El otro día,
me encontré con una amiga de uf, hace muchos años; y de dentro de mí salieron
estas palabras al momento de saludarla. “Mujer,
cada vez que te veo estás más hermosa”.
De lógico,
hubo sonrojos y nerviosismo, pero luego todo fue más tranquilo; ella era
casada, y a la vista de los amigos la cosa se veía muy distinta a como yo lo sentía.
Fue algo espontaneo, que me nació decir, pues era verdad, además hacía tiempo que
no la veía…
El elogio es el reconocimiento de
los méritos o cualidades de una persona mediante palabras favorables.
A los
hombres machistas, que somos la mayoría, nos parece que hacer un elogio, o
decirle palabras agradables a la otra persona, implica algún compromiso casi sexual.
En el caso contrario, decir palabras soeces o denigrantes, muestra que la otra
persona no nos interesa para nada en lo sexual. Pero en realidad, creo que esa
incapacidad afectiva de agradar a los demás, demuestra un temor mucho más
grande que nuestra masculinidad, un gran vacío emocional afectivo, que no queremos
que el otro vea.
La sociedad
actual es tan machista como la de hace cientos de años, somos machistas
ancestrales, tanto por herencia como por cultura.
La mujer de
hoy, se considera muy feminista, o defensora de la mujer. Aunque el feminismo ha
existido desde siempre, ha sido tan solo un sueño moldeado por siglos de
prepotencia machista dentro de la misma mujer. Porque creyéndose libre del
hombre, o sin necesidad de él, se unen entre ellas para atacar al hombre, pretendiendo
hacer valer sus derechos por encima del de los hombres. Y esto es “machismo”,
lo que ellas dicen rechazar.
Igual que
los hombres machistas, estas feministas quieren que su pareja sea; dulce y
sumisa, de frases amables y con una sonrisa de condescendencia, que siempre
sean correctas, que elogien y celebren sus
bobadas.
Por eso es
que cuando la otra persona es quien nos elogia, o expresa su sentir frente a nosotros,
nos sentimos inseguros. Muy seguramente la fuerza bruta ha sido el poder de los
meros machos, pero ya es hora de usar la cabeza para ordenar la vida, principalmente
la emocional.
Cuando se carece
de visión espiritual, la forma de enfrentar la vida es solo carnal o natural, se
busca la fuerza interior para seguir adelante, pero a duras penas se logra, porque
las incapacidades emocionales lo impiden. Los seres humanos terminamos
adoptando ese estilo de vida tan superficial, en un mundo obsesionado por los “amadores
de placeres”.
Ahora bien,
como cristianos debemos servir a Dios con seriedad y alegría, valorando al otro
como a nosotros mismos, eso es amor.
Seamos equilibrados. Todos debemos tener una opinión
equilibrada de nosotros mismos y no darnos demasiada importancia.
El sentido
del humor es de gran ayuda en todo momento, sobre todo cuando tratamos con los demás.
Es bueno reír
con quien ríe, y llorar con quien llora, (Romanos 12:15), esto es muy distinto hacer
lo que otros hacen solo por congraciarse con ellos; porque fuimos llamados a edificar
y construir.
A quién no le gusta que lo
elogien.
Qué persona
se va a sentir mal porque le digan;
¡Que
agradable es charlar contigo!
¡Excelente trabajo!
Mas el que
se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a
Sí mismo,
sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10:18).
Y su señor
le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:22-23).
A quien no le cae bien que le agradezcan
por su labor.
“Gracias por
sus palabras, por su consejo, por ayudarme a mejorar.”
“Por
ayudarme a trabajar, a hacerlo aún mejor.”
Debemos
diferenciar entre un Elogio y la Zalamería.
Muchos de nosotros
hemos pensado que nadie ve los esfuerzos
que hacemos por los demás: como empleados pensamos que el patrón no valora
nuestro trabajo; como casados consideramos que nuestro cónyuge no nos valora
como debería, como hijos se piensa que, haga lo que haga, nunca se estará a la
altura de lo que esperan de ellos.
¿Porque se
da todo esto? Con seguridad, porque nadie quiere expresar una palabra de
aliento para el otro, no se está dispuestos a elogiar lo bueno de la otra
persona, en cambio, sí estamos prestos a criticar cualquier falta en la que
incurrimos. Esa es la falla.
Oír
alabanzas sinceras no es lo normal en el mundo de hoy, cosa que no sorprende, porque
cada día el ser humano es más inhumano.
También puede
ser por lo que dice la biblia sobre la impiedad, en:
2 Timoteo 3:1-5. Ahora bien, ten en cuenta que
en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo
y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres,
ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos,
despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y
más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta
desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas!
Si tú has tenido
la fortuna de recibir un elogio sincero, entonces sabes por experiencia lo
mucho que reconfortan y animan esas palabras, sobre todo cuando provienen de personas
ecuánimes; igual ocurre cuando te llaman la atención por algo equivocado que hiciste,
igualmente es un agrado saber cuánto te aprecian, pues solo quien te aprecia busca
corregirte.
El otro día,
otra amiga me dijo: “deja tu mal genio”. Y le he agradecido por ese detalle
varias veces, pues es algo muy bueno para mí, el mejorar mi forma de ser.
Exaltemos lo bueno del otro.
Dios no anda
a la caza de nuestros errores; si así fuera, ninguno podría “estar de pie”
delante del Señor.
Salmo 130:3. Si tú, SEÑOR, tomaras en cuenta
los pecados, ¿quién, SEÑOR, sería declarado inocente?
Debemos actuar
como el minero que remueve pacientemente montones de rocas en busca de piedras
preciosas y, cuando encuentra una, se llena de felicidad. Una piedra en bruto
puede parecer insignificante; pero cuánto se talla y se pule, alcanza un gran
valor.
Del mismo
modo, cuando miremos a los demás, en vez de centrarnos en sus defectos, miremos
como Dios nos ve, y busquemos sus virtudes, y al hallarlas, elogiémoslos.
Nuestras
palabras ciertamente animan o desaniman, todo depende de lo que se esté
buscando.
Proverbios 15:1. Dice: Una respuesta amable
apacigua el enojo, pero las palabras ásperas, encienden los ánimos.
Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer
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