¿Quién soy yo?
Un campesino crió un aguilucho junto con sus gallinas. Lo trataba de
la misma forma como lo hacía con las gallinas, de modo que él estaba convencido
que era una de ellas. Le daba la misma comida en el suelo, la misma agua en un
bebedero y lo soltaba en el campo para complementar su alimentación, igual que
si fuese una gallina. El águila creció y se comportó como si fuera una gallina.
Cierto día pasó por su casa un ecologista que, al ver al águila
escarbando en el suelo, fue a hablar con el campesino.
Esto no es una gallina, ¡es un águila!
El campesino contestó: ahora ya no es más un águila porque se crió
con las gallinas, aprendió a vivir como ellas y por lo tanto se cree gallina.
El ecologista dijo: No, un águila es siempre un águila. Hagamos una
prueba.
Se subió con el águila al techo de la casa del campesino y la tiró a
volar, mientras le decía: ¡Vuela tú eres un águila! Asume tu naturaleza.
Pero el águila no voló, batió torpemente sus alas como una gallina,
y cayó al gallinero otra vez. Entonces, el campesino replicó: Le dije que ella
era ahora como una más de mis gallinas. Mañana veremos, dijo el ecologista.
Al otro día fueron a una montaña cercana con el águila. El
ecologista levantó el ave y le dijo: ¡Águila! ¡Mira ese horizonte, mira el sol
allá a lo lejos, los campos verdes allá abajo, mira, todas esas nubes pueden
ser tuyas! ¡Despierta tu naturaleza y vuela como águila que eres!
El águila comenzó a ver todo esto y fue quedando maravillada con la
belleza de las cosas que nunca había visto, estuvo confusa al principio sin
entender por qué había estado tanto tiempo alienada. Entonces sintió su sangre
de águila correr por sus venas, sintió tensarse los músculos de sus alas y
partió en un hermoso vuelo hacia el horizonte azul.
A muchos nos educan como gallinas porque con una mentalidad de
gallina nos controlan más fácil. Por eso nos creemos gallinas y vivimos con la
cabeza agachada y muertos de miedo. Pero podemos volar tan alto como queramos y
cuando queramos.
Camina con tu cabeza erguida en la vida, respetando a los demás,
pero sin miedos
Al águila le habían robado algo muy importante, lo que le hizo
perder su verdadero propósito en la vida, y fue
su propia identidad.
En la iglesia hoy en día, el mismo cuento triste está sucediendo a
miles y miles de cristianos. Aun cuando Dios nos ha creado para “volar en las
alturas”, hemos creído la mentira del diablo que somos pobres pecadores y
siempre seremos así.
Mientras no vuelva Jesucristo para llevarnos al cielo, dice el
diablo, tenemos que soportar toda clase de tristezas, enfermedades, pobrezas y
fracasos en la vida.
Como el águila que pensaba que era una gallina, hemos creído que
somos como todos los demás en el mundo, la única diferencia es que hemos sido
perdonados de nuestros pecados.
Nos han robado una verdad preciosa y poderosa; LA VERDAD DE NUESTRA
IDENTIDAD EN CRISTO.
Hermanos, no somos gallinas como los demás. ¡Somos hijos de Dios,
embajadores de Cristo y nuevas criaturas con una nueva identidad!
“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más
reinarán en vida... los que reciben la abundancia de la gracia del don de la
justicia” (Romanos 5:17).
La autoridad del creyente es una de las verdades más preciosas que
existe en el evangelio, y una de las verdades menos entendidas.
Y Dios creó al ser humano a
su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: «Sean
fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los
peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran
por el suelo.» (Génesis 1:27-28).
El hombre recibió autoridad sobre la tierra y sobre todo lo que
existía en ella. Él era el representante de Dios, creado a su imagen, y tenía
autoridad para cumplir con los propósitos de Dios en el mundo. En él existía la
gracia de Dios y Su justicia, entre otras cosas. Mientras el hombre caminaba
con Dios en obediencia, su autoridad y dominio quedaban vigentes. Pero cuando
Adán y Eva pecaron, algo profundo sucedió; algo que dejó a la humanidad en
esclavitud y temor. El hombre perdió la justicia de Dios y su propósito.
Cuando Jesús vivía entre nosotros como hombre, Él nos mostraba lo
que significaba la autoridad del creyente. Como Dios, él era un hombre justo,
sin pecado, y lleno de gracia y verdad (Juan 1:14). Así, El dominaba las
enfermedades, la escasez, el clima, los demonios, la muerte y al mismo diablo.
Su justicia le mantuvo bajo la cobertura de Dios y, así, él tenía autoridad
para deshacer las obras del maligno (1 Juan 3:8).
Durante su ministerio, Jesucristo entregó la misma autoridad a sus
doce discípulos, y después a setenta más. Fue una tremenda demostración de la
autoridad que existe para todos los que se encuentran sometidos a Jesucristo.
Es importante que entendamos que el diablo sólo ganó acceso al mundo
a través del pecado del hombre. Mientras el hombre mantenga su naturaleza
pecaminosa, no tiene ningún derecho legal en contra de las obras del enemigo.
Tiene que sufrir enfermedades, tragedias, escasez y el fracaso, porque es un
pecador y el diablo viene para “robar, matar y destruir” (Juan 10:10).
El hombre perdió la justicia por el pecado de Adán. Pero, si el
poder del pecado fuera destruido, y si el hombre pudiera recibir una nueva
naturaleza, una nueva identidad, entonces recibiría también la autoridad para
reinar en la vida, ¡como Jesús! Las buenas Nuevas del evangelio declaran
exactamente esta poderosa verdad.
“sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente
con él (Cristo), para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado. Porque el que ha
muerto, ha sido justificado del pecado.” (Romanos 6:6-7).
“Al que no conoció pecado (Cristo),
por nosotros se hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios
en él” (2 Corintios 5:21).
Aquí, Dios declara que por el sacrificio de Jesucristo, nosotros
fuimos hechos justos. La naturaleza pecaminosa, ya no existe en el creyente.
Tenemos una nueva identidad:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Entonces, el creyente ahora no es un pobre pecador, era un pobre
pecador, pero fue salvado y transformado por la gracia de Dios. Ahora, cada
cristiano es espiritualmente una nueva creación y tiene una nueva identidad. Ya
no somos gallinas. ¡Somos águilas! ¡No somos víctimas, sino, vencedores!
¿Qué pasa?”
Lo que pasa, es que has actuado como una víctima por tantos años,
que sigues comportándote como víctima. La vida victoriosa y abundante depende
de nosotros, no de Dios. Dios ha hecho su parte, y ahora depende de nosotros.
Hemos sido como el águila que se crió junto con las gallinas en el mismo corral
y en las mismas condiciones, y nos dijeron “Tú eres una gallina y siempre vas a ser una
gallina.”
El diablo nos ha dicho lo mismo por muchos siglos, y lo hemos
creído. Pero, la verdad nos hace libres, y al estar armados con la revelación
de nuestra nueva identidad, podemos cumplir con los mandatos de Jesús. ¿Qué
quiere El de nosotros?
“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan
17:18).
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el
Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21).
¿Cómo fue, Jesús, enviado al mundo? ¿Cómo un pobre pecador, siempre
enfermo, fracasado, sin poder y autoridad? ¡No! El vino al mundo para deshacer
las obras del diablo. El sanó a los enfermos, echó fuera a los demonios, suplió
las necesidades de la gente, dominó la naturaleza y resistió las tentaciones
del diablo. ¡Y Él dice que nos ha mandado de la misma manera!
Para hacer todo esto uno necesita autoridad. Necesita ser justo ante
los ojos de Dios, porque solamente la justicia puede atar al diablo, y deshacer
sus obras.
Gracias al Señor, nos ha hecho justos, nos ha mandado con su mismo
mandato, y nos ha dado su autoridad, su Nombre, el Espíritu Santo, los dones
del Espíritu, las promesas del Nuevo Pacto, la armadura de Dios y las llaves
del Reino, para cumplir con sus propósitos.
¿Quién puede pensar de sí mismo como una víctima, cuando toda la
abundancia de Dios le respalda?
La vida cristiana no debe ser una vida llena de fracaso,
enfermedades y escasez. De hecho, el Señor nos ha mandado para librar al mundo
de tales cosas.
El evangelio, es el poder de Dios que puede librar a los esclavos.
Pero, si los mismos cristianos siguen viviendo vidas fracasadas, ¿cómo podemos
predicar al mundo?
No, hermanos, la vida fracasada no es para nosotros.
Hemos recibido autoridad y debemos administrarla.
Somos responsables ante el Señor por lo que nos ha dado.
¡Levantémonos como hijos del Rey de Reyes, y tomemos nuestro puesto en el gran
ejército de vencedores que Dios está levantando en estos días! Sean águilas y
acaben con los trucos y las trampas del diablo en sus vidas.
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre
toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19).
“Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que
todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23).
Si tú eres cristiano, has recibido autoridad. Autoridad para sanar
enfermos, echar fuera demonios, librar a los cautivos y ser una bendición en el
mundo. Sólo puedes ser vencido por la ignorancia o pasividad.
Tú eres justo ante los ojos de Dios.
Él te regaló su propia justicia por el gran amor que Él tiene para
con nosotros. Él ha puesto al diablo bajo tus pies. Las enfermedades tienen que
rendirse por la imposición de manos y la declaración de fe. La pobreza tiene
que huir cuando aplicamos los principios de la siembre y la cosecha. "
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando
darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán
a medir". Lucas 6.38
El temor no tiene lugar en nosotros, porque no hemos recibido un
espíritu de temor sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Timoteo 1:7).
La Palabra de Dios en nuestro corazón y en nuestra boca es la espada
del Espíritu, y no existe nada en el cielo ni en la tierra que pueda resistir a
la Palabra de Dios. La vida abundante es nuestra herencia y hacer discípulos de
Cristo es nuestro propósito.
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id,
y haced discípulos a todas las naciones...” (Mateo 28:19-19)
Confió que el Señor Jesucristo te revelará estas palabras, pues es
su voluntad que tú y yo como cristianos seamos más que vencedores en Cristo
Jesús. Amen.
joseferchozamper