Dios nos ha bendecido con toda clase de bendiciones, tanto espirituales
como materiales, desde mucho antes de habernos creado.
Dios eligió a su hijo Jesucristo para que en El, fuésemos
bendecidos, santos e irreprochables, lo decidió así porque vio que no había
ninguna otra solución para su pueblo. Por medio de Jesucristo nos adoptó como
miembros de su familia, esa era su voluntad desde el principio.
Por su gran amor manifestado por nosotros, alabamos a Dios todos
los días y a cada instante, Dios es tan misericordioso que pagó nuestra
libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados. ¿Cómo no estar
eternamente agradecido?
Ahora bien, Dios sujetó todas las cosas bajo la autoridad de
Jesucristo, las que están en el cielo como las que están en la tierra; para que
en El estén realmente seguras, por ende, yo me sujeto a Él con ese mismo propósito.
El propósito de tal sujeción es que demos gloria y alabanzas
a Dios, por medio de su Espíritu, el cual habita en nosotros desde tiempos
antiguos. El Espíritu es la garantía de que estamos con Dios, por tal razón podemos
decir Abba padre.
Es necesario tener fe en Jesucristo, y orar en todas partes
y por todas las circunstancias de la vida, dando gracias a Dios por todos y por
todo. Pido a Dios, que nos de sabiduría y entendimiento, que nos ilumine de luz
el corazón para poder entender a qué esperanza hemos sido llamados, cuál es su
plan perfecto para nosotros sus hijos, de tal forma que no sigamos siendo zarandeados
por cualquier viento de doctrina.
También pido en oración a Dios, que nos revele su increíble
grandeza y poder para nosotros los que creemos en él, para qué nos armemos de
valor y nos esforcemos verdaderamente por alcanzar sus promesas en Cristo Jesús.
Y así, no seguir temiendo ¿qué podrá hacernos el enemigo?
Ese gran poder que levantó a Cristo de entre los muertos y
lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios; es el mismo poder que nos
tiene bajo la autoridad de Jesucristo, quien es nuestra cabeza, y quien llena
totalmente de plenitud a todos con su presencia.
Antes de Cristo, estábamos muertos a causa de los muchos
pecados en que vivíamos, dominados por los poderes del mundo invisible, porque
nos negábamos a obedecer a Dios. Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los
deseos de nuestra naturaleza pecaminosa, por tal causa éramos objeto del enojo
de Dios. Pero el amor de Dios es tan grande que, a pesar de que estábamos
muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de
los muertos.
Por la gracia de Dios somos salvos, si nos mantenemos unidos
a Jesucristo. Dios nos salvó por su gracia cuando creímos en Jesucristo. Y no
es por merito nuestro, es un regalo de Dios. Ninguno de nosotros puede jactarse
de ser salvo.
Antes andábamos muy lejos de Dios, pero fuimos acercados a Él,
por medio de la sangre de Cristo, quien nos redimió y nos puso en paz con Dios
Padre.
Jesucristo derribó el muro que nos separaba de Dios, lo
logró al poner fin al sistema de leyes, mandamientos y ordenanzas por medio de
su muerte en la cruz, y la enemistad que había entre nosotros y Dios, quedó
destruida. Ahora todos tenemos acceso al Padre por medio de su Espíritu Santo,
gracias a la muerte de Jesucristo por nosotros.
Ahora siendo miembros de la familia de Dios, vivimos en su
casa, la cual está edificada sobre el evangelio de Jesucristo, cuya piedra
principal es Cristo mismo. Estamos unidos en él, por él y para él. Por tanto, todo
aquel que crea en la Buena Noticia, “Jesucristo”; gozará por igual del
privilegio de ser llamado hijo de Dios.
Gracias a nuestra fe en Jesucristo, podemos entrar en la
presencia de Dios con toda libertad y confianza. Por eso les digo que no se
desanimen a causa de las pruebas y sufrimientos por los que estén pasando en
estos tiempos, que todos ellos afrontados con fe y amor en Dios, nos llevará a
ver su gloria y poder en nosotros.
Qué bueno que tenemos un día más para agradecer a nuestro
Señor Dios y padre, por todas nuestras debilidades, ya que por medio de ellas nos
postramos de rodillas en oración al Padre, y así, sus gloriosos e inagotables
recursos nos fortalecerán con poder en nuestro interior por medio de su
Espíritu.
Espero que comprendamos que el amor de Dios no es como el
amor humano, el cual pretende manifestarse brindando soluciones pasajeras ante
cualquier dificultad. Que toda la gloria sea dada a Dios, pues él nos da mucho
más de lo que pedimos o esperamos recibir.
En verdad hemos sido llamados a ser humildes y amables, a perdonarnos
las faltas por amor, a mantenernos unidos en el Espíritu mediante la paz.
Así, no seremos inmaduros como los niños, y no seremos
arrastrados de un lado a otro ni empujados por cualquier corriente de nuevas
enseñanzas. Ni nos dejaremos llevar por personas que intenten engañarnos con
mentiras tan hábiles que parezcan verdad. En cambio, hablaremos la verdad con
amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo,
quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo
encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda
a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y
lleno de amor.
Permitámosle al
Espíritu santo de Dios que renueve nuestros pensamientos y nuestras actitudes. Así
que no digamos mentiras, a cambio, hablemos siempre la verdad, no permitamos
que el malgenio nos controle, porque el este da lugar a que pequemos.
Si antes robabas, deja de hacerlo, a cambio, trabaja con honestidad
y cumplimiento, usa tus manos con dignidad y comparte generosamente con los que
tienen necesidad. No seas grosero ni ofensivo con tus palabras, habla siempre
en bendición, que todo lo que digas sea útil, a fin de que tus palabras
resulten de estímulo para quienes las oigan. No des mal ejemplo a nadie con la manera
en que vives, recuerda que sobre ti están puestas todas las miradas,
principalmente la de tu padre celestial.
Hecha fuera de ti, toda amargura, toda furia o enojo, toda
grosería, calumnias y toda clase de mala conducta. Imita a Jesucristo en todo
lo que hagas, Él es tu medida a alcanzar. Él nos amó y se ofreció a sí mismo
como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios.
No hables nada inmoral, chistes obscenos o necedades no son
para ti. Ni te dejes engañar por los que tratan de justificar esos pecados, pus
a Dios no le agrada nada de eso. Evita todas esas cosas que hacen los incrédulos.
Que la luz que está dentro de ti ilumine a los demás cada día.
Ten cuidado de cómo vives, no lo hagas como un necio, sino
como sabio. Obtén el mayor provecho de cada oportunidad en estos días. No actúes
sin pensar, más bien procura entender que el Señor quiere que hagas.
Las borracheras arruinarán tu vida, a cambio, llénate del Espíritu
Santo, cantando alabanzas espirituales a Dios, en tu corazón y con tu boca.
Los casados, sométanse el uno al otro como al Señor, ámense como
Cristo nos amó.
De las pasiones carnales fuera del matrimonio, huid. Recuerda
que El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se
convierten en uno solo.
Por eso digo, el hombre debe amar a su esposa como a sí
mismo, y la esposa debe respetar a su marido y amarlo solo a él. Los demás amores son pecado.
Sed fuertes en el Señor y en su gran poder, manténganse firmes
en Dios contra todas las estrategias del diablo. Pues no luchamos contra
enemigos de carne y hueso, sino contra huestes malignas e invisibles, y contra
fuerzas poderosas del mundo tenebroso.
Orando en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión, nos
mantendremos alertas y firmes. Y la paz de Dios estará en nuestros corazones
eternamente con todos los que amamos a nuestro Señor Jesucristo.
¡Gloria a Dios Padre y a Jesucristo su hijo, por todas las
generaciones desde hoy y para siempre! Amén.
Jesucristo te
ama y e bendice.
JoseFercho
ZamPer
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