Mi infancia la viví en Socorro Santander, donde la vida transcurría sin
tropiezo alguno, todo funcionaba bien, cero estreses, cero afanes, cero
contaminaciones ambientales, y poco dinero, (parece ser que la generación de
ganancias proviene de malas prácticas).
Si te portabas mal, te iba mal, uno no discutía con sus padres, solo los obedecía,
así aprendimos a respetar a los profesores, a las autoridades, a los
sacerdotes, y hasta los empleados públicos; ¡pero ellos también respetaban al pueblo!
Nos enseñaron a saludar cuando uno llegaba a algún sitio, a despedirnos
de allí cuando salíamos, a decir gracias por todo, a pedir permiso para entrar
o para hacer cualquier cosa, tanto en casa propia como en casa ajena.
Solíamos jugar en las calles, con los amiguitos, (por allí no pasaban
carros) nos trepábamos en los árboles, salíamos al campo a caminar, a la villa olímpica
a hacer deporte, y muchas otras actividades, para mantenernos alegres y
felices. Todas estas actividades nos
llenaban de hambre, y nos comíamos todo lo que nos servían.
Las puertas de las casas se mantenían abiertas, no teníamos miedo a nada,
y respetábamos lo ajeno, y a las demás personas. Cuando los adultos hablaban
los escuchábamos, pero ellos también nos paraban bolas.
Las peleas de esa época eran solo alegatos familiares, como máximo se
iban a los puños, como boxeadores de verdad.
En la noche dormíamos, de día se trabajaba, estudiaba o jugaba; ir al
colegio era toda una maravilla, allí recibíamos amor, cariño, respeto, y formación.
Cuando jugábamos en casa del vecino, nos trataban bien, nos daban comida,
nadie cogía nada sin permiso y recogíamos el desorden antes de salir; nos
cuidaban entre todos. Era algo maravilloso ir a casa de mis abuelos, me sentía
tan bien allí, ellos me trataban con tanto cariño, que me quería quedar a vivir
con ellos. En donde vivimos es donde aprendemos a vivir, si mi casa es un lugar
de paz, amor y convivencia, eso aprenderé para la vida.
La sociedad de hoy considera que vivir bien es seguir costumbres y
tradiciones tales como: la manera de vestir, las rumbas, la promiscuidad, la deshonestidad,
la apariencia, y muchas otras malas prácticas. Ahora bien; cabe preguntarse si esta
es la vida que queremos para nuestros hijos.
Vivir bien no significa mantener unas apariencias; asistir a los
servicios religiosos una vez a la semana, conservar ciertas costumbres y
tradiciones sociales, matricular a los hijos en ciertos colegios o
instituciones de renombre, juntarnos con ciertas personas y relegar a otras,
etc.
Lo lógico de una vida buena, o vivir bien debería ser, un modo de vivir
que evidencie los valores, las actitudes y las conductas que nos lleven a una
sana convivencia, a un desarrollo igualitario de las comunidades, al respeto y
a la valoración del otro, y al engrandecimiento de todos.
El cristianismo es un estilo de vida.
Jesucristo dijo: “Quien me ama obedece mis mandamientos” Juan 14:15.
Todos los mandamientos que Jesucristo proclamó tienen que ver con respecto
de la vida, con el comportamiento del ser humano aquí en la tierra, con
respecto de sí mismo y de los demás.
Este nuevo mandamiento: “Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Éste
es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo,
parecido a éste; dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” En estos dos
mandamientos se basan toda la ley y los profetas. Mateo 22:37-40.
Las enseñanzas de Jesucristo nos motivan a vivir de forma sana y saludable,
tanto en el cuerpo, como en el alma. Esto implicaba evitar: “La fornicación, la
infidelidad, la idolatría, las enemistades, las contiendas, los celos, los arrebatos
de ira, las borracheras, las comilonas, y muchas otras cosas semejantes a
estas” (Gálatas 5:19-21).
Se trata es de Vivir en la luz.
Debemos vivir como lo hizo Jesucristo, mi mente debe estar llena de luz,
y la palabra de Dios es luz a mi vida, lampara a mis pies. No es lo que aprendimos
de niños, es mucho más.
Debemos dejar atrás, la vieja naturaleza, esa que nos hacía pecar, esa
antigua manera de vivir, que solo nos lleva a cometer errores, esa que está
corrompida por la mentira y el engaño. Es urgente que dejemos que Dios, por
medio de su Espíritu, nos renueve los pensamientos y las actitudes; por medio
de su palabra de vida eterna; porque nosotros ya hemos sido lavados, santificados,
justificados y declarados justos por la sangre de nuestro Señor Jesucristo” (1
Corintios 6:9-11).
Nosotros ya somos personas nuevas, que van más allá de la moral y de la ley,
somos mejores personas, sin los defectos y vicios de los incrédulos. Ahora somos
gente pacífica, confiables, sobrios y productivos. Ya no nos dejamos corromper
por el libertinaje del mundo, ni por su deshonestidad, somos veraces, leales a Jesucristo
y su palabra. Nosotros respetamos el matrimonio y la vida familiar, predicamos la
palabra de vida, a todos los que nos rodean, comenzando por nuestra familia. En
circunstancias favorables o desfavorables, a pobres o a los ricos, sin distinción
de personas. El cristianismo verdadero se ve en nuestro diario vivir.
Debemos sobresalir por el modo de vivir, necesitamos amoldar nuestras vidas
a las enseñanzas de Jesucristo. Necesitamos fomentar aún más los vínculos
familiares, y convertirnos en ciudadanos ejemplares.
Ser cristiano conlleva mucho más que ser miembro de una iglesia, o en
cumplir mandatos, cristiano es la persona que cree que Jesucristo es el Hijo de
Dios, que obedece sus mandamientos, que vive su vida y sus enseñanzas. Los
cristianos verdaderos de hoy día son celosos evangelizadores, al igual que los
primeros cristianos.
Debemos alimentar bien, nuestro cuerpo, como nuestra alma.
Hoy día en muchas iglesias están hablando de ¿Cómo debemos alimentarnos?
Los expertos en nutrición siguen insistiendo que una dieta saludable es
la que incluye: frutas, verduras, y alimentos frescos, en lo posible, que no
sean procesados industrialmente. Esta forma de alimentarse reduce el riesgo de
cáncer, porque mantiene el cuerpo sano y activo; además de ejercicio y buenos
pensamientos, buenas palabras.
El sobrepeso es el mayor causante de enfermedades, después del licor y el
tabaquismo.
No es solo volverse vegetariano o vegano, los mismos alimentos pueden
conducir al aumento de peso, y tener sobrepeso u obesidad, también puede
aumentar el riesgo de enfermedades, pero el no comer ciertos alimentos también nos
acarrea ciertas enfermedades y dolencias al cuerpo.
El problema es que la definición de alimentos vegetarianos es tan amplia
que es imposible decidir exactamente cuáles son, y esto arroja muchas dudas, ya
que las plantas que produce la industria también son vegetales, pero están modificados
genéticamente. Además de que los levantan con abonos químicos y su cuidado es por
medio de venenos y tóxicos de alto impacto en la salud del ser humano. Y su composición
nutricional y química es muy distinta a la artesanal, o casera.
En conclusión, alimentarse lo más sanamente posible, comer frutas,
verduras, menos carne roja, y hacer más ejercicios; nos ayuda grandemente a
mantener una salud sana y equilibrada. Esto mismo ocurre con el espíritu, si lo
alimentamos de doctrinas de hombres, de discursos de la moral y la ética, de
libros y revistas mundanas; estamos destruyendo la poca espiritualidad que aun
nos queda en este opaco y tenebroso mundo de hoy; de este siglo. Es muy fácil ver
iglesias gordas de gente, pero mal nutridas en su espíritu.
Ahora que sabes estas cosas, Dios te bendecirá si las pones en práctica.
Cambia tu manera de pensar y cambiará tu manera de vivir.
Jesucristo te ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer
No hay comentarios:
Publicar un comentario