que fortalece nuestras vidas, tanto interna como
externamente.
Se
ejercita la fe dando gracias por todo y en toda circunstancia.
¿Le
has dicho a tu pareja lo agradecido que estas con ella?
La
gratitud se expresa claramente como un detalle de amor por el otro. No permitas
que tu vida sea una rutina, se trata de convertir cada momento en una
oportunidad para ser feliz, no sólo en las cosas grandes y notorias.
El
Perdón
A
todos nos han ofendido alguna vez, y sabemos lo que se siente, y en ocasiones
esto genera rencores en el corazón.
El
perdón es sanador, cuando perdonamos nos desprendemos del pasado para sanar el
presente. El perdón es un “don perfecto”, que beneficia tanto a quien lo da como
al que lo recibe. La gracia de perdonar procede de Dios.
Cuando
se pide perdón se reconoce una falta que no puede ser excusable y a un
culpable.
La
vida de Jesucristo se desarrolló en torno al perdón; su ministerio fue
fundamentalmente de reconciliación. Vino para que recibiéramos el perdón de
Dios pues sin amor ¿quién puede ser feliz?
Perdonar
al prójimo
El
mejor de los caminos para la sanación es orar por las personas que nos han causado
algún daño, esto nos reconcilia con las personas y con Dios.
Perdonarse a sí mismo
Hay
una gran cantidad de cosas que han hecho que tengamos rencor hacia nosotros
mismos. Cuando pedimos perdón a Dios por nuestros pecados, el Señor nos perdona
y borra, quita, elimina de delante de Él, toda nuestra maldad.
El
perdón no es un sentimiento sino una decisión, hay que tomar la decisión de
hacerlo por encima de nuestros sentimientos.
Cuando
se toma la decisión de sacar del corazón todo lo que hay acumulado allí, se
libera de una carga pesada y se camina con libertad.
Al
pedir perdón se libera del sentimiento de culpa y al perdonar se permite la
reparación de la relación, generando la reconciliación.
Al
reconocer nuestras faltas de manera explícita y concreta expresamos lo
importante que es para nosotros la otra persona.
Beneficios del perdón.
Al
dejar atrás el rencor y el resentimiento se mejora la salud y la paz mental. Perdonar
es la manifestación más alta de amor, es lo que más transforma el corazón humano.
El perdón trae aceptación de sí mismo dando paz interior, es liberador, enseña
a pensar bien y hablar bien de los demás, a descubrir y alabar lo bueno y
disculpar lo malo del otro.
La
paz del corazón es la única paz que trae la felicidad, y esa paz del corazón es
un don de Dios. Deja esa carga pesada en las manos de Dios y se libre de toda
tristeza, de toda amargura, de todo lo que no te deja avanzar ni crecer.
La
mejor forma de relacionarnos adecuadamente con los demás es perdonando todo lo
que no nos agrada del otro, y agradeciendo lo que si nos gusta. Es necesario amar
a las personas tal y como son, sin juzgarlos.
El
amor verdadero nace de Dios, y nos capacita para amar a los demás. Sana tu
corazón y el de tus hermanos, embellece tu vida y tu mundo. Perdona y agradece:
a Dios, a la Vida, a tus padres, hermanos, hijos, abuelos, primos, sobrinos,
esposos, amigos, compañeros, conocidos.
El
perdón no solo trata de dejar una experiencia dolorosa en el pasado. La
importancia de este radica en que sea un correctivo hacía el futuro, es decir,
una forma de comenzar de nuevo la relación interpersonal con el otro. El perdón
reconoce esta condición del hombre y le permite volver a iniciar algo nuevo en
las relaciones con los otros.
Por
medio de Jesucristo estamos en paz con Dios y con nuestros hermanos. A través del
perdón y la gratitud hacia todos.
Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer
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