¿Tan poco
agraciado te sientes que no crees ser gente?
Quizás no
seas una persona particularmente armoniosa, pero no ha cesado el tiempo de crecer.
No te resignes a transitar por el mundo sin cambiar, sin ser mejor persona, aun
cuando creas que no hay respuestas a tus inquietudes para disipar ciertas
perplejidades. Todavía no existen conclusiones definitivas en tu caso.
El mal
brota de la ignorancia, los malos son criaturas equivocadas, pues nadie que
conozca la verdad, puede obrar de forma perversa.
Las sensaciones
placenteras nos llevan a actuar de cierta manera que los sentidos se embotan, generando
un júbilo o frenesí derivados de una intoxicación de sentimientos encontrados.
Aristóteles
argumentó que un borracho sabe que el vino le perjudica, pero sin embargo lo
bebe porque le proporciona placer.
Algo
similar ocurre con el resentimiento, el cual nos lleva a conductas más agresivas
y lesivas para nuestro bienestar. Para nuestra mentalidad es toda una calamidad.
El resentimiento
describe una particular forma de violencia afectiva.
El resentimiento
genera una cantidad incesante de ataques y contraataques contra uno mismo y
contra los demas, este monstruo solo se puede derrotar a través del perdón.
El meollo
del asunto es que el perdón proviene del amor, entonces, ¿de dónde sacar amor para
perdonar al agresor o al agredido? Y ¿cómo perdonarse y amarse a sí mismo’
¿Qué es
el resentimiento?
El
resentimiento es un dolor moral que se produce como consecuencia de una ofensa.
La persona que lo sufre no logra olvidar esa ofensa, de manera que lo vuelve a
sentir una y otra vez (resentir). Este sentimiento va acompañado de rencor y
hostilidad hacia quienes causaron el daño.
Cuando alguien
no puede olvidar una ofensa, sino que, está recordando la ofensa, se esclaviza
a su pasado y no logra liberarse de esa gran carga que genera el resentimiento.
El
resentimiento genera deseo de venganza, se siente en autoridad de hacer pagar a
otros el daño causado y desea realizar una acción semejante a la recibida.
El resentimiento
les amarga la vida a las personas, tanto al resentido como a los que le rodean,
porque los convierte en personas desagradables, incapaces de ver lo bueno de los
demas, o de las situaciones.
Superar
el resentimiento es un asunto puramente práctico.
¿Cómo amar
a quien me ofendió, a quien me despreció, a quien me hizo objeto de burlas y
escarnio público, etc.? He ahí el trabajo
sobre el perdón.
Lo relacionado
con el Espíritu, es algo que sobrepasa nuestro entendimiento natural, por tal razón,
necesitamos entrar en lo espiritual. El discurso filosófico es incapaz de explicar
la posibilidad de perdonar.
Perdonar
lo imperdonable es algo que sólo cabría esperar de un ser que ama
infinitamente; que puede ver, más allá del daño padecido, la bondad que hay en
cada ser humano hasta ofrecer la propia vida con tal de salvarla.
Nietzsche
pregunta, ¿Cuál es el origen de nuestro bien y nuestro mal?
Y dice; no
busques el mal "por detrás del mundo"; es decir, no busques el mal en
la metafísica ni en la teológica, el origen está en la moralidad más allá de la
manifestación humana. Así, preguntar por el bien y el mal será preguntar por
las condiciones históricas y sociales de la persona humana. El origen del mal está
en la limitación o privación de la criatura al bien.
Principalmente
al bien psicológico y espiritual, que determinan la "invención" de
juicios morales. Haciendo un análisis de las condiciones que hicieron posible
que sentimientos tan contrarios a la vida, como la compasión, el sacrificio y
la mortificación fueran considerados "valores en sí". Dice Nietzsche:
Es
precisamente a través del espíritu, en un proceso de interiorización de
nuestros verdaderos valores como seres humanos ante los ojos de Dios, donde se asume
el rechazo a los placeres mundanos y carnales para dar paso a los valores de seguridad
que alivian el alma. La moral humana genera resentimiento, porque critica el
actuar ajeno como el propio.
Una persona
con buena salud espiritual se ve con un valor y una plenitud propia, que llena
su existencia y que lo hace parte del universo, mientras que quien no ha conocido
el amor, la espiritualidad, se siente excluido de este mundo. Se trata de un
sentimiento de seguridad fundado en el ser y la existencia misma, antes de
cualquier comparación con un valor específico del otro, sin ningún tipo de
conflicto ni envidia.
Amor y
perdón
El amor,
en su sentido auténtico, es el antídoto más eficaz contra el resentimiento.
Se afirma
que el resentimiento nace en aquellas personas que en su niñez tienen que esforzarse
en vano por lograr el cariño de sus padres, o no fueron reconocidos como hijos
generando toda clase de inseguridades en su alma. Se trataría, por tanto, de un
fenómeno directamente vinculado a una expectativa frustrada, a un deseo de sentirse
amado que no se cumplió.
La vida
de un recién nacido "está en las manos de su madre, en gran parte”. Ese
acto de amor confiado es clave de una buena actitud frente a la vida, y se alimenta
de lo profundo del alma, del amor de madre, semejante al acto de amor de Dios
mismo cuando nos creó.
Se
entiende, por tanto, que, para el hombre resentido, Dios sea alguien cruel que
se complace en el sufrimiento de su creatura y que le abandona a su suerte.
Una persona
resentida se siente engañado por la vida, y ve su mundo como lo peor que les
tocó, porque creen que los demas disfrutan de un mundo más pleno y perfecto que
el suyo.
Ahora
bien, si el resentimiento ya nos tiene atrapados, ¿cómo liberarse de él y volver
a confiar en sí mismos y en el amor de los demas?
En
efecto, el mero intento de rechazar el resentimiento no trae afecto ni amor a
la persona, se hace necesario emprender un camino de crecimiento espiritual en
donde la persona va aprendiendo a confiar en Cristo, en la gente y en sí mismo,
de tal forma que vaya sanando su corazón con el amor de quienes lo rodean y lo
ayudan. Este proceso es como un tratamiento afectivo amoroso y de fe, parecido a
un tratamiento sicológico, pero desde las bases espirituales cristianas.
Por ejemplo,
prestar servicio social ayuda a adquirir un sentimiento de seguridad y
confianza interior, que exalta nuestra propia existencia, el solo hecho de
poder dar algo nuestro al otro, va llenando de amor el corazón humano, porque nos
hace sentir útiles. Ese sentimiento de seguridad, de plenitud vital que
caracteriza al cristiano, nos lleva a querer amar.
La
decisión del hombre resentido de cerrarse a toda forma de amor, al ser
finalmente un rechazo a su orientación última a Dios, es causa de un profundo
sufrimiento. La culpa de este hombre, como la de todo hombre que obra mal,
reside en la lejanía con su Creador. Es precisamente esta lejanía la que lleva
al hombre a arrepentirse, a realizar aquel acto por el que puede renacer a la
vida y reencontrarse con su Creador.
Solo el
asombroso amor paterno que brota del corazón de Dios hacia el hombre, puede llevarnos
al reconocimiento de nuestra necesidad de Amor y comunión con Dios, es decir, es
un acto de amor de Dios el que puede restaurar la amistad y la confianza perdida.
Esa es la ofrenda o donación amorosa de Dios para el hombre, y se llama “Jesucristo”.
En la
Persona de Cristo se pone de manifiesto el amor de Dios hacia el hombre, el sacrificio
de Cristo tiene origen en el Amor de Dios por toda la humanidad. Jesucristo nos
muestra que la respuesta a nuestras debilidades es el perdón, un perdón que
halla su fuente en el corazón del Padre en donde pudo encontrar el consuelo al
dolor del abandono, de la humillación y de la mentira.
La
redención es el intento de Dios de reconciliar al hombre con El, de renovarle
su confianza, de ofrecerle nuevamente su amistad y acercarle a su Vida.
Es aceptar
que nuestra existencia es la misma existencia divina de Jesucristo, que en el
somos nueva creación.
Es desde
la perspectiva del amor que el resentimiento puede hallar la posibilidad de superación.
No en virtud de una decisión personal, sino de la fuerza del amor obrada en la encarnación,
que expresa el deseo de Dios de "poner su morada entre nosotros”.
Juan 1,14:
La Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros, lleno de generoso amor y
verdad. Vimos su esplendor, ese esplendor que pertenece al Hijo único del
Padre.
Sólo a
partir de la fe que procede de Dios se puede perdonar lo que la naturaleza
humana considera imperdonable.
Jesucristo
te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer
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