jueves, 7 de julio de 2016

Por los caminos de la vida.

Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Cada día de nuestras vidas, se presentan dificultades para avanzar, tanto en lo económico como en la salud, de nosotros depende el confiar en Dios, y hallar en El, ese lugar de refugio para descansar del mundo y sus aflicciones.

El enemigo más acérrimo que tenemos es nuestro temor, el miedo a lo que pueda pasar, o sea, nuestra inseguridad, Pero el Espíritu que Dios nos ha dado no nos hace cobardes, sino que él es para nosotros fuente de poder, amor y buen juicio.

2 Timoteo 1:7 Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio.

La seguridad para la gran mayoría de las personas es tener estabilidad económica: éxito, dinero, amistades, popularidad, inversiones, cuentas, títulos, negocios, trabajos, etc. Creyendo que con esto podemos controlar nuestras vidas.

La pregunta es, ¿Por qué hay tantísima gente que tiene todas estas cosas, pero viven con depresión, angustias, afanes, adicciones, soledad, sin paz, ni control de sus vidas?

Vivimos tan de prisa que logramos lo contrario a lo deseado, todas esas cosas por las  que luchamos en la vida resultan ser incapaces de darnos algo de seguridad, solo son vanidad, y no son lo que realmente necesitamos para ser felices.

Todo lo material es pasajero, no dura, y tiene muchos enemigos, razón por la cual nos toca luchar más de lo necesario para mantenerlo, nos llena de inseguridad la mente, el alma, y el corazón. Ya que el hombre no es solo materia sino también espíritu, y su ser interior exige lo de Dios, lo del espíritu, para ser verdaderamente rico, de lo contrario solo se es un pobre rico.

Apocalipsis 3:15-19
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”.

Infortunadamente los humanos somos tan carnales que estamos convencidos profundamente que la seguridad material alcanza para proteger nuestras vidas, y sin dudar un instante, se transa en una batalla llena de sacrificios y dolor con tal de lograr esta clase de seguridades; y en ello nos pasamos casi toda la vida tratando de lograr alguna de estos bienes, y si los llegamos a perder, es peor que la muerte misma.

En cambio la vida espiritual necesita de la seguridad que solo Dios nos puede dar, la cual es beneficiosa para la mente, el cuerpo, la vida y también para nuestra economía.  

La seguridad espiritual que es el amor de Dios, es trascendental para la existencia del hombre en este mundo, ese amor por el que muchos somos maltratados por el mundo, ese amor por el que Jesucristo dio su vida, ese amor que requiere vida recta y comunión con el Espíritu. Ese es el amor de Dios que nos hace verdaderamente libres y seguros.

Así es que necesitamos mejorar nuestra calidad de vida espiritual, practicando la palabra de Dios, la fe que proviene del Espíritu.

La esperanza que nos da el sabernos salvos, y con vida eterna, es una seguridad divina, incorruptible, perfecta por medio de la fe en Jesucristo.

Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza.

Dios está en medio de sus hijos, y no serán conmovidos ni avergonzados, Dios nos ayudará al clarear la mañana.

Jesucristo está con nosotros, El es nuestro refugio, el lugar donde  me escondo.

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.
El honor que damos a Dios se hace notorio cuanto más lo dejemos obrar a él, y menos hagamos nosotros, pues nos dice Juan Bautista que, Él ha de ir aumentando en importancia, y yo disminuyendo.
Pero esto de disminuir es algo bastante difícil de asimilar, ciertamente los seres humanos queremos ser alguien en la vida, después de tanto estudiar no podemos dejar de aspirar a ser alguien más que los demás.

En todo caso el estarnos quietos no puede ser en un estado de movimiento sino de tiempo. Cuando nos quedamos quietos para exaltar a Dios, significa que nos quedamos bajo su protección y su amor, y los enemigos que nos acosaban tienen que enfrentarse contra de Dios a quien hemos acudido por protección.

Pero, ¿puedo yo exaltar a Dios, estando quieto, sin hacer nada?  Claro que si, ya que en ese momento estaría dejando a Dios ser Dios.

Salmo 34:3. Engrandeced a Dios conmigo, Y exaltemos a una su nombre.
El Señor Dios humilla  al soberbio y exalta al humilde.

Cuando uno se apega al Señor Dios de alguna manera, significa que me avergüenzo de pensar a la ligera de Dios, y que he visto o reconocido mi incapacidad de alcanzar el bien deseado.

La gente se rebela contra Dios cuando solo hace lo que le impulsan sus deseos pecaminosos. Así que cuando llamamos el nombre de Dios, entendemos que es una declaración de arrepentimiento.

También puede ser visto como una expresión piadosa de un corazón humillado, a pesar de que claramente no podemos añadir nada a la gloria de Dios, si podemos hacerlo a través de nuestro reconocimiento de pequeñez e incapacidad delante de él.

Cada vez que nombremos a Dios, pensemos de que manera hemos usado su nombre entre nosotros, a continuación alabemos con el corazón el nombre de Dios como lo merece.

Jesucristo está con nosotros, el es nuestro refugio.

El nos ama y nos bendice.


JoseFercho ZamPer 

El cambio es ahora.

El éxito consiste en hacer cada día aquello que amamos, con la misma energía e ilusión. Nuestro ánimo para el cambio debe estar alto en to...