Mateo 6:8. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre
sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Durante mis
últimos años de cristiano he podido entender que, con mi forma de oración a
Dios, las oportunidades para ser feliz en este mundo, son muy limitadas.
Analizando
mi manera de orar, me he podido dar cuenta que, la mayoría de las veces, voy en
la dirección incorrecta: empiezo en la carne, en la profundidad de mis
preocupaciones, y se las presento a Dios, informándolo como si Él no conociera
mis necesidades. Con la necedad de que Jesucristo tenga compasión de mí, o que
se sienta tocado por mis problemas y se compadezca de mí, y me de soluciones. Como
si Él no lo hubiese hecho todo por mí.
Es como
si yo quisiera que El cambie de opinión, que Dios me escuche y me atienda, como
si ya no lo hubiese hecho desde siempre. Todo esto me lleva a entender que debo
cambiar mi manera de orar.
Por eso,
quiero rodearme de gente que quiera tocar el corazón Dios. Mi meta es llegar al
corazón de Dios en paz y armonía, junto con mi familia espiritual. Dejarse
tocar por la misericordia de Jesucristo es lo más grande, hermoso y maravilloso
que Dios nos regala.
He podido
ver qué Él está más interesado en mí, que ni yo mismo, ya que Jesucristo vino a
rescatar, a sanar y a liberar a los enfermos, a las familias destrozadas, a los
adolescentes rebeldes, y a todo aquel que sufre y llora en este mundo. En fin,
mi Padre sabe de qué estamos necesitados. Yo lo que debo es adorarlo en
espíritu y en verdad, de todo corazón.
Así como la vida ha prevalecido sobre la
muerte, la misericordia prevalece sobre el pecado.
Mi
oración matutina debe comenzar en el espíritu, para que su gracia descienda a lo
profundo de mi ser. Esto cambia nuestra perspectiva, el ser humano fue hecho a
la imagen de Dios y con un destino eterno. Mi respuesta ante este hecho, debe
ser de gratitud y alabanza a Dios.
Hoy estoy
seguro que, en verdad Dios escucha mis oraciones, que él está conmigo. “Aunque
a veces, parezca que Dios no me escuche” en mi corazón sé que el sí lo está
haciendo, y que ya está dando la respuesta a mi oración. Lo sé, únicamente porque
creo que él es fiel y verdadero.
Santo Tomás
es el ejemplo del escepticismo que a todos nos invade, queremos tocarlo todo, y
verlo primero son los ojos carnales, antes de creer en su amor.
Este
costado abierto es el corazón de Cristo que se hace visible para cada uno; es
el costado traspasado de quien dio su vida para que ya no estemos condenados a muerte
por nuestros pecados.
A veces
la respuesta de nuestro Padre es un claro «no», pero nosotros no queremos
escucharla. Cuando oramos, quizá no veamos respuesta, pero él está obrando, por
eso, debemos confiar en el Señor, renunciando a nuestros supuestos derechos, y
dejar que Él haga lo más apropiado. Debemos aprender a esperar el tiempo de
Dios, porque Él es bueno.
La forma
más elevada de alabanza es la obediencia, comencemos por decir que la adoración
está reservada sólo a Dios. Sólo Él es digno de alabanza y adoración.
Por tanto,
adorar es un acto de culto espiritual a Dios.
Juan 4,
23-24. Jesucristo nos dice: “Pero Dios es espíritu, y los que lo adoran, para
que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca
el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados
por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo
ya ha llegado!
Debemos ser
conscientes de nuestra forma de adoración, para que tenga algún efecto en
nuestra vida espiritual.
Y Jesús
conociendo su sinceridad le dice cómo y dónde adorar a Dios Padre: en el
Espíritu y en la Verdad. Para adorar al Padre es necesaria una genuina
adoración a Jesucristo.
Su
misericordia nos mueve a adorarlo. Es saber que Dios nos ha creado; y, si nos
ha creado, lo ha hecho por amor; Él es nuestro Dueño. Adorar a Dios es darnos
cuenta que dependemos totalmente de Él.
Como Dios
nos ama, ofrecemos nuestros cuerpos “como una víctima viva, santa, agradable a
Dios”. En definitiva, debemos cederle a Dios el control de nuestra vida.
Mateo 22:37.
Es hacer un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Este es nuestro culto
espiritual.
La
conversión es una expresión de fe que nace de la humildad, y nos motiva a
inclinarnos, arrodillarnos, o postrarnos ante Dios. Eso significa que somos
inferiores a Dios, que dependemos de Él, que Él es nuestro Creador y Señor.
Adoramos
a Dios en la medida en que vamos renovando nuestra mente a la luz de la palabra
de Dios que es la verdad de Cristo.
La forma
más elevada de la alabanza y de la adoración es la obediencia constante a Él y
a su Palabra.
La adoración
que viene de un corazón humilde es la que tiene más probabilidad de ser
aceptada en los cielos, y de subir cómo un perfume agradable ante el Trono de
Dios.
Adorar
significa bajarse, inclinarse o postrarse ante Dios, para poder tener un
momento íntimo, nos postramos ante su presencia en señal de adoración.
Es algo
maravilloso cuando estás postrado, y sientes que en tu interior comienza a
fluir una adoración inexplicable para nuestro entendimiento, pero que nuestra
alma comprende que viene inspirada por el Santo Espíritu de Dios, entonces
entendemos en el Espíritu que nuestra alma ha logrado establecer una conexión
intima con Dios.
Bendice
alma mía a Jesucristo, bendiga todo mi ser su Santo Nombre. Deja que tu alma
exprese lo que sientes por Dios. Mantén una comunicación viva con Dios todos
los días.
Ahora es
el tiempo perfecto para comenzar a experimentar la verdadera adoración.
Allí,
acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos, cojos y paralíticos.
Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo.
Cuando Jesucristo lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había
estado enfermo, le preguntó: ¿Quieres que te sane? Pero el enfermo contestó: Señor,
no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez
que trato de meterme, alguien lo hace primero.
Todos
esperan a que el agua se mueva, pues de vez en cuando un ángel bajaba a la piscina
y movía el agua. Si algún enfermo se metía en ese momento al agua, quedaba
sanado de cualquier enfermedad.
Cada vez
que Dios nos habla, para enseñarnos algo, o para realizar algún milagro en
nuestra vida, tenemos algún tipo de reparo. Andamos replicándole por todo, “Señor,
porque a mí” porque ahora, hasta cuando… y así frenamos el actuar del espíritu santo
a nuestro favor.
Pero si Jesucristo
te pregunta ¿quieres ser sano? No debo tener dudas. Aunque el agua no se mueva,
o no tenga quien me ayude a moverme, yo debo creer en su palabra, en su amor.
Jesucristo
nos dice: Ahora que estás sano, no vuelvas a pecar, no sea que te pase algo
peor.
Torre
fuerte es el nombre del Señor; a él correrá el justo, y levantado será
(Proverbios 18:10).
A lo
largo de la historia, infinidad de personas nos sentimos inseguros en nuestras
propias casas, por lo que siempre andamos buscando paz y protección para una
vida mejor. Pero aun hoy, vemos gente buscando refugio y protección, y en casi
todos los casos, es por las mismas razones. Pero por más beneficios materiales
que nos ofrezcan, nunca satisfacen por completo nuestra necesidad de sentirnos
seguros, siempre hay dentro del ser humano una necesidad real de paz y
seguridad, ya que tal reposo solo puede encontrarse en Dios. Porque, solo tú, Señor,
eres mi refugio; tú me libras de la angustia; con cánticos de liberación me
rodeas.
“No se necesita mucha agua para hacer un buen
café”.
Por eso, ¡espera un poco más, que ya llegará tu ayuda!
En medio
de las pruebas y de la oposición del mundo, si te aferras a la palabra de Dios
y perseveras con fe, obtendrás el galardón, la recompensa que está dada para el
que cree.
Una experiencia
íntima y profunda con Dios, por medio de la oración es capaz de cambiar nuestra
vida.
Dios me
dice, “hay un propósito en todo esto”, y yo pregunto “¿y cuál es ese propósito?”
A
nosotros nos suele suceder que, El Señor se nos acerca en nuestro diario vivir,
sabiendo que somos pecadores, que no lo buscamos, y al momento de verlo, nos
asustamos y tratamos de huir, con evasivas y dudas. Cuando debemos acercarnos a
Dios confiadamente si queremos alcanzar gracia, misericordia y socorro.
Cuando hablamos
con Dios, al orar, al momento de cerrar la puerta, la paz y el gozo del Señor
nos comienza a inundar, allí es donde somos transformados, en ese lugar es
donde Dios trabaja con nosotros. Es en la intimidad con Dios, donde se desnuda
el corazón y Dios nos muestra lo que hay en él y nos revela lo que necesitamos
cambiar. En esos momentos es cuando su espíritu nos edifica, nos reconstruye. Las
revelaciones más importantes son dadas en oración, en la intimidad. Tenemos que
estar dispuestos a pasar por este proceso.
“Prefiero
enseñar a un hombre a orar que a diez hombres a predicar” Charles Spurgeon
No hay
nada en la vida cristiana más subestimado que la oración.
Es
necesario que cuando oremos, pensemos por qué oramos lo que oramos.
“Si no
permanecemos en la oración, vamos a permanecer en la tentación” John Owen.
“Perseverad
en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4:2)
Cuanto
más apliquemos la palabra de Dios en oración, ¡más aprenderemos a orar!
Es necesario
aplicar lo que nos dice Romanos 8:13 “Porque si vivís conforme a la carne,
moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”.
Porque nosotros
no sabemos pedir como conviene, únicamente el espíritu santo lo sabe, pero si
nos humillamos delante de Dios, y reconocemos que no sabemos orar, el espíritu santo
ora por nosotros.
Orar en
el espíritu sobrepasa las limitaciones de nuestro intelecto y conocimientos. Solo
así podemos orar en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu". Cuando oramos en el Espíritu, sabemos que oramos conforme a la
palabra de Dios.
Cuando nos
postramos a adorar a Dios, "Lo oculto del corazón se hace manifiesto”, necesitamos
aprender a rendirnos ante el amor y la gracia de Dios, por medio del Espíritu santo,
si pasamos tiempo diario ante su presencia, esperando en Él, lo viviremos.
La oración
en el espíritu, es una oración que sale directamente de nuestro corazón y va
directamente al corazón de Dios. Lágrimas llenaban mis ojos a medida que los
sentimientos de amor y tristeza por mis faltas contra Dios saturaban mi
corazón.
Para poder
adorar a Dios en el espíritu, es necesario rendirle a él, toda arrogancia e
idolatría, toda altivez y demás impedimentos que haya en nuestro corazón.
Al practicar
la adoración y alabanza a Dios en privado, nos vamos volviendo más sensibles a su
presencia, esto nos lleva a romper ataduras espirituales que aún quedan en nuestra
alma.
Romanos
8:27. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del
Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
De esta
manera es que vamos entendiendo la voluntad de Dios, y se nos revela su
palabra, a medida que aprendemos a esperar en el Señor en intima adoración.
La adoración
es un derecho y una responsabilidad de todo cristiano, si es que se desea ser
libre de toda opresión de las tinieblas, pues a través de ella se llega a la
presencia de Dios.
Como
creyentes es una necesidad básica, el disfrutar de la presencia de Dios, es
necesario ejercitarnos en pasar tiempo para encontrarnos con El. La oración es
la manera esencial de ejercitar nuestro espíritu.
Es clamar
a Jesucristo desde lo más profundo de nuestro ser, invocarlo audiblemente.
Jesucristo te
ama y te bendice.
JoseFercho ZamPer