domingo, 28 de septiembre de 2014

El obrero y el patrón.

Introducción.

Podemos hacer nuestros propios planes, pero la respuesta correcta viene del Señor. 
Yo puedo considerarme puro según mi propia opinión, pero el Señor examina mis intenciones. Por eso pongo todo lo que hago en sus manos, y espero en El, para que mis planes tengan éxito.

Si queremos caminar libres y sin obstáculos, sin laberintos ni pasadizos que debamos desenmarañar, ni complicaciones que tengamos que solucionar, entonces lo mejor es no hacer nada en esta vida. Porque si les digo que con Dios no vamos a tener problemas, les estaría mintiendo.

Pero si creemos en nuestro señor Jesucristo y le obedecemos, entonces siempre veremos puertas nuevas que se nos abren cada día ante nosotros; quizás no sean las que esperábamos, pero con toda seguridad que serán las que nos lleven a ver la respuesta correcta para nuestras vidas.

A veces actuamos en la vida como si todo estuviese acabado, otras veces como si lo poseyéramos todo, como si todo lo que existiese fuese nuestro.

Al mirarnos a nosotros mismos podemos ver que tenemos algo en común con los demás: la necesidad de encontrar la ruta del éxito en este mundo.

Todos deseamos alcanzar el éxito en nuestra vida, ya sea por medio de: un empleo bien remunerado, ganarse una lotería, conseguir una pareja con dinero, tener salud, fama y renombre, o cualquier actividad que nos lleve a ser unos triunfadores.

Tenemos nuestra propia idea de lo que es “ser un triunfador”, y nos esforzamos por lograrlo, porque estamos convencidos de que eso nos hará felices. 

Estoy convencido del poder que tiene para nuestras vidas el deseo de encontrar lo que buscamos, pues cuando uno desea algo con todo su ser y se enfoca en obtenerlo, no solo sobrevivirá en el futuro, sino que se mantendrá siempre productivo en este mundo cambiante y competitivo.

La lealtad y la productividad serán siempre cualidades que necesitamos cultivar, todos sabemos muy bien que vivimos en un mundo de aguas turbulentas, que cambia a cada instante y esto puede ser muy estresante, razón por la cual necesitamos adaptarnos al cambio y estar siempre un paso delante de él.                            

La historia.

Una tarde de domingo y con unos tragos en la cabeza, se encontraba el patrón con su obrero de confianza; quienes habían sido buenos amigos en la escuela.

El patrón deseaba conocer más detalles sobre la vida actual de su obrero y viejo amigo, ya que hacía años no se veían y por razones de trabajo no tenían tiempo para compartir.

Después de almorzar y tomarse  algunas copas, iniciaron una interesante conversación.

-Obrero. Patrón, desde la escuela no lo había vuelto a ver, ¿por dónde andaba usted? Preguntó.
-Patrón. Después de la escuela y en vista de que la vida resultó ser muy diferente a como creía que sería, me fui a trabajar para un hombre muy rico a quien conocí un día en una feria ganadera.

Todos decían que aquel hombre se había hecho cargo de los negocios de la familia, y que los  hacía producir muchísimo. Por eso cuando me ofreció trabajo, no dude en aceptarlo. 
Aunque cuando él me dijo que el trabajo era en otra ciudad lejos de aquí, lo pensé varias veces por miedo al cambio de ciudad y de amigos.

-Obrero. No pensé que usted siendo tan valiente en la escuela, fuese a tener miedo de algo tan sencillo como cambiar de ciudad, pues yo he cambiado de trabajo y de ciudad muchas veces.  

-Patrón. Todos tratamos de afrontar nuestros miedos de la mejor manera posible, pero la mayoría no admitimos  que tenemos temor al cambio. 
A mí me daba miedo cambiar –dijo el patrón-. Cuando se presentó la oportunidad de trabajar con aquel hombre lejos de casa no supe qué hacer, pero debido a la situación difícil por la que pasaba y con las ganas que tenía de salir adelante, tomé la decisión y me arriesgué. 
Bueno, el caso es que esa decisión tomada me llevó a ver que el cambio es bueno, y que nuestros temores son los que nos impiden ver la oportunidad de ganar y comprendí cómo hacerlo. 
Al poco tiempo las cosas mejoraron grandemente, tanto en el trabajo como en mi vida personal.
-Creo que esto ya empieza a gustarme –dijo el obrero-. Me gustaría que me contara la historia. 
–Claro que sí –contestó el patrón-. Sé que le encantará y además nos ayudará a mejorar nuestra relación laboral y personal.

Mi patrón.

Mi patrón era muy inseguro de sí mismo, por lo que tenía miedo de sus obreros, por tal razón los trataba mal, los agredía con sus palabras y sus amenazas de despido.
Después de un largo tiempo, ya no quedaban sino unos pocos obreros en su finca y sus negocios se iban a pique.
Comentando con su esposa y amigos tal situación, ellos le daban distintas razones y soluciones al problema, y aunque el aplicaba los consejos dados no mejoraba su problema; ya que sin obreros suficientes no podía producir lo necesario para mejorar sus ingresos.

Un buen día encontró a un joven talentoso y con deseos de progresar, y pensó que él le sería muy útil para sus negocios.

Cuando me fui lejos de casa, hace ya mucho tiempo, viví experiencias agradables y desagradables. 

El patrón que tuve era un hombre muy exigente y complicado, debido a su tamaño mediano, era un hombre inseguro y desconfiado, pero al mirarlo con la suficiente atención, fui descubriendo en él, cualidades extraordinarias.

Era de baja estatura, se sentía  inferior, se creía indefenso ya que así lo habían tratado desde niño. Le tenían apodos como: chiquito, paturro, enano, además lo miraban por encima del hombro. 

Era pelietas y quejetas, ofensivo e irritable. Perfeccionista, le gustaba revisar y criticar todo, exigía rehacer los trabajos aún estando bien hechos. 

Tenía muchos problemas con todo el mundo, principalmente con el mismo, ya que se culpaba de todo, después de  haber culpado a los demás.  No valoraba a nadie, menospreciaba lo que otros hacían, gustaba de hacer quedar mal delante de otros a sus obreros, para sentirse el mandamás. 

En vista de su situación económica y laboral, ya nadie le trabajaba, los obreros le duraban muy poco, se marchaban seguido y además advertían a los demás para que no fueran a trabajar allá.

Todo eso me lo contó el mismo patrón, un día como hoy cuando él me llamó a charlar, -ya habían pasado los días malos, claro-.
Este hombre era de los que le gustaba pagar barato pero cobrar caro, era un hombre duro de corazón,  cosechaba donde no había sembrado y recogía donde no había regado, y quería encontrar lo que no se le había perdido.

Ya un buen día, “el día malo”, le llegó. Vivió una experiencia tan dolorosa que no pudo soportar más, y se doblegó ante ella.

Su hijo varón, el mayor de sus hermanas, cayó enfermo, casi muerto en cama, los médicos no daban con la enfermedad, y así permaneció por un buen tiempo. Ya al borde de la muerte el hijo pide perdón a su padre por su desobediencia y rebeldía, así mismo el padre llorando hace lo mismo y se confiesa delante de su hijo esperando hallar consuelo a su alma. 

Sólo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi esperanza. Sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector y no habré de caer.  

Así oraba y lloraba, pidiendo a Dios no se llevara a su hijo. Le pidió perdón y lo perdonó. La ternura de Dios inundó aquella habitación, los que estaban cerca sintieron el dolor y el arrepentimiento de aquel hombre como nunca lo habían sentido en persona alguna, al punto de llorar y sollozar. 

Así estuvieron por un buen tiempo, padre e hijo contemplándose el uno al otro, con lágrimas y abrazos sanaron sus heridas y el abismo que los separaba se fue cerrando a tal punto que se durmieron y quedaron aquietadas sus almas, y más satisfechos que bebe recién amamantado en el regazo de su madre. 

Al día siguiente amanecieron con un mejor semblante, padre e hijo, después de reconocer sus pecados comenzaron una nueva relación. 

En pocos días el joven se levantó de la cama y volvió a él la juventud y la alegría, hasta ser sano por completo. Esto hizo que aquel hombrecito se diera cuenta que muchas de sus desgracias se basaban en su desamor y falta de valoración. Así emprendió una labor de restauración con su familia y allegados, y continuo la labor con sus empleados, fue restaurando su reacción con ellos hasta tener un trato amable y justo.

Después de sentirse rechazado, se comenzó a sentir aceptado y respetado por los demás.  “¿Cómo es posible que me sienta tan bien? –se preguntó-. Se dio cuenta de que había permanecido prisionero de su propio temor.
Llegó a la conclusión de que, si hubiese llegado antes a ese punto, muy probablemente no habría encontrado lo que encontró, pues todo tiene su tiempo y su hora.
Se sentía feliz por el simple hecho de no permitir que el temor dictaminara sus decisiones. Le gustaba lo que estaba haciendo ahora.
Consciente de ello, no se sintió tan débil como antes, experimentó la sensación de tener nuevas fuerzas por el simple hecho de saber que no iba a permitir que sus temores lo indispusieran.
Ahora, estaba convencido de que encontrar lo que necesitaba sólo era cuestión de tiempo. De hecho, tuvo la impresión de haber descubierto ya lo que andaba buscando.

Yo aparecí justo ahí, cuando ya estaba dándose el cambio de pensamiento, por tal razón me beneficié grandemente pues me vi involucrado en este proceso de cambio. Comencé a conocer mis sentimientos, y a darme más a los otros, además aprendí a tratar con mis propios temores y todo aquello con lo que cargaba en mí desde niño. Me trataba como a un hijo ya que el suyo estaba estudiando en otra ciudad y poco se veían. 

Mis seguridades estaban basadas en mi casa y familia, en lo aprendido, y por eso me daba miedo salir de allá, pues creía que sin ellos no podría salir avante. 
Tiempo después pude estudiar en la universidad y fui ascendiendo en mi trabajo, hasta llegar a dirigir los negocios de dicho hombre. 

Realmente cambiar es muy difícil, sobre todo cuando uno se considera alguien en la vida, creemos que como somos, estamos bien, que los demás nos tienen que aceptar así, más si tenemos mando u dominio sobe otros, pues decimos que nos deben respetar y obedecer porque somos autoridad.

Los temores que nos infundieron en casa los padres autoritarios, y poco amigos de sus hijos, y tantas dificultades para tratar con los demás nos llevan a tener una mala visión de la vida y a creer que son los demás los que deben cambiar, ya que estamos acostumbrados a ese tipo de vida.

Deseamos cambios en todo el derredor nuestro, más dentro de nosotros no creemos necesitarlo. Vemos con más claridad la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio. 

En cuentas claras, aprendí muchísimo más con este hombre, de la vida y de los negocios que lo que se puede aprender en cualquier universidad, además de lo aprendido en superación personal,  dentro de mí, en lo espiritual.

En fin, mi amigo, ahora que tengo mis propios negocios y que he vuelto a mi tierra y a mis amigos de la infancia, quiero poner en práctica lo aprendido para así contribuir con el cambio de paradigmas y malas prácticas en el trato interpersonal, pues con tantos dichos y experiencias negativas, las personas han hecho de su vida un caos. No puede ser que un hombre llegue a viejo y a cambio de ser un gran maestro, demostrando que las canas son experiencia y sabiduría, se convierta en un viejo terco, necio y amargado.
Este hombre, cada día dedicaba tiempo a buscar su propio yo y conocerse a sí mismo.
Miraba sus convicciones, sus emociones, sus miedos, sus fortalezas, tratando de hallar la diferencia entre unas y otras. Él estaba convencido que al conocerse mejor obtendría más control sobre sus acciones y así sería más feliz y alcanzaría más éxito.

Por muy diferentes que seamos, tenemos muchas cosas en común: cada mañana nos alistamos para correr por la vida en busca de nuestro bienestar.

Los laberintos por donde nos movemos siempre serán complejos, con rincones oscuros y callejones sin salida. De cómo veamos la vida, así mismo serán los caminos a recorrer.
Pero siempre podremos disfrutar de una vida mejor, en la medida que hallemos el camino correcto a seguir.

El método científico nos ayuda a hallarlo, probando y volviéndolo a hacer sin desfallecer, aprendiendo de los errores, tanto propios como ajenos.
Muchas veces nos podemos sentir perdidos, pero si insistimos en lo que sabemos que está bien, al cabo de un tiempo encontraremos el camino correcto, o la verdad. También aprendemos de las experiencias ya vividas, y las acomodamos al presente.
Un peligro en la vida es caer en la rutina. Madrugamos y hacemos siempre lo mismo  cada día como si las cosas y las personas no cambiaran.

Disfrutar de la vida, y de todo cuanto existe es tal vez la única manera de sentirse vivo de veras. 
Cuando consideramos que ya tenemos todo lo que necesitamos, se cae en la rutina, se pierde el entusiasmo por vivir, por seguir luchando, y nos ponemos las pantuflas como en casa para descansar.

Consideramos que lo obtenido es de nuestra propiedad, que no se acaba, terminamos estableciendo nuestras seguridades en lo que poseemos, y nos movemos alrededor de lo material.

Muchas veces exhibimos nuestros logros con orgullo y nos sentimos los mejores, pero generalmente no los compartimos con los demás. 
Sin duda tuvimos que trabajar duro y durante mucho tiempo para obtenerlos, pero eso no nos hace mejor que los otros, pues todos andamos en lo mismo.
Cada mañana salimos a buscar más, sintiéndonos muy seguros de sí mismos, y cada noche regresamos a casa, llenos pero insatisfechos.  Así la pasamos durante mucho tiempo en la vida.
Poco a poco la seguridad que tenemos en nosotros mismos se va convirtiendo en la arrogancia propia del éxito, y en la mayoría de los casos ésto nos lleva al fracaso.
Normalmente tanto el problema como la solución son simples, se trata de prestar atención a los pequeños cambios que se van dando cada día y no dar por sentado nada.

Las situaciones de la vida llegan cuando uno menos las espera, pero no queremos aceptarlo.  Y hacemos oídos sordos para no tener que enfrentarnos a las dificultades.
Tenemos nuestras propias ideas acerca de lo que significa ser feliz, para muchos tener dinero equivale a tenerlo todo: salud, amor, seguridad y bienestar.
Puesto que el dinero es tan importante para muchos, se emplea demasiado tiempo en decidir qué hacer con él, hasta se llega a sentirse deprimido. 
¿Qué ocurriría si el dinero se nos desapareciera a la mañana siguiente? 
Ya que nuestros planes para el futuro están basados en el dinero, sería el acabose total.
Cuanto más importante es el dinero para ti, tanto más deseas conservarlo.

Sé que somos más inteligentes de lo que parecemos, pero no actuamos como tales. Las cosas están cambiando por aquí, quizá también tengamos que cambiar nosotros y actuar de modo diferente.
Las cosas no ocurren tan solo porque sí, tendríamos que sacarles algún provecho.
Yo no fui quien ocasionó el problema, fueron los demás  y nosotros pagamos las consecuencias, eso decimos a diario con tal de no aceptar nuestras fallas.
La solución no es culpar a otros sino hacer lo que se debe hacer.
Hasta tanto no reconozcamos nuestros errores no hallaremos la solución, y esto nos hará sentir cada vez más frustrados y coléricos, y regresaremos a casa, cargados únicamente con las preocupaciones y frustraciones. 
Cada noche nos será más difícil conciliar el sueño y a cambio tendremos pesadillas, y amaneceremos sin deseos de luchar.
El hogar acogedor y agradable de antaño, se irá volviendo una cárcel, por no hallar paz en el corazón.
Fíjate dijo el patrón. Seguimos haciendo lo mismo de siempre, una y otra vez, y encima nos preguntamos por qué no mejoran las cosas.
A veces, las cosas cambian y ya nunca más vuelven a ser como antes. ¡Así es la vida!
Un poco de temor puede ser bueno, pero vivir asustado  es perjudicial.
 “Más vale tarde que nunca”. Es nuestra excusa.
Como consecuencia de ello, nos resulta más complicado abrirnos paso por la vida.
Las cosas no cambian de la noche a la mañana, todo tiene un proceso. 
Debemos estar alerta al medio que nos rodea para anticiparnos al cambio. 
“una sensación de vacío nos puede embargar con demasiada frecuencia” 
No sabemos actuar sin miedo, porque los temores pesan demasiado sobre nuestros hombros.

En realidad aquello de lo que se tiene miedo, nunca es tan malo como lo que uno se imagina. El temor que se acumula en la mente es mucho peor que la situación que existe en realidad.
Nuestros miedos nos conducen al fracaso.
Uno puede estar convencido de que un cambio le causará daño y resistirse a él, o bien puede creer que le ayudará, y entonces acepta el cambio. Todo depende de lo que uno prefiera creer. 
Somos seres especiales

Cambia tu manera de pensar y cambiará tu manera de vivir.


JoseFerchoZamPer

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