En las trincheras del dolor.
Como cristiano visualizo al ser humano como una
entidad compuesta por un cuerpo físico, una alma o psique o mente, y un espíritu.
Cuando muere un ser querido, muere algo dentro de uno, esto es algo natural y
normal, pero no estamos preparados para eso.
Sin duda alguna, enfermarse es algo traumático, cuando
nos dicen que es algo recuperable no es tan preocupante, el verdadero problema
es cuando dicha enfermedad lleva a la muerte.
Qué experimentamos ante sucesos tan severos como
la muerte de un ser querido.
Esta pérdida implica para nosotros un profundo
dolor, una suerte de vacío, un dolor a veces punzante que se ubica en el pecho,
a veces en el estómago, otras veces es más fuerte, se siente en las entrañas más
profundas, en el alma misma; y esto no es más que la expresión física de ese
dolor emocional y espiritual que atravesamos.
Una muerte también nos deja un profundo desconcierto,
no estamos nunca preparados para la muerte, pero el ser humano siempre alberga
una pequeña esperanza de que la persona permanezca con vida. Es algo que no
sabemos cómo manejar, pero es como que de momento nos mueve el piso, nos deja a
la intemperie, se nos viene el mundo encima, nos deja desorientados; quedamos
con la ausencia y un vacío.
La muerte implica esa despedida y las despedidas
generalmente son dolorosas, sobre todo cuando son para siempre. La muerte
implica el fin de nuestra relación con ellos, con quien se va, nos confronta
con esa realidad a la que siempre estamos tratando de sacarle el cuerpo.
Por la muerte de algún ser querido, sufrimos
varias pérdidas, la primera es la perdida de la persona, se pierde ese vínculo
que teníamos, esa relación, ese dialogo, esa confianza; esa amistad, en fin,
todo lo que significaba esa persona para uno. Y cuando perdemos ese vínculo,
eso nos desubica en todas las áreas de la vida.
Perdemos también la compañía, es decir, la
presencia y todo lo que esa persona nos brinda. Perdemos también recursos
económicos, financieros y emocionales, sobre todo sus palabras de aliento, esas
que nos alegraba y animaba la vida, sobre todo cuando esa persona era nuestro
apoyo personal.
La muerte también implica una pérdida de
oportunidades, esa posibilidad de vivir otros momentos con esa persona. Sabemos
que una pérdida es significativa cuando eso que perdemos o esa persona que
perdimos formaba parte de mi propia identidad. queda esa Sensación de que algo
dentro de mí murió también, porque nosotros, por ser seres sociales, nos
identificamos a partir del otro, entonces normalmente de forma tácita en
nuestra psique yo me defino como la hija de, la esposa o esposo de, la madre de,
la amiga de, la hermana de, etc. Y cuando esa persona que me define por la
relación ya no está, se destruye, se rompe una parte de mi propio yo, una parte
de mi identidad y por eso ese proceso es tan crucial y por eso nos afecta
tanto, porque nos obliga a reinterpretar nuestra propia identidad.
Por ejemplo, el caso de una mujer que pierde a su
esposo, esta mujer pasa de ser la esposa a ser la viuda, hasta en lo legal. En
la mayoría de nuestros países incluso se obliga a cambiar los documentos de Identidad.
En el caso de la viuda, se ve forzada u obligada a reinterpretarse ella como
persona a reconstruir su identidad.
Nos confronta con esa realidad la que siempre
estamos tratando de omitir, entonces por la muerte de algún ser querido,
sufrimos varias pérdidas, la más evidente es que hemos perdido a esa persona,
pero como decía otra cosa importante que se pierde es ese vínculo, esa relación,
ese saber que la persona ya no está ahí, y que yo estoy allí para esa persona.
Somos seres sociales por naturaleza, fuimos
creados para vivir en relación y cuando perdemos una de estas relaciones de
estos vínculos significativos, eso nos descoloca. Eso afecta todas las áreas de
nuestra vida. Perdemos también la compañía, es decir, la presencia y todo lo
que esa persona nos brinda. Puede ser que, si perdimos a la persona que nos
ayuda en sustento, perdemos también recursos económicos, financieros. Pero
normalmente perdemos recursos emocionales cuando esa persona ha sido nuestro
apoyo ha sido a quien recurrimos en momentos difíciles y tenemos que vivir la
muerte de ese ser.
Pensar mi propio yo, saber qué voy a hacer yo
ahora o cómo soy, cómo me reconstruyo ahora que perdí a mi esposo, a mi hijo, a
mi hija, etcétera. Por eso la muerte tiene tanto impacto en nuestras vidas. A
veces quizás nos mostramos indolentes, tratamos de ser o somos muy duros con el
dolor del otro o con el dolor propio, porque a veces también queremos hacernos fuertes
y pensar que no ha pasado nada, que ya murió y la vida continúa. Sin embargo,
no es tan sencillo y estoy seguro de eso, y los que ya pasaron esto también lo
saben.
Es importante saber que de toda pérdida
significativa se desprende un proceso de duelo, todo duelo se origina en una
pérdida, pero no toda pérdida implica un duelo. Los duelos se deben llevar
hasta sanar, es decir, una persona que atraviesa una situación difícil como un
divorcio, la pérdida de su salud, cuando se jubila, también puede experimentar
un proceso de duelo porque está perdiendo esa etapa de su vida en que fue una
persona productiva, y ahora se siente mal, o fracasada.
Luego de la pandemia no solamente se perdieron
vidas sino trabajos, negocios, libertades, y muchas otras cosas; es bueno que
tengamos eso presente y que podamos trabajar con eso, que podamos ser
conscientes de esos procesos de pérdida por las que hemos atravesado en estos
últimos años; todas estas pérdidas significativas generan un trauma que merecen
tener un proceso de duelo.
Etapas del duelo.
Los psicólogos y los estudiosos de este tema del
duelo han identificado varias etapas, es decir, el duelo como proceso pasa por
diferentes etapas. Miremos los más relevantes según nuestro caminar por allí.
Lo primero que experimentamos es ese sentimiento
de frustración y negación, ese decir; no es cierto, no lo puedo creer. Esto no puede
estar pasando, esto no es verdad.
El más fácil de identificar ese momento de
negación, de ira o de rabia. Seguramente todos atravesamos por ese tiempo después
de que te dan la primera noticia, sobre todo si la noticia es inesperada. Cuando
nos informan que alguien, un ser querido, un ser muy cercano, murió. Puede ser en
un accidente o de alguna manera violenta, o cuando lo echan a uno del trabajo,
o de la relación, o cuando se sufre esa pérdida económica que nos deja en la quiebra.
Cuando se escuchan esas cosas uno piensa que esta
dormido o que es una pesadilla que al despertar va a pasar. Esa negación viene
por lo general acompañada de ira, de rabia. En el momento puede ser como
ilógico y cuando lo analizamos, parece que fuese un tanto irracional, pero
probablemente hayan experimentado los que pasaron por allí que hemos experimentado
rabia con la persona que murió. Es decir, supongamos, que murió en un accidente
de tránsito, nos preguntamos, por qué saliste de noche con el carro, no te dije
que no, o sea, cuántas veces no le dijimos que no manejara con tragos, que no
se fuera por ahí. Es decir, es como que lo primero que sale de forma natural es
una rabia, aunque luego nos atribuimos la culpa de no haber cuidado a esa
persona, de no haber tomado todas las previsiones necesarias para que no
ocurriera tal incidente, entonces pasamos por ese proceso de culparnos a nosotros
mismos o de culpar al otro.
Nos movemos entre negación y rabia, negación e ira,
pero sabemos que los seres humanos somos distintos y tenemos diferentes formas
de procesar nuestros sentimientos.
Si pensamos en el duelo como un viaje, entonces el
primer lugar donde podemos aparcar nuestras emociones es en la bahía de la negación
y la ira.
Después viene la fase dos y es ese proceso en el
que ya asimilamos la pérdida, cuando ya la muerte de esa persona forma parte de
nuestra realidad. Ya dejamos de negarlo, ya lo asumimos o lo aceptamos. No
significa esto para nada que dejó de doler, solo significa que nuestra mente
está procesando el hecho de que esta persona ya no va. Esto trae a nuestra vida
una profunda desesperanza es quizás la característica de esta etapa.
Entonces se comienza a buscar cosas que puedan
tapar o distraernos del dolor, es la etapa más larga del proceso de duelo. Los
expertos dicen que podemos pasar por allí hasta más de un año. Recordemos que
no son tiempos exactos, pero es la etapa más larga y es la etapa en la que ya
nos dimos cuenta de que la persona no está y ahora no tenemos idea de quiénes
somos nosotros, por lo que decíamos anteriormente, esa parte que murió y no sé
quién soy, no sé cómo seguir viviendo, aunque tenemos que seguir viviendo, pero
lo hacemos en automático.
Después de varios meses del evento, nos toca reincorporarnos
al trabajo o retomar las actividades que llevábamos antes de, pues no podemos
darnos el lujo de quedarnos tendidos en la cama llorando, pero es como que el
dolor físico pasa y es ese momento en el que muchas personas reportan que ya se
le agotaron las lágrimas. Ya no hay llanto, pero justo porque el dolor es tan
intenso que siento que ya las lágrimas no son suficientes para calmarlo. Este
momento es crucial y es importante porque en esos momentos pueden aparecer las
malas ideas, inclusive las ideas suicidas.
Por esa percepción de que la vida no tiene sentido
porque esa persona ya no está, que las cosas ya no representan valor alguno,
por lo que, hay que estar bien pendientes del comportamiento de quien sufre
dicho duelo. Es muy importante que quienes acompañan a dichas personas desde el
punto de vista emocional, manifiesten su presencia y acompañen de cerca a estas
personas en este momento del proceso.
Luego de esta, viene una etapa que llaman “nuevos comienzos”,
esos nuevos comienzos son cuando ya se asimila la pérdida, la incorporamos a
nuestra vida, ya sabemos que la vida va a continuar, aunque no de la misma
forma. Y empezamos a tener pequeños proyectos, por ejemplo, vamos a suponer que
murió el esposo y era el proveedor de la casa. Bueno, entonces la viuda empieza
a pensar de qué forma puede gestionar recursos para mi familia, qué va a hacer
a continuación.
Quizás eso coincide con el momento del duelo cuando
se quiere deshacer de las pertenencias de la persona que falleció, la hora de desocupar
el clóset, cuando también se desean hacer otras actividades. Este proceso no es
sencillo, no es fácil y nunca debemos presionar a alguien a que lo haga.
Debemos esperar que la persona viva su proceso y ella misma decida que ya es
tiempo. Tiempo de soltar, tiempo de abrir espacio en el corazón para su propia
vida.
Una etapa cuando se comienza a levantar un poco
del piso y se empieza a avanzar.
Esto es un camino sinuoso, es un camino con dificultades,
un camino en el que podemos retroceder. Cuando un amigo o un familiar está
pasando por esas dificultades, uno quisiera cargarlo a hombros y sacarlo del
abismo lo más pronto posible, pero no hay forma de hacer esto. La única manera
de superar el sufrimiento es atravesándolo, experimentando hasta que con el
proceso se va disminuyendo.
Muchos toman el puente falso, cuando se hace
cualquier cosa para tratar de evitar el dolor y no experimentar nada de eso, salir
de tal situación sin pasar por tal experiencia. Por ejemplo, cuando se tiene una
ruptura de pareja y se quiere salir con alguien al siguiente día. Eso es un
puente falso que tomamos para evitar enfrentarnos con la situación, a veces
nuestro puente falso puede ser el trabajo, el licor, las fiestas, cualquier
cosa que anestesie nuestro dolor.
Permitirse experimentar el dolor, reconocerlo y superarlo,
buscar la forma de expresarlo de manera sana, con llanto, con escritura,
hablando con alguien de lo que pasó, haciendo algo que le permita sacar las
emociones de su pecho y colocarlas afuera, respete su propio proceso. Y si es
el de otra persona, respételo de igual forma reconozca que ya usted no es la
misma persona, porque algo cambió en él.
Busque ayuda sin sentir ningún tipo de vergüenza,
porque los seres humanos necesitamos acompañamiento en estos procesos y
finalmente, lo más importante, lleve su dolor a la Cruz. Solo el señor, solo
nuestro Dios conoce la intensidad de su dolor y dice la Biblia, que Jesucristo verdaderamente
soportó todos nuestros sufrimientos y cargó con nuestros Dolores, así que, en
él, en Dios, por medio de la fe, podemos nosotros poner nuestro dolor para que
él nos alivie.
Esto se puede hacer orando, describiéndole al
señor sus sentimientos, conversando con los suyos el tema.
Busque refugio y el acompañamiento necesario en
Dios y en otras personas. Buscar ayuda profesional en caso de que el tiempo de
duelo sea más largo de lo establecido y tener y brindar acompañamiento a esta
persona.
Cuando entramos en lo desconocido, nuestras
enseñanzas y formación pierden su valor. Y al final, nadie es eterno, por mucho
que aprendamos o hagamos, nos iremos de este mundo.
Pero es muy importante lo que vives, no solo es
venir al mundo. Ser humilde, honesto, trabajador, educado, servicial, etc., son
las cosas que nos hacen ser un increíble ser humano. Ayudar a los demás, así
agradezcan o no. Perdonar a quien te ofende, vivir una vida plena junto a
nuestra familia y amigos, es la verdadera misión en este mundo.
Las personas que se dedican toda la vida a
trabajar, hacer bienes materiales etc., son personas que desperdician la vida, limitan
su vida a cambio de algo material, pero luego los sorprende la muerte sin disfrutar
la vida.
Nadie nació aprendido, aquí venimos a hacerlo por
qué quien no se equivoca no aprende, de los errores se aprende y de lo
aprendido se vive.
La maldad, la hipocresía, las traiciones, la mentira
son cosas que riendo se hacen, pero llorando se pagan. No es el mismo llanto cuando
se nace que cuando se muere.
Si quieres tener una vida plena ayuda a quien lo necesita.
Después de amar a mis padres,
mis hermanos, mi cónyuge, mis hijos, mis amigos, ahora he comenzado a amarme a
mí mismo. Debería ser al revés, porque sin amor propio no podré amar al otro.
Narrar nuestra historia permite a otros caminar
por el camino de las memorias y reviven el pasado. He aprendido a no sentir
vergüenza por mis emociones, ellas muestran lo que soy.
Vale más una relación que mi ego.
Yo soy responsable de mi felicidad.
Valoro a mis amigos, por la amista que me ofrecen,
no por sus cosas.
Valoro más mi vida, mi familia
y mis amigos, eso es lo que en verdad tengo.
No hay que estar viejo para buscar la felicidad.
¿Por qué esperar más tiempo para amar? Si la paz
es más preciosa que la perfección.
Jesucristo
nos ama y nos bendice.
JoseFercho ZamPer.