Si
tú sólo crees en el mundo material, estás viviendo solo la mitad de la vida. Es
fundamental conocerte a ti mismo, entender lo que pasa con tus personajes internos,
y saber a qué te enfrentas, hacia dónde te diriges.
Satanás es el ángel acusador.
Entonces Dios le preguntó: ¿Qué
piensas de Job, mi fiel servidor? No hay en toda la tierra nadie tan bueno como
él. Siempre me obedece en todo y evita hacer lo malo.
El ángel acusador respondió: ¡Por
supuesto! ¡Pero si Job te obedece, es por puro interés! Tú siempre lo proteges
a él y a su familia; cuidas todo lo que tiene, y bendices lo que hace. ¡Sus
vacas y ovejas llenan la región! Pero yo
te aseguro que si lo maltratas y le quitas todo lo que tiene, ¡te maldecirá en
tu propia cara!
Entonces Dios le dijo al
acusador:
Muy bien, haz lo que quieras
con todo lo que tiene, pero a él ni lo toques.
Dicho esto, el ángel se marchó.
Estas
son acusaciones muy graves para un cristiano, piensa por un solo instante,
¿Estoy siguiendo a Jesucristo por puro interés? ¡Oh! hermano, esto sería
gravísimo. Cuanto sufrimiento y dolor nos
ocasiona el vivir una vida religiosa, solo interesados en que Dios nos bendiga
para este mundo, pero de adorarlo y agradarlo; ¿nada? Muy triste hermano.
¿Por
qué sufren los inocentes? ¿Acaso se castiga al inocente, o se lleva a juicio al
hombre justo?
Enseñadme, y yo callaré;
hacedme entender en qué he errado. Ahora, pues, si queréis, miradme, y ved si
digo mentira delante de vosotros.
Es
de suma importancia el mirarnos a nosotros mismos, para ver en que estamos
fallando, debemos siempre aconsejar lo útil, lo mejor; defender lo justo,
ocuparnos sólo de lo que es bueno, agradable y perfecto.
¿O
Cómo decirle al Señor? Hazme justicia,
SEÑOR, pues he llevado una vida intachable. Si estamos desobedeciéndole y
creyéndonos justo y buenos….
Salmo 26:2-5 Examíname, SEÑOR; ¡ponme a
prueba! purifica mis entrañas y mi corazón. Tu gran amor lo tengo presente, y
siempre ando en tu verdad. Yo no convivo con los mentirosos, ni me junto con
los hipócritas; aborrezco la compañía de los malvados; no cultivo la amistad de
los perversos.
Cuando
las respuestas humanas no sirven para contestar satisfactoriamente las
preguntas del que sufre, es necesario acudir Dios, pues El es el único que tiene
el control.
El
sufrimiento en la relación con Dios, nos plantea un conflicto espiritual del
que todos participamos en este mundo, y que por lo mismo la fidelidad a Dios es
la única garantía de una posterior restauración.
Job
se preguntó, después de mucho sufrir. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver
trabajos y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?
Todos
nos quejamos por algo: por la prosperidad de los impíos, por las riquezas mal
habidas de muchos gobernantes, por la salud de los que están sanos; y así sucesivamente, por todo lo
que consideramos que nos falta pero que otros si tienen.
Salmo
73:3-5. Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos
malvados. Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable. Libres
están de los afanes de todos; no les afectan los infortunios humanos.
Qué
fácil es pensar que los demás no sufren, que no pasan necesidades, que sus
vidas son solo alegrías; “nadie sabe con qué sed otros beben” “caras vemos, corazones
no sabemos” Es muy importante creer en Jesucristo como Señor y como nuestro
Dios, como nuestro salvador; de lo contrario pasaremos nuestra vida como
supuestos creyentes, sufriendo y llorando en este valle de lagrimas. Pero, para
eso no fue por lo que Jesucristo murió, ¿O sí?
El
Señor agita el mar con su poder, y con su entendimiento hiere la arrogancia de
los sabios.
En
otro tiempo yo me comportaba como un príncipe, pero, ahora me he convertido en
esclavo. He gritado a Dios, mas no me ha mostrado su rostro. La oración era mi meditación,
el sacrificio mi ley. Yo enseñaba a mis gentes a honrar el nombre de Dios. No
obstante, la enfermedad se ha apoderado de mi mano, la muerte me persigue y
recubre todo mi cuerpo. Todo el día me persigue el perseguidor.
Diálogo
entre un hombre que sufre y un amigo compasivo. Aquél dice que el dolor y el
mal se oponen a la justicia de los dioses; éste responde que la prosperidad es
consecuencia de la piedad. Pero aquél llega, extrañamente, a la conclusión de
que los dioses han hecho al hombre realmente malo. No obstante, las semejanzas entre
los que sufren y lloran, con los que pareciera, ni sufren ni lloran, son tan parecidas,
que hay que reevaluar nuestra mirada.
Cuando
nos sentamos a dialogar con nuestra alma, nos vemos envueltos en un desesperado sinsentido de la vida, y a
veces nos resignamos ante nuestra pobreza espiritual, y preferimos la muerte, envés
de apelar al juicio divino, como justicia a nuestros actos.
Se
presenta el conflicto espiritual del cual la historia de Job forma parte, se
describen los eventos celestiales que provocaron el sufrimiento, y se expone el
debate humano en lo tocante a las causas del sufrimiento. Los amigos de Job
insisten en que sólo los pecadores sufren. Job protesta porque él es inocente y
de cualquier manera sufre. Cuando el primer debate con base en la lógica humana
resulta inútil, Eliú interviene para demostrar que el sufrimiento es un medio que
Dios emplea para la edificación y purificación de sus hijos.
Al
fin, Dios interviene para dar la última palabra en cuanto al tema. Sin embargo,
Dios no contesta directamente la pregunta de Job. Este, al ver a Dios tal como
él es, queda satisfecho; no hacían falta más explicaciones. El relato concluye
con una descripción de la restauración de Job y de las bendiciones que Dios le
da una vez pasada la prueba.
Como
quiera que Satanás aparece como acusador, señalando que la mano de Job ha sido
bendecida por el favoritismo de Dios; quien a su vez, permitió que la mano de
Satanás arruinara a Job e inclusive le deteriorara su salud; en mucho nos impide
ver, que Dios en realidad lo que busca es que aceptemos nuestra ignorancia con
respecto de Él, lo que implica el sometimiento a su palabra, no ciertamente por
las luces de la razón sino porque él es el Señor.
El
ser humano se siente obligado a defender sus puntos de vista mediante diversas estrategias
argumentativas, por cuanto su sabiduría se lo exige, según la posición hostil
que asume. Uno se considera “justo a sus propios ojos”, normalmente se cree que
los azotes vienen exclusivamente de parte de Dios.
Tratamos
de expresar el dolor que sentimos dentro de sí, porque perdimos algo, o porque
no lo obtuvimos; por el hecho de perder la posición que teníamos delante de los
demás. Nos cuesta demasiado postrarnos y aceptar que en la sumisión a Dios, soy
superior a mi orgullo, que en la adoración y alabanza al Señor, me hago más
fuerte que todas las fuerzas alcanzadas en el mundo. Debemos reconocer la
soberanía divina, y acepar que lo que nos pasa en los caminos al cielo es algo misterioso,
pero que a la vez, el propósito de Dios es para nuestro bien.
En
la condición de agraviados, es muy fácil culpar a Dios de todos nuestros males,
porque creemos que por el hecho de asistir a una “iglesia”, ya Dios debe arreglar
toda necesidad o problema, además, en la vida pasada fuimos tan buenos, que Dios
se debería sentir orgulloso de que estemos en sus caminos.
Nos
quejamos, tanto de Dios, como del diablo, y de los demás a nuestro alrededor; los
acusamos de estar parcializados a favor de los demás, y de estar contra
nosotros. Decimos: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado
alrededor a él y a su casa y atodo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has
dado bendición; por tanto, sus bienes hanaumentado sobre la tierra.
Muchas
veces las noches se convierten en vigilias tortuosas, por nuestro estado
emocional, o por nuestra condición espiritual, porque se siente lleno de
iniquidad o de pecado. Esas noches se hacen interminables, porque hay algo que
nos atormenta y no nos deja en paz; y así se pasa toda la noche hasta que
amanece. Estas noches, o estos momentos son oscuridad para nuestras almas.
Nosotros
desearíamos que aquellos días o estos momentos no vinieran a nuestro calendario,
pero en verdad, son muy necesarios para nuestro crecimiento espiritual. En
estos momentos no viene a nuestras almas canción ninguna, ni oración o frase
que nos sacie; todas las palabras nos parecen desagradables, vacías y carentes
de sentido.
Se
oscurecen las estrellas que nos iluminaban, se espera la luz y no viene, en
estos momentos tememos graves males para nuestras vidas. Aquí es donde estamos
expuestos a caer en renegar de Dios, a pedirle explicaciones de ¿porque señor
tal cosa o tal otra?
Como
se podrá sentir una madre, si su hijo le dice: ¿por qué me trajo al mundo a
pasar dificultades y andar recogiendo migajas o sobrados como perro callejero? Por
el simple hecho de estar pasando por un momento de necesidad, con certeza que
ella sentiría mucha aflicción.
En
muchos casos escuchamos personas que se lamentan con actitudes de ese tipo, y sus
amigos se compadecen de ellos, se adhieran a su causa, lamentablemente haciendo
eso, tampoco hallamos los resultados esperados.
Esas
son las horas de alabar a Dios, de exaltar su nombre, de doblar sus rodillas
delante de la presencia del Señor, dándole el lugar a Dios, ese lugar de privilegio
que El debería tener en nuestras vidas; la de Soberano, de Señor Todopoderoso
en el universo entero.
El
problema está en que muchos de nosotros nos las damos de sabios; creemos que ya
lo sabemos todo, pero en realidad no tenemos virtud alguna. Le decimos a Dios,
“También yo tengo entendimiento, no soy menos que usted”. La sabiduría no es teórica ni abstracta, es
práctica; debemos aplicar con disciplina las enseñanzas de Dios en nuestras
vidas, para llegar a ser sabios.
En
ocasiones nos damos alabanza a nosotros mismos, buscando que los demás apoyen
nuestra causa, decimos: hay muchos que obran mal y prosperan; pero yo no he actuado
mal.
Él
nos reprochará, si hacemos acepción de personas, si culpamos o tratamos a los
demás de mentirosos, charlatanes o malvados, para sacarnos en limpio, estas son
palabras vacías. Estamos esperando que nos consuelen, que nos den buenos
consejos, pero no que nos hagan ver las fallas, a esto decimos: lo mejor que pueden
hacer es callar; pues yo los ojos del ciego y los pies del cojo; pero ahora yo
soy objeto de su burla, y les sirvo de refrán.
Son
tantas las cosas con las que nos queremos defender y justificar, que podríamos
pasar días enteros detallándolas, con metáforas, con auto elogio de nuestros valores,
nos vemos en necesidad de mostrarnos buenos, porque nos sentimos amenazados en
nuestra integridad moral, y nos lamentamos por estar pasando por graves
dificultades, y que la gente nos desprecie y que seamos objeto de burla.
Isaías
64:6. Aun nuestras mejores obras son como un trapo sucio; hemos caído como
hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.
Ciertamente
tales son las moradas del impío, y este será el lugar del que no conoció a
Dios. Ciertamente la luz de los impíos será apagada, sus pasos vigorosos serán
acortados, red será echada a sus pies, una trampa le aguarda en la senda.
Job
25:5-6Si a los ojos de Dios nada vale el brillo de la luna ni tampoco el de las
estrellas mucho menos valemos nosotros, que somos simples gusanos.
Esto
para indicar que no somos intachables, ni rectos delante de Dios, lo mejor es disponer
nuestro corazón, y echar de delante de nosotros la injusticia, y toda maldad; y
entonces levantar las manos a Dios, para recibir de él, nuevas fuerzas.
Una
persona sabia es aquella que se sabe conducir en una sociedad, de tal manera
que sus acciones merecen el reconocimiento de quienes le rodean. Si estamos atentos
a las enseñanzas y a los buenos consejos, y, además, si practicamos buenos
valores como la ‘justicia’ todo nos saldrá bien, de lo contrario el temor y el
mal nos acosarán.
Enseñadme,
y yo callaré –dice Job, como alguien que quiere aprender, reconociendo que
quizás ha dicho cosas sin sentido, de ahí su pedido encarecido: “Hacedme
entender en qué he errado”. Es necesario tener humildad para admitir que hemos
fallado, además del deseo de enmendar la falta, y si es preciso, callar. Hablar
por hablar no trae ningún beneficio ni para el uno ni para el otro. Si lo que
decimos, no es bueno, lo mejor es callar. “El silencio es más elocuente que las
palabras”. Dando aentender que muchas veces callar es más provechoso que nuestras
argumentaciones verbales, esto es muy conveniente en circunstancias difíciles.
Es
muy bueno hacerse un auto examen de lo que estamos viviendo, y pedir ayuda en
oración a nuestros hermanos en la fe, y de nuestra confianza, para obtener luz
en nuestra oscuridad. Pues muchas veces nos sentimos como si Dios nos persiguiera.
Caminamos
por caminos inciertos, cuando optamos por no seguir los buenos y justos consejos
de Dios, razón por la cual tropezamos y muchas veces caemos. De día tropiezan
con tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche. Vuélvete ahora en
amistad con Dios, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley
de su boca, y pon sus palabras en tu corazón. Si te volvieres al Omnipotente,
serás edificado; alejarás de tu casa la aflicción; y tendrás paz en tu tierra.
Como
sabemos, la defensa, hablando jurídicamente se lleva a cabo cuando existe un
conflicto o alguien se siente afectado. Job ha sufrido menoscabo en su salud,
y, además ha sido injuriado por sus amigos. Insiste en su creencia que es Dios
quien pone fin a la vida: “Aunque él me mataré”, dice. Pero, al mismo tiempo
vierte su confianza en Dios: “En él esperaré”; no obstante, manifiesta que
prefiere llevar su caso ante el tribunal supremo: “defenderé delante de él mis
caminos”. Job dice para sí, si los amigos que podían hacer algo por mí, me
fallaron, entonces me encomiendo a Dios; esto es lo que deberíamos hacer
siempre, “dejar todo en las manos de Dios”, desde todo punto de vista favorable.
Pero
en muchos casos preferimos, estar confundidos y aturdidos; y decimos: “no
entiende por qué Dios me trata de esa manera, estoy desesperado y confundido”. Aramos
en el desierto, cuando seguimos un camino equivocado, cuando hacemos lo que según
las normas establecidas por una sociedad, es lo mejor; pero dejamos de lado a
Dios y su palabra, así que, de acuerdo a nuestro concepto, Job ha cosechado lo
que ha sembrado; al tratar de justificarse en su situación.
No
pretendamos dárnoslas de justos, o de inocentes, sí estamos pasando por
conflictos, o dificultades, no es que todo sea malo, podemos estar juzgando sin
conocimiento de causa. No hagamos un drama o una tragedia, todo lo que nos pasa,
muchas veces, Dios está deseando que crezcamos en fe, en medio de las pruebas.
Muchas
veces los amigos nos sirven de tropiezo para la vida espiritual, al principio
parecen sinceros y corteses: lloran con nosotros, se compadecen de nuestras
necesidades, se rasgan las vestiduras y se expresan a nuestro favor; pero
luego, nos abandonan, huyen ante su incapacidad para ayudar verdaderamente,
pues no tienen ni idea de cómo hacerlo; y prefieren darnos por muertos y se
sientan a hacernos luto.
Se
trata de reconocer la grandeza de Dios, y no de explicar el problema a todo el
mundo, y cuando se nos acaban los argumentos, nos damos por vencidos. Niégate a
ti mismo, dice el Señor; toma tu propia cruz y sígueme. O ¿Disputarás con
palabras inútiles, y con razones sin provecho?
Nos
fajamos grandes discursos buscando explicaciones para los sufrimientos, pero “¿Acaso
torcerá Dios el derecho o pervertirá el Todopoderoso la justicia? Si hemos pecado
contra él, ¿a que tenemos derecho? Nosotros nada sabemos de Dios, tenemos un
conocimiento meramente intelectual sobre él, el sufrimiento es el resultado del
pecado y de olvidarse de Dios.
Pero
en medio de nuestros sufrimientos, muchos se sienten con autoridad para hablar
mal, para hacer juicios retóricos atacando con argumentos nuestra inocencia, o
culpabilidad. Dicen: en realidad usted merece un castigo mayor; es más, debería
ser castigado como se merece. “Si tú dispusieres tu corazón, y extendieras a él
tus manos”. Otro gallo nos cantaría.
El
ser humano se alegra por el mal que sufren los demás, por los malos momentos
que pasan otros, por lo tanto, ¿se quedará sin su paga?
Gran
parte de nuestro conocimiento de Dios es general y abstracto, solo de oídas. Como
filósofos buscamos el sentido común, siempre con la mejor intención, pero en aquel
día, en la venida de Jesucristo a la tierra, lo conoceremos cara a cara.
Conclusión.
Muchos
me han dicho que las dificultades por las que paso actualmente, son por mi
culpa, porque un día cualquiera dije esto, o aquello, porque hice algo, o
porque no lo hice, y así, buscando algo de que cogerse para mortificar mi alma.
Pero en verdad, yo ya entendí, por la gracia de Jesucristo que nos fue dada;
que ya no hay culpa en mí, que todo lo permite Dios para mi bien, aunque obviamente
yo he fallado en todo eso, y en mucho más; pero, ya Cristo Jesús pagó el precio
por mi liberación, de mi salvación, y si peco lo hago en la carne.
Las
“iglesias cristianas”, podrían aprender a bendecir más, adorar más, y hablar
menos, a preocuparse menos y dar más gracias a Dios, a servir mas y pedir menos,
en definitiva; necesitamos ser testimonios del amor de Dios por su pueblo.
Debemos
reconocer nuestra ignorancia delante de Dios, para poder ser enseñados por El.
1
Corintios 15:57-58. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de
nuestro Señor Jesucristo! Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse
firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes
de que su trabajo en el Señor no es en vano.
2
corintios 2:14-15. Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva
triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de
su conocimiento. Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que
se salvan. AMEN.
Jesucristo
te ama y te bendice.
JoseFercho
ZamPer