Un pellizco
del cielo
Señor, su esposa tiene cáncer.
Esta fue la
maravillosa noticia que me dio el médico hace unos días. Así, a palo seco, sin
anestesia. Fue un severo baldado de agua helada sobre el espinazo, me dejó
frío.
Para
aderezar la vaina, me dice: lo mejor es llevársela a casa y darle gusto en lo que
pueda, pues no hay mucho que hacer por ella.
Ya se
imaginarán lo difícil de estas situaciones, uno queda en las nebulosas, sin
saber que decir ni que hacer.
Después del
rato reaccioné y me dije:
“Pero si
Jesucristo cargó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; es más, fue
herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros sanados”. Isaías
53:4-5.
A partir de
este momento comenzó la verdadera batalla de fe, se trata de ser plenamente
convencidos por Dios, que el sacrificio de su hijo Jesucristo por nosotros fue
real y verdadero, y no solo una historia que leemos muchas veces y tan solo nos
deja un fresquito en el alma.
Para mí, los
médicos dan su veredicto, conforme a lo que ellos saben y pueden creer, pero
para el cristiano, esto debe ser como el pellizco que Dios nos da para sacarnos
de ese sueño profundo en el que vivimos a diario, engañados con el cuento de
que creemos en El, pero sin creerle a él.
Ahora comprendo
lo tibios que somos los que decimos ser cristianos, andamos tan absortos en el
mundo, pidiéndole a Dios que nos complazca con todo lo que deseamos y queremos,
para esto hacemos oraciones y ayunos, con el deseo ferviente de que El, nos
bendiga con todo lo mejor del mundo y de la carne. Pero a la verdad no hacemos
nada para agradarlo a él, mucho menos para obedecerlo.
Yo conozco
tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero
por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
Apocalipsis 3. 15–16
Creemos que
cristianismo es esperar que Dios nos complazca con todas sus bendiciones, pero
no queremos sacrificar nada por seguirlo, no queremos morir a nosotros mismo,
sino que él nos ponga por encima de los demás para sentirnos bendecidos, pero
su palabra nos dice: en Juan 12:24-26. De cierto, de cierto os digo, que si el
grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva
mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este
mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo
estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le
honrará.
Esto es el
cristianismo, morir al mundo y sus deseos, con tal de seguir a Jesucristo. Pero
ha palabra dura que es esta, es más cortante que espada de dos filos, y nos
pone justo al borde del abismo, donde no nos queda ningún sitio en donde
escondernos ni a donde ir.
Desde aquel
dichoso día, ya han pasado varios meses, y ando de viaje en viaje de un médico
y otro, la eps se esmera en poner cuanta traba haya en el sistema para demorar
el tratamiento. Por la gracia de Dios, hemos visto la solidaridad de la
familia, esto nos alienta grandemente, hasta se ha podido pagar exámenes particulares
y un oncólogo para que los viera y nos dio su diagnóstico: hay que hacer
quimioterapia urgente.
En vista de
la urgencia y sin dinero para pagarlas particular, nos vimos obligados a
dedicarnos a orar al dueño de la vida, para que él, allanara los caminos y los
corazones de los médicos y demás personas que intervienen en el proceso, y digo
obligados porque infortunadamente estamos acostumbrados a orar con entusiasmo,
solo cuando pasamos por dificultades de orden mayor a nuestras fuerzas, el
resto de veces, solo hacemos oraciones de mantenimiento o de rutina, por el pan
de cada día, y punto.
La iglesia
de Cristo está en un aletargamiento terrible, caminamos para dónde va la gente,
no siguiendo a Jesucristo, sino a los que hablan de Él.
Normalmente
vemos todo, solo con los ojos de la carne, no con la fe. Hablamos como los
demás, de las cosas del mundo: de la recesión económica, de las políticas
gubernamentales, de quien dirige la empresa, etc. Todo basado en lo que podemos
y debemos hacer, ahí no hay cabida para el obrar de Dios, ya que no lo dejamos
actuar.
Muchas veces
decimos y oímos decir a otros, varias frases las cuales le atribuimos a Dios,
tales como: ayúdate que yo te ayudaré, dice el señor; eso espere a que le
llueva el pan del cielo; a Dios rogando y con el mazo dando, y como estas,
muchas otras frases las cuales se acomodan justo a la situación de quien está
orando y pidiéndole a Dios, y por ende tratando de confiar en Él, pero el que
viendo no ve, y oyendo no oye, lo coge a mansalva y le da garrote por andar en
esas y no estar buscando la solución a sus problemas.
Y como
estamos atribulados, muchas veces cedemos en la fe y corremos al mundo a ver
quién nos da la mano. Todos sabemos que tenemos que hacer nuestra parte, pero
primero debemos dejar que Dios allane los caminos y los corazones de los
hombres con quien tengamos que hablar, y no que sean nuestras lágrimas las que
los conmuevan, aunque en muchas ocasiones tengamos que llorar.
Hablando de
esto, aproximadamente durante un mes, tuvimos que insistir e insistir para que
nos dieran cita con el oncólogo, pues el médico general no puede hacer nada al
respecto. Habiendo sacado ya los exámenes médicos y clínicos solicitados, era
urgente llevarlos al especialista, este paso se nos envolató por meros términos
técnicos y de procedimientos contractuales; o como diríamos, por cuidarse la
espalda.
Se
necesitaban órdenes claras y bien documentadas para evitar que al momento del
pago, no se presentaran esos inconvenientes que muchas veces nos pasa, que nos
devuelven las facturas de cobro por algún tecnicismo, o por un papel.
Después de
varios días, aquí y allá, reclamándole a uno y suplicándole a otro, no veíamos
nada de nada, es como cuando nos apagan la luz a media noche; ¿que hicimos?
Después de llorar, nos acordamos de orar. Creo que las lágrimas sanan el
corazón, y dan claridad a la mente. Parece que ellas lavan el alma y despejan
el espíritu.
Ya en este
punto, y con el cielo despejado, pasamos tiempo de calidad espiritual, a los
pies del maestro, recibiendo enseñanza y esperando su obrar en nuestra fe y en
quienes le ponían palos a la rueda. Fue maravilloso, realmente maravilloso, no
se imaginan cuánto.
Por razones
que solo Dios conoce, unos familiares pagaron una cita a un oncólogo de
renombre, quien dijo muy claro: “es urgente hacer quimioterapia”. Y agregó; sea
donde sea, particular o por la eps, aquí o en la Conchinchina, hay que hacerla
URGENTE.
Ya con este
papel en mano, me armé de berraquera y me fui a pelear con la eps, lo bueno fue
que la pelea no se dio, pues al ver dicho diagnóstico, a pesar de que ese
médico no trabajaba con ellos, si lo había hecho y le creían, y me aprobaron la
cita.
Algo aún más
maravilloso fue lo que Dios le reveló a mi esposa, el día anterior a la cita
médica, al visitar a mi sobrino y hablar sobre la situación, me preguntó en
dónde y quien era el doctor al que íbamos a ir, entonces le mostré el documento
y leyó el nombre del médico, con gran sorpresa me dijo que justamente había
estado hablando por teléfono con dicha persona por razones ajenas a la salud,
de inmediato lo llamó y le comentó el asunto, para pedirle colaboración con
nuestra causa.
Al momento
de regresar a casa le comenté a mi esposa lo ocurrido y al instante se soltó en
llanto, me dejó pasmado, pregunté la causa del llanto y me contó lo acontecido:
estaba arrodillada clamando a Dios por el médico que me atendería al día
siguiente, que le diera misericordia para con migo, y que me tratara bien, así
como Jesucristo tuvo misericordia del ciego Bartimeo, cuya cita estaba leyendo
en Marcos 10:46-52. Después llegaron a Jericó. Más tarde, salió Jesús de la
ciudad acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Un mendigo ciego
llamado Bartimeo estaba sentado junto al camino. Al oír que el que venía era
Jesús de Nazaret, se puso a gritar: — ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia
de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún
más: — ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Jesús se detuvo y dijo:
—Llámenlo. Así que llamaron al ciego. —¡Ánimo! —le dijeron—. ¡Levántate! Te
llama. Él, arrojando la capa, dio un salto y se acercó a Jesús. — ¿Qué quieres
que haga por ti? —le preguntó. —Rabí, quiero ver —respondió el ciego. —Puedes
irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha *sanado. Al momento recobró la vista y empezó
a seguir a Jesús por el camino.
Esto debido
a que en las citas anteriores el médico no me escuchaba y me trataba en forma
descortés.
Me dijo que
Dios le había mostrado con tal claridad lo que iba a ocurrir al día siguiente,
de la siguiente forma; me vi hablando con el doctor, quien me atendía con
amabilidad, y al ver los resultados de los exámenes, me dijo: “señora hay que
hospitalizarla de inmediato, para hacerle transfusión de sangre” al instante mi
rostro reflejó pánico, pues temía que me hicieran diálisis ya que la creatinina
estaba en 5, y lo máximo sería 1. Mas él me dijo, “tranquila madre este
procedimiento no es necesario” e inmediatamente salió a dar las recomendaciones
del caso a las enfermeras, para que realizaran dichos procedimientos con
urgencia.
Lo cierto
fue que si yo no la hubiese acompañado a la cita médica, también habría dudado
de la veracidad de la visión, pero como la había escuchado cuando contó, y vi
con mis propios ojos cuando el médico le habló, e hizo lo ya anunciado en la
visión, no tuve duda de la respuesta de Dios tan clara y concisa.
Desde ese
instante las cosas están marchando de la mejor manera posible, al día de hoy
está en el tratamiento por quimioterapia, y con muy buenos resultados.
Jesucristo
te ama y bendice.
JoseFercho ZamPer