Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en
las tribulaciones.
Cada día de nuestras
vidas, se presentan dificultades para avanzar, tanto en lo económico como en la
salud, de nosotros depende el confiar en Dios, y hallar en El, ese lugar de
refugio para descansar del mundo y sus aflicciones.
El enemigo más acérrimo
que tenemos es nuestro temor, el miedo a lo que pueda pasar, o sea, nuestra
inseguridad, Pero el Espíritu que Dios nos ha dado no nos hace cobardes, sino
que él es para nosotros fuente de poder, amor y buen juicio.
2 Timoteo 1:7 Porque
no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio
propio.
La seguridad para la
gran mayoría de las personas es tener estabilidad económica: éxito, dinero,
amistades, popularidad, inversiones, cuentas, títulos, negocios, trabajos, etc.
Creyendo que con esto podemos controlar nuestras vidas.
La pregunta es, ¿Por
qué hay tantísima gente que tiene todas estas cosas, pero viven con depresión, angustias,
afanes, adicciones, soledad, sin paz, ni control de sus vidas?
Vivimos tan de prisa que
logramos lo contrario a lo deseado, todas esas cosas por las que luchamos en la vida resultan ser
incapaces de darnos algo de seguridad, solo son vanidad, y no son lo que
realmente necesitamos para ser felices.
Todo lo material es pasajero,
no dura, y tiene muchos enemigos, razón por la cual nos toca luchar más de lo
necesario para mantenerlo, nos llena de inseguridad la mente, el alma, y el
corazón. Ya que el hombre no es solo materia sino también espíritu, y su ser interior
exige lo de Dios, lo del espíritu, para ser verdaderamente rico, de lo
contrario solo se es un pobre rico.
Apocalipsis 3:15-19
“Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo
soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes
que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo
te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y
vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu
desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a
todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”.
Infortunadamente los
humanos somos tan carnales que estamos convencidos profundamente que la seguridad
material alcanza para proteger nuestras vidas, y sin dudar un instante, se
transa en una batalla llena de sacrificios y dolor con tal de lograr esta clase
de seguridades; y en ello nos pasamos casi toda la vida tratando de lograr
alguna de estos bienes, y si los llegamos a perder, es peor que la muerte misma.
En cambio la vida
espiritual necesita de la seguridad que solo Dios nos puede dar, la cual es
beneficiosa para la mente, el cuerpo, la vida y también para nuestra economía.
La seguridad
espiritual que es el amor de Dios, es trascendental para la existencia del
hombre en este mundo, ese amor por el que muchos somos maltratados por el
mundo, ese amor por el que Jesucristo dio su vida, ese amor que requiere vida
recta y comunión con el Espíritu. Ese es el amor de Dios que nos hace verdaderamente
libres y seguros.
Así es que necesitamos
mejorar nuestra calidad de vida espiritual, practicando la palabra de Dios, la
fe que proviene del Espíritu.
La esperanza que nos da
el sabernos salvos, y con vida eterna, es una seguridad divina, incorruptible, perfecta
por medio de la fe en Jesucristo.
Por tanto, no
temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón
del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de
su braveza.
Dios está en medio de sus
hijos, y no serán conmovidos ni avergonzados, Dios nos ayudará al clarear la
mañana.
Jesucristo está con
nosotros, El es nuestro refugio, el lugar donde me escondo.
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre
las naciones; enaltecido seré en la tierra.
El honor que damos a
Dios se hace notorio cuanto más lo dejemos obrar a él, y menos hagamos
nosotros, pues nos dice Juan Bautista que, Él ha de ir aumentando en
importancia, y yo disminuyendo.
Pero esto de disminuir
es algo bastante difícil de asimilar, ciertamente los seres humanos queremos ser
alguien en la vida, después de tanto estudiar no podemos dejar de aspirar a ser
alguien más que los demás.
En todo caso el
estarnos quietos no puede ser en un estado de movimiento sino de tiempo. Cuando
nos quedamos quietos para exaltar a Dios, significa que nos quedamos bajo su protección
y su amor, y los enemigos que nos acosaban tienen que enfrentarse contra de
Dios a quien hemos acudido por protección.
Pero, ¿puedo yo
exaltar a Dios, estando quieto, sin hacer nada? Claro que si, ya que en ese momento estaría
dejando a Dios ser Dios.
Salmo 34:3. Engrandeced
a Dios conmigo, Y exaltemos a una su nombre.
El Señor Dios humilla al soberbio y exalta al humilde.
Cuando uno se apega al
Señor Dios de alguna manera, significa que me avergüenzo de pensar a la ligera
de Dios, y que he visto o reconocido mi incapacidad de alcanzar el bien
deseado.
La gente se rebela
contra Dios cuando solo hace lo que le impulsan sus deseos pecaminosos. Así que
cuando llamamos el nombre de Dios, entendemos que es una declaración de
arrepentimiento.
También puede ser
visto como una expresión piadosa de un corazón humillado, a pesar de que
claramente no podemos añadir nada a la gloria de Dios, si podemos hacerlo a través
de nuestro reconocimiento de pequeñez e incapacidad delante de él.
Cada vez que nombremos
a Dios, pensemos de que manera hemos usado su nombre entre nosotros, a
continuación alabemos con el corazón el nombre de Dios como lo merece.
Jesucristo está con
nosotros, el es nuestro refugio.
El nos ama y nos
bendice.
JoseFercho ZamPer