Salmos
23:4
“Aunque
camine por valle de tinieblas,
ningún
mal temeré, porque Tú vas conmigo;
tu
vara y tu cayado me dan seguridad”
Se
pierdes las ganas de vivir, seguramente te has perdido a ti mismo, estas
divagando en tus propias ideas de la vida. La vida es algo temporal, a veces no
le damos mucha importancia a este mundo a pesar de que aquí se pasa muy bueno.
Ese
sentimiento de desesperanza, de tristeza o el no tener ganas de vivir, es
ocasionado generalmente por la carencia o la falta de algo que consideramos necesario.
Esto sucede porque nuestro corazón se siente vacío, sin amor.
Al
hacer lo correcto, aunque no tengamos ganas, vamos yendo hacia la perfección,
hacia Dios.
Quién
sueña para este mundo en vano se esfuerza, porque sus expectativas y sus logros
mueren aquí mismo no perduran.
La
soledad significa tranquilidad, significa buscar ideas propias para ordenar la mente.
En la soledad encontramos a Dios, esa es la mejor experiencia.
En
la soledad, la mente se ordena, se acomoda, habla consigo misma hasta escucharse,
nos permite soñar sin interrupciones.
La
soledad es mera sensación de ausencia física, pero la verdad es que nunca
estamos solos, porque Dios está en nosotros.
Podemos
acompañar nuestra soledad, con la presencia de Dios, mi soledad es Dios, Dios
es mi soledad. Deja que Jesucristo sea tu soledad. Dios está contigo, aunque no
lo sientas, yo sé que la felicidad no está en este mundo, pero Dios nos dio
este mundo para vivir y alcanzar el cielo.
Sentir
que Dios se aparta no es nada agradable, quizá sea una de las peores
sensaciones del ser humano, porque sin Dios no somos nadie. Al orar sé que Dios
me escucha, y sé que Dios quiere entablar conmigo una relación más seria, no
emocional, una relación de fe.
Ahora
comprendo un poco más este asunto. La fe es una cosa, los sentimientos otra. Debo
decirles que la luz ilumina la oscuridad, y la oscuridad no puede apagar la
luz.
Es
raro decirlo, pero conforme pasan los días, menos siento a Dios, pero creo más en
él. Los caminos de Dios son sorprendentes, maravillosos y misteriosos.
En
quien encontramos esperanza, sino en Jesucristo, lo que sé de Dios me lo ha enseñado
Jesucristo, no el hombre. Dios sabe cómo hablarnos, él es el maestro, lo
difícil lo hace fácil y lo imposible lo hace posible.
Transforma
un mundo árido y muerto, en un paraíso verde, lleno de vida, nos llena de
alegría.
Las
dudas estarán siempre presentes, pero mi corazón está firme en el Señor, mi esperanza
está viva en él. Jesucristo es mi fiel compañero, es quien me hace vivir, quien
me hace feliz.
Cuando las dudas te ahogan
el alma.
Sentirse
sin fe y confundido es algo muy desagradable, dudar de la palabra de Dios, es
desesperanzador. Hay tiempos en que
pareciera que Dios no está con nosotros, que ha salido a darse una vuelta y
está tardando demasiado, sólo notamos el silencio presente y continuo en nuestro
corazón.
Muchas
veces pensamos que estamos pasando por desiertos, la presencia de Dios es un
leve recuerdo de tiempos pasados, sólo nos queda su ausencia y hasta comenzamos
a pensar: ya no está, ya no me escucha, ya no me ama. Se ha alejado de mí, me
ha abandonado.
Aunque
sabemos que Dios está con nosotros, porque su palabra nos lo dice, eso no es lo
que sentimos, lo percibimos tan sigiloso como una madre cuando su bebe duerme.
La
presencia de Dios se manifiesta de distintas formas, el asunto es que nosotros
nos acostumbramos a una sola forma de presencia y no advertimos todas las demás
formas de Dios.
El
silencio de Dios, es una forma de presencia, una manera de manifestarse, una
especie de revelación, un estilo de mostrarse. Igualmente, su silencio es una
elocuencia, una forma de pronunciación. El silencio de Dios es también su
Palabra. El silencio es una cualidad de su expresión, quien tiene corazón para
percibir la Palabra de Dios también está capacitado para escuchar su fecundo
silencio.
Dios
tiene muchos signos y lenguajes. El silencio es uno de los que más utiliza.
Dios emplea diversos alfabetos, códigos e idiomas para el alma. De parte de
Dios es tan misericordiosa y entrañable tanto su presencia como también su
ausencia. Siempre es la misma bendición de distinto modo. Su ausencia nos hace
ejercer un continuo acto de fe: creer que Dios está y nos acompaña a pesar de
nuestra percepción o de los hechos que nos acontecen.
La
ausencia de Dios parece oscilar en una cierta ambigüedad. Por un lado, por la
fe sabemos que Dios nunca nos deja solos y por el otro, nuestra sensación
percibe la experiencia del abandono y la lejanía, la orfandad de Dios como un
estar a la intemperie del Absoluto. La fe registra esos dos lados de la
ausencia de Dios: la confianza en su presencia, aunque no se perciba, ni se
sienta y la sensación de distancia solitaria, bordeando el precipicio, rozando
el abismo infinito de Dios que nos llama.
El
silencio de Dios en nuestra vida, nos lleva a descubrir otras maneras de hablar
con él.
La
que todavía no ha sido pronunciado, lo descubro en el silencio para poderlo
decir.
Tu
prolongada ausencia, me ha enseñado a desear tu presencia. Aunque sea invisible
a mis ojos, enséñame cómo vivir tu ausencia.
Aunque
a menudo solo abrazo la soledad, y naufrago en tu ausencia, desde que te
conocí, mi mundo se ha enriquecido, y me has revelado la pobreza de mí universo,
con tu presencia.
Tu
amor, es una verdadera belleza, me envuelves en tus delicados brazos y me das
el más íntimo abrazo.
Las
ausencias que nos duelen son las presencias que amamos, los que a veces nos
vamos somos nosotros y siempre resultamos heridos.
Sólo
puede estar ausente, lo que estuvo presente, lo que amamos. El amor hace
significativas las ausencias porque lo amado está presente siempre, aún en esas
misteriosas ausencias.
Hay tiempos en que caminamos, no sólo en la
ausencia de Dios, sino de nosotros mismos, como un fantasma, como una
aparición. A veces Dios, otras veces nosotros mismos, nos convertimos en
nuestra propia ausencia.
Salmo
27:9. No te escondas de mí; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque
tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.
¿Está
Dios realmente ausente? No, de ninguna manera. Dios no está ausente ni abandona
jamás a sus hijos (Mt. 28.20
enseñándoles
a obedecer todo lo que os he mandado. Y os aseguro que estaré con vosotros
siempre, hasta el fin del mundo). Entiendo que el origen de tales pensamientos
puede ser un pecado cometido no confesado, un pecado cometido confesado
acompañado de arrepentimiento o bien, una falta de respuesta divina en medio de
una situación difícil a pesar de una vida piadosa.
En
el primer caso de un pecado cometido no confesado, he visto como regularmente
pareciera que la amnesia ataca al cristiano, pues la Biblia nos enseña, y
además promete que si confesamos nuestros pecados alcanzaremos misericordia (1
Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los
perdonará y nos limpiará de toda maldad), ¿por qué es tan común que muchos
cristianos olviden esta promesa? Existen algunas posibles razones: consciente o
inconscientemente estamos practicando una salvación por obras por lo que se nos
olvida que hay una gracia que Cristo otorga para obtener perdón, o una razón
que puede ser grave y que debo mencionar es que se debe revisar la percepción
de nuestra salvación, debemos examinar nuestro estilo de vida a través de las
Escrituras para determinar si realmente se ha experimentado un nuevo nacimiento
y hay evidencias de cambios en nuestro comportamiento, la sensación de soledad
puede ser una falta de arrepentimiento y un indicativo de la gracia de Dios
provocando tristeza para salvación, la tristeza que no es para muerte sino para
vida (2 Co. 7.10 La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento
que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la
tristeza del mundo produce la muerte.).
En
el segundo caso, un pecando confesado acompañado de arrepentimiento, la soledad
se puede experimentar también por una falta de comprensión del perdón de Dios y
por el sentimiento de indignidad por la falta cometida, Dios perdona y olvida
los pecados que perdona por amor a sí mismo, ¿no deberíamos nosotros también
aceptar ese perdón para el beneficio de nuestras almas? Si tratamos este caso
con honestidad, la gran mayoría de cristianos confesaríamos que cuando hemos
pecado la indignación nos invade y vienen sentimientos de vergüenza y miedo
como le sucedió a nuestros primeros padres, Adán y Eva, pero no cometamos el
mismo error que ellos cometieron, no huyamos ni nos escondamos, no perdamos la
perspectiva correcta de Dios, si el arrepentimiento ha sido genuino,
recibiremos el perdón de Dios, Dios jamás desecha al contrito de corazón, Él
habita con los humillados y quebrantados de corazón (Sal. 51.17, Is. 57.15, Is.
61.1). Aceptemos el amor y la misericordia de Dios cuando viene hacia nosotros
para arroparnos y protegernos.
En
el tercer y último caso, una falta de respuesta divina en medio de una
situación difícil a pesar de una vida piadosa, recordemos el caso de Juan el
Bautista cuando dudó acerca de la identidad de Jesús.
Mateo
11:2-3 Juan estaba en la cárcel, y al enterarse de lo que *Cristo estaba
haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran: 3 ¿Eres tú el que ha de
venir, o debemos esperar a otro?
Es
justo, necesario y provechoso para nuestra vida cristiana ser probados por Dios
para que la prueba traiga a luz la condición de nuestros corazones y que
podamos considerar si debemos o no corregir actitudes pecaminosas, debemos ser
valientes pidiéndole a Dios que nos pruebe periódicamente para que podamos
crecer en santificación.
Confiemos
en su obra, lo que Él ha empezado lo perfeccionará (Fil. 1.6), somos barro en sus
manos Ro. 9.21.
Juan
16:33 Yo os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En este mundo
tendréis aflicciones, pero ¡tened ánimo! Yo he vencido al mundo.
Vivimos
en un mundo malvado aunque no pertenecemos a este mundo, sin embargo, seremos
perseguidos por causa del Gran Nombre, hemos sido comisionados con un mensaje,
hemos recibido honra al ser tomados en cuenta por el Salvador para ser parte de
Su plan redentor para la humanidad siendo heraldos del evangelio y partícipes
de la salvación de muchos “Sólo porque sientes que Dios está ausente no
significa que lo está, sólo porque no puedes observar sus huellas no significa
que no está caminando a tu lado. Si tú eres un creyente, ese sentimiento de
estar solo es siempre una ilusión.
No
perdamos el enfoque como le sucedió al salmista Asaf al creer que en vano
servía a Dios al ver la prosperidad de los malvados (Sal. 73), no servimos para
obtener algo de la mano de Dios, servimos por lo que ya hemos obtenido de su
mano, ser sacados del fango, rescatados del pecado y de la muerte en nuestro
espíritu para obtener el regalo de la salvación eterna es más que suficiente
para nosotros.
Llevar
una vida piadosa y no obtener resultados o respuestas a nuestras peticiones no
significa que Dios está ausente, muchas veces Dios trabaja en silencio.
El
ateísmo no es más que la ausencia de Dios en la persona, en cuanto la persona se
ha alejado de Dios, y aunque sufre el dolor de su ausencia, vive así en
permanente desgarro, entre la afirmación de lo finito y la nostalgia de lo
Infinito.
Tengo
la certeza de que Dios no se equivoca, pero esta vida es más misteriosa de lo
que pensaba, es más sobrenatural de lo que imaginaba, y es más extraordinaria en
cuanto más fe tengo.
Hay
que saber vivir con lo que se tiene, aprovechar en buena manera cada momento, haciendo
cuanto es bueno, permanecer atentos a las cosas eternas nos proporciona un gozo
indescriptible, estar siempre en pie y perseverantes no es cosa fácil, no
existe la perfección en este mundo, pero enfocarnos en las cosas del cielo, en
lo espiritual, nos lleva a creer en lo verdadero, en lo perfecto, nos da
esperanza de vida, nos da paz.
Jesucristo
nos habla a través del silencio, deberíamos escucharlo más a menudo, pasar más
tiempo a solas con Dios, para entender mejor la vida, porque él es la vida.
En
Jesucristo no hay leyes que alteren la amistad, ni existe el tiempo, solo
existe el anhelo de un encuentro amoroso, y la alegría de una mejor compañía.
Un profesor universitario
retó a sus alumnos con esta pregunta.
-
¿Dios creó todo lo que existe?
Un
estudiante contestó valiente:
-Sí,
lo hizo.
¿Dios
creó todo?
-Sí
señor, -respondió el joven.
El
profesor contestó,
-Si
Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el
precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios
es malo.
El
estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba
de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito. Otro estudiante
levantó su mano y dijo:
¿Puedo
hacer una pregunta, profesor?
-Por
supuesto, -respondió el profesor.
El
joven se puso de pie y preguntó:
¿Profesor,
existe el frío?
¿Qué
pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?
El
muchacho respondió:
De
hecho, señor, el frío no existe. Según
las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de
calor. “Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite
energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El
cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se
vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado
ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”. Y, ¿existe
la oscuridad? -continuó el estudiante.
El
profesor respondió:
-Por
supuesto.
El
estudiante contestó:
-Nuevamente
se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad
ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el
prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que
está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple
rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de
luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la
cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término
que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz
presente.
Finalmente,
el joven preguntó al profesor:
-Señor,
¿existe el mal?
El
profesor respondió:
-Por
supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes
y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.
A
lo que el estudiante respondió:
-El
mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente
la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el
hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No
es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es
el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus
corazones. Es como resulta el frío
cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.
Entonces
el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado.
El
nombre del joven era Albert Einstein.
No
todo lo que vemos es real, y lo que no vemos es irreal, lo espiritual es más
real que lo material, porque lo espiritual es eterno, mientras lo material se
acaba pronto.
Dios
te ama y te bendice.
JoseFerchoZamPer.
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