miércoles, 7 de septiembre de 2016

Un pellizco del cielo

Un pellizco del cielo


Señor, su esposa tiene cáncer.
Esta fue la maravillosa noticia que me dio el médico hace unos días. Así, a palo seco, sin anestesia. Fue un severo baldado de agua helada sobre el espinazo, me dejó frío.
Para aderezar la vaina, me dice: lo mejor es llevársela a casa y darle gusto en lo que pueda, pues no hay mucho que hacer por ella.

Ya se imaginarán lo difícil de estas situaciones, uno queda en las nebulosas, sin saber que decir ni que hacer.
Después del rato reaccioné y me dije:
“Pero si Jesucristo cargó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; es más, fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros sanados”. Isaías 53:4-5.

A partir de este momento comenzó la verdadera batalla de fe, se trata de ser plenamente convencidos por Dios, que el sacrificio de su hijo Jesucristo por nosotros fue real y verdadero, y no solo una historia que leemos muchas veces y tan solo nos deja un fresquito en el alma.

Para mí, los médicos dan su veredicto, conforme a lo que ellos saben y pueden creer, pero para el cristiano, esto debe ser como el pellizco que Dios nos da para sacarnos de ese sueño profundo en el que vivimos a diario, engañados con el cuento de que creemos en El, pero sin creerle a él.

Ahora comprendo lo tibios que somos los que decimos ser cristianos, andamos tan absortos en el mundo, pidiéndole a Dios que nos complazca con todo lo que deseamos y queremos, para esto hacemos oraciones y ayunos, con el deseo ferviente de que El, nos bendiga con todo lo mejor del mundo y de la carne. Pero a la verdad no hacemos nada para agradarlo a él, mucho menos para obedecerlo.

Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Apocalipsis 3. 15–16

Creemos que cristianismo es esperar que Dios nos complazca con todas sus bendiciones, pero no queremos sacrificar nada por seguirlo, no queremos morir a nosotros mismo, sino que él nos ponga por encima de los demás para sentirnos bendecidos, pero su palabra nos dice: en Juan 12:24-26. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

Esto es el cristianismo, morir al mundo y sus deseos, con tal de seguir a Jesucristo. Pero ha palabra dura que es esta, es más cortante que espada de dos filos, y nos pone justo al borde del abismo, donde no nos queda ningún sitio en donde escondernos ni a donde ir.

Desde aquel dichoso día, ya han pasado varios meses, y ando de viaje en viaje de un médico y otro, la eps se esmera en poner cuanta traba haya en el sistema para demorar el tratamiento. Por la gracia de Dios, hemos visto la solidaridad de la familia, esto nos alienta grandemente, hasta se ha podido pagar exámenes particulares y un oncólogo para que los viera y nos dio su diagnóstico: hay que hacer quimioterapia urgente.

En vista de la urgencia y sin dinero para pagarlas particular, nos vimos obligados a dedicarnos a orar al dueño de la vida, para que él, allanara los caminos y los corazones de los médicos y demás personas que intervienen en el proceso, y digo obligados porque infortunadamente estamos acostumbrados a orar con entusiasmo, solo cuando pasamos por dificultades de orden mayor a nuestras fuerzas, el resto de veces, solo hacemos oraciones de mantenimiento o de rutina, por el pan de cada día, y punto.
La iglesia de Cristo está en un aletargamiento terrible, caminamos para dónde va la gente, no siguiendo a Jesucristo, sino a los que hablan de Él.

Normalmente vemos todo, solo con los ojos de la carne, no con la fe. Hablamos como los demás, de las cosas del mundo: de la recesión económica, de las políticas gubernamentales, de quien dirige la empresa, etc. Todo basado en lo que podemos y debemos hacer, ahí no hay cabida para el obrar de Dios, ya que no lo dejamos actuar.
Muchas veces decimos y oímos decir a otros, varias frases las cuales le atribuimos a Dios, tales como: ayúdate que yo te ayudaré, dice el señor; eso espere a que le llueva el pan del cielo; a Dios rogando y con el mazo dando, y como estas, muchas otras frases las cuales se acomodan justo a la situación de quien está orando y pidiéndole a Dios, y por ende tratando de confiar en Él, pero el que viendo no ve, y oyendo no oye, lo coge a mansalva y le da garrote por andar en esas y no estar buscando la solución a sus problemas.
Y como estamos atribulados, muchas veces cedemos en la fe y corremos al mundo a ver quién nos da la mano. Todos sabemos que tenemos que hacer nuestra parte, pero primero debemos dejar que Dios allane los caminos y los corazones de los hombres con quien tengamos que hablar, y no que sean nuestras lágrimas las que los conmuevan, aunque en muchas ocasiones tengamos que llorar.

Hablando de esto, aproximadamente durante un mes, tuvimos que insistir e insistir para que nos dieran cita con el oncólogo, pues el médico general no puede hacer nada al respecto. Habiendo sacado ya los exámenes médicos y clínicos solicitados, era urgente llevarlos al especialista, este paso se nos envolató por meros términos técnicos y de procedimientos contractuales; o como diríamos, por cuidarse la espalda.
Se necesitaban órdenes claras y bien documentadas para evitar que al momento del pago, no se presentaran esos inconvenientes que muchas veces nos pasa, que nos devuelven las facturas de cobro por algún tecnicismo, o por un papel.

Después de varios días, aquí y allá, reclamándole a uno y suplicándole a otro, no veíamos nada de nada, es como cuando nos apagan la luz a media noche; ¿que hicimos? Después de llorar, nos acordamos de orar. Creo que las lágrimas sanan el corazón, y dan claridad a la mente. Parece que ellas lavan el alma y despejan el espíritu.

Ya en este punto, y con el cielo despejado, pasamos tiempo de calidad espiritual, a los pies del maestro, recibiendo enseñanza y esperando su obrar en nuestra fe y en quienes le ponían palos a la rueda. Fue maravilloso, realmente maravilloso, no se imaginan cuánto.
Por razones que solo Dios conoce, unos familiares pagaron una cita a un oncólogo de renombre, quien dijo muy claro: “es urgente hacer quimioterapia”. Y agregó; sea donde sea, particular o por la eps, aquí o en la Conchinchina, hay que hacerla URGENTE.

Ya con este papel en mano, me armé de berraquera y me fui a pelear con la eps, lo bueno fue que la pelea no se dio, pues al ver dicho diagnóstico, a pesar de que ese médico no trabajaba con ellos, si lo había hecho y le creían, y me aprobaron la cita.

Algo aún más maravilloso fue lo que Dios le reveló a mi esposa, el día anterior a la cita médica, al visitar a mi sobrino y hablar sobre la situación, me preguntó en dónde y quien era el doctor al que íbamos a ir, entonces le mostré el documento y leyó el nombre del médico, con gran sorpresa me dijo que justamente había estado hablando por teléfono con dicha persona por razones ajenas a la salud, de inmediato lo llamó y le comentó el asunto, para pedirle colaboración con nuestra causa.

Al momento de regresar a casa le comenté a mi esposa lo ocurrido y al instante se soltó en llanto, me dejó pasmado, pregunté la causa del llanto y me contó lo acontecido: estaba arrodillada clamando a Dios por el médico que me atendería al día siguiente, que le diera misericordia para con migo, y que me tratara bien, así como Jesucristo tuvo misericordia del ciego Bartimeo, cuya cita estaba leyendo en Marcos 10:46-52. Después llegaron a Jericó. Más tarde, salió Jesús de la ciudad acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Un mendigo ciego llamado Bartimeo estaba sentado junto al camino. Al oír que el que venía era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: — ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más: — ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Jesús se detuvo y dijo: —Llámenlo. Así que llamaron al ciego. —¡Ánimo! —le dijeron—. ¡Levántate! Te llama. Él, arrojando la capa, dio un salto y se acercó a Jesús. — ¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. —Rabí, quiero ver —respondió el ciego. —Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha *sanado. Al momento recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.

Esto debido a que en las citas anteriores el médico no me escuchaba y me trataba en forma descortés.
Me dijo que Dios le había mostrado con tal claridad lo que iba a ocurrir al día siguiente, de la siguiente forma; me vi hablando con el doctor, quien me atendía con amabilidad, y al ver los resultados de los exámenes, me dijo: “señora hay que hospitalizarla de inmediato, para hacerle transfusión de sangre” al instante mi rostro reflejó pánico, pues temía que me hicieran diálisis ya que la creatinina estaba en 5, y lo máximo sería 1. Mas él me dijo, “tranquila madre este procedimiento no es necesario” e inmediatamente salió a dar las recomendaciones del caso a las enfermeras, para que realizaran dichos procedimientos con urgencia.

Lo cierto fue que si yo no la hubiese acompañado a la cita médica, también habría dudado de la veracidad de la visión, pero como la había escuchado cuando contó, y vi con mis propios ojos cuando el médico le habló, e hizo lo ya anunciado en la visión, no tuve duda de la respuesta de Dios tan clara y concisa.

Desde ese instante las cosas están marchando de la mejor manera posible, al día de hoy está en el tratamiento por quimioterapia, y con muy buenos resultados.

Jesucristo te ama y bendice.
JoseFercho ZamPer


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