¿Y cuál es tu gloria?
Por
mucho tiempo me mantuve postrado orando, clamando y ayunando al Señor, para que
El me respondiera a mis necesidades, para que me solucionara tantos problemas
en los que yo solito me había metido, por mi necedad y falta de fe. En algunos
casos vi respuesta favorable, en otros, por el contrario, me hundía más y mas.
Muchos
de nosotros hacemos altares para que otros nos alaben, nos mostramos como unos
grandes oradores y hacedores de buenas obras, pero en realidad, solo estamos a la
caza de que “Dios nos bendiga”, o mejor, “que Dios nos conceda el milagrito”.
“El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro que medía
veintisiete metros de altura y dos metros y medio de ancho y la levantó sobre
la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. Luego envió mensajes a los
altos funcionarios, autoridades, gobernadores, asesores, tesoreros, jueces y
magistrados y a todos los funcionarios provinciales para que asistieran a la
dedicación de la estatua que había levantado…
…Entonces un vocero proclamó: «¡Gente de todas las razas,
naciones y lenguas escuchen el mandato del rey! Cuando oigan tocar la trompeta,
la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y otros instrumentos
musicales, inclínense rostro en tierra y rindan culto a la estatua de oro del
rey Nabucodonosor. ¡Cualquiera que se rehúse a obedecer, será arrojado
inmediatamente a un horno ardiente!”
Esta
es la realidad de muchos; asistimos a la iglesia y hacemos todo lo que nos
mandan hacer. Nos inclinamos rostro en tierra y rendimos culto a las estatuas
de oro, plata, hierro o madera, y peor aún, al pastor o sacerdote de turno en
la congregación. Y con esto nos sentimos convencidos de que Dios nos tiene que
solucionar todo aquello por lo que le oramos y pedimos.
Sin
embargo, muchos consultan a los astrólogos, adivinos y hasta hechiceros en
busca de la suerte y el bienestar.
El
asunto es que como no servimos a Dios, sino que nos queremos servir de Él, en
verdad no hay quien pueda salvarnos.
Entonces,
ante cualquier dificultad, hacemos todo lo que nos pide en jefe de turno, con tal
de no tener que pasar por el horno de las pruebas.
Pero,
“Alabado sea nuestro Dios poderoso y Amoroso, que envió a su hijo Jesucristo para
rescatar y salvar a todo aquel que confía en él”.
Cuán
grandiosas son sus señales y cuán poderosas sus maravillas, su reino y su
dominio permanecen para siempre.
Muchos
de nosotros tenemos sueños y deseamos sacarlos avante, pero, ni los magos, ni los
brujos, ni los astrólogos mucho menos los adivinos, los podrán hacer realidad.
Pues
los planes son del hombre más su realización le pertenece a Dios.
Si
un ser humano se cree dueño y señor de su vida, su familia, su economía o su
futuro; ¿Cuál dios podrá ayudarlo?
Cuando
uno se atreve a proclamar a los cuatro vientos frases como: “Miren todo lo que
yo he hecho, yo edifiqué esta hermosa iglesia, casa, empresa o familia, con mi
gran poder, y todo es mío”. ¿Con que humildad podré postrarme a los pies del
maestro?
Por
ese comportamiento es que muchos han sido expulsados de sus trabajos, de sus
familias, y han acabado con sus empresas, por su vano orgullo y altivez.
Cuantos
han sido presa de las drogas, el alcohol, el sexo y todas sus aberraciones,
solo por creerse los dueños y señores de todo, hasta de su propio destino.
En
las calles del cartucho se encontraron muchos en peores condiciones que ratas de
alcantarilla, comiendo basura y perdidos en las drogas, que en tiempos pasados
fueron o se creyeron “grandes hombres”.
¿Cuándo
recobraremos la razón?
¿Hasta
cuándo seguiremos desafiando con soberbia al Señor?
Diciendo:
¿Si Dios existe?, ¿entonces por qué permite esto y lo otro?
Pero
si somos pesados en la balanza y no damos ni la talla ni la medida, ¿que podremos
esperar a nuestro favor? Si la fe solo es probada en el horno de las dificultades.
Solo
cuando reconocemos que Jesucristo gobierna los cielos y la tierra, lo visible e
invisible, lo material y lo espiritual, y rendimos ante El, nuestro ser entero,
solo en esos momentos podremos ser exaltados.
No
se trata de que nos mantengamos atados a las leyes o mandatos que ofrecen promesas,
para estar pelándonos las rodillas o la frente en busca de ellas.
Se
trata de ser humildes y sencillos; Puestos los ojos en Jesucristo, el autor y
perfeccionador de la fe, para recibir junto con Él, todo lo que necesitamos.
Por eso hermanos la palabra de vida nos dice en:
1 de Pedro 5: 5-9. Dios resiste a los
soberbios, Y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano
de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra
ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando
a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos
padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer
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