jueves, 28 de marzo de 2013

La finca de mis sueños


Adquirí un terreno en una ladera fértil. Lo cerqué, are sus tierras, y planté un cultivo de cereales escogidos, con el deseo de obtener buenas ganancias. 

¿Pero que obtuve? Los vecinos se enamoraron de mi cultivo, tan pronto como comenzó a producir, comenzaron también ellos a robar lo que iba dando, dañaron las cercas y hasta los animales se metieron a comerse mi cosecha.

Yo pensé. Eso debe ser porque a ellos les ha ido mal en sus fincas.

Han trabajado duro, pero sus cosechas se han dañado. Entonces hablé con todos ellos, uno por uno,  sobre la situación allí presentada. Cada uno me comentó la situación de necesidad por la que estaba pasando, como sus hijos pasaban hambre y que su esfuerzo por obtener buena producción no era suficiente para lograr cubrir sus gastos.

Me condolí de ellos y les propuse trabajar en comunidad, en asocio para así unificar esfuerzos y poder arreglar sus tierras y mejorar sus cultivos, yo entendí que ellos habían aceptado el acuerdo. Pero los hechos mostraban algo distinto.

Volví a cercar y ha arar mis tierras, lo mismo hice con las de ellos, todos esperaron pacientemente hasta terminar. A la hora de sembrar, ninguno tenía tiempo para trabajar, querían que les entregara sembrado el terreno. Y así lo hice, pues pensé que era mucho esfuerzo para sus brazos cansados y estropeados por el paso de los años.

Como yo tenía alguna maquinaria, me era más fácil trabajar sin agotarme tanto. Pero puramente ellos no querían colaborar con nada, les pedí semillas y no tenían, se habían comido todo lo recogido en las cosechas anteriores. Pregunté si tenían algún tipo de abono, y tampoco.

Ya no sabía ni que pensar de tal situación, entonces volví al pueblo y retiré mis últimos ahorros, los cuales eran el resultado de toda una vida laboral, pues desde joven tenía la ilusión de hacer lo que estaba tratando de hacer, y era tener una granja productora de cereales y animales para alimentar a muchos en la ciudad, y desde entonces estaba ahorrando cada centavo posible, para comprar la tierra y así realizar  mis sueños.

¿Qué más podía hacer por ellos, que no hubiese hecho? Me preguntaba. Como esperando una respuesta del cielo.

Les mostraré lo que entendí acerca de la gente de allí y el porqué de la situación en que vivían.

Ellos aprendieron a trabajar la tierra como sus padres lo hacían desde muchos años, o sea desde siempre. Y así lo seguían haciendo.

Esto no estaba nada mal, pero como sabemos, los tiempos cambian y todo se acaba, las tierras pierden su fertilidad en la medida que cultivamos y no reponemos los nutrientes extraídos de allí a través de las cosechas recogidas, y de las malas prácticas de cultivo, pero esto no lo sabían ellos, pues nunca tuvieron ese conocimiento, ellos creían que como veían la tierra ahí, todavía ella debía producir. Pero la tierra es un ser vivo como lo somos nosotros, y también necesita alimentarse para poder vivir y ser fructífera.

-          No debemos pensar siempre como los demás piensan, es necesario aprender cada día algo nuevo, interesarnos por nosotros mismos y por nuestro entorno, para alcanzar así buenos y mejores resultados.

Qué había pasado.

La tierra se había convertido en su dios, en su única posesión, por lo tanto la adoraban y la respetaban a tal punto que hacer algo por ella era como una ofensa, como si subestimaran su poder de dios, su capacidad de producción, y se habían acostumbrado a que ella les diera de comer, pues ella, la madre tierra, era la que respondía por sus hijos. Así  las cosas, ellos se habían acostumbrado a pasar hambre, pues creían que esa era la voluntad de la tierra o sea de la madre, la que les había dado la vida, la que respondía por ellos.

Se habían resignado a morir en su condición de esclavos de un pedazo de tierra, sin esforzarse demasiado para cambiar sus vidas.

Por ende la tierra estaba abandonada como cuando uno le retira las cercas o vallados, y es consumida por cuanto animal pasa por ahí. Las plagas, la maleza, el clima y muchos otros factores ajenos a ellos, estaban acabando con la única opción de vida que ellos creían tener.

Quedé aturdido con esa revelación, ellos vivían en un desierto, en medio de tanta bondad.  Su tierra no había sido podada ni cavada hacía ya muchas décadas, y crecían allí los cardos y los espinos; y aun las nubes no derramaban allí sus aguas. 

Ciertamente la viña del Señor Dios todo poderoso, somos nosotros, su pueblo.
Dios espera que demos frutos, que hagamos producir los talentos o los dones que El, en su infinita sabiduría nos ha dado. Espera de nosotros justicia, esfuerzo, unidad familiar, trabajo en equipo, y qué encuentra en su viña, hambre y desolación, injusticia, costumbrismo, pereza y hasta maldad, y lo peor, lo culpamos a Él, de todas nuestras flaquezas y de nuestras malas acciones. Decimos, si dios existe porque pasamos hambre, porque hay injusticia, porque los niños sufren, y muchas otras cosas peores decimos y pensamos de Dios, como si él fuese culpable de mis errores, de mi ignorancia.

Después del golpe recibido con tal enseñanza, empecé  a buscar soluciones.

Me di cuenta que si quería ayudar necesitaba ayuda, si quería dar, tenía que pedir, y eso comencé a hacer.

Lo primero fue reunir a las familias y decirles la verdad, con algo de tristeza les hice ver el porqué de la situación vivida, esto fue duro y difícil de asimilar, pues a nosotros los seres humanos nos molestan que nos hagan ver nuestros errores. 

Muchos de ellos se opusieron a que les ayudara, pues decían que los quería cambiar de religión, que les iba a quitar sus costumbres y que ellos no estaban dispuestos a aceptar nuevas formas de ser ni de hacer las cosas, que ellos conocían muy bien su tierra y sus costumbres y que así habían vivido por muchas generaciones y que así estaban muy bien.

Vaya lio en el que me había metido, decía yo para mis adentros.

Muchos en la vida se dedican a tener casas, carros, negocios y muchas otras cosas, pensando que eso los hará felices, pero en realidad lo que logran es añadir tristezas y sufrimientos a sus vidas y sus familias.  Otros tantos piensan que no teniendo nada se ganan el cielo, pero lo que reciben a cambio es hambre y enfermedades por la falta de alimentos, bienes y servicios.
La verdad es que todos por igual un día partimos de este mundo y nada nos llevamos, pero conforme como hayamos entendido cual es la voluntad de Dios para nosotros acá  en la tierra, o disfrutamos o sufrimos las consecuencias. Puede que uno se salve, o puede que no,  para vida eterna, pero en este mundo la pasa o muy mal o muy bien, conforme a lo aprendido para la vida, por eso es muy importante aprender de quien sabe la Verdad, y ese es Dios mismo.

Acaso ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?  Ha dicho el Señor, que las muchas casas han de quedar asoladas, las grandes y las pequeñas. Si solo trabajamos para alimentar el vientre, de nada nos servirá pues no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces ¿el trabajar es en vano? De ninguna manera, Dios nos dio un cuerpo y hay que alimentarlo, pero también nos dio un espíritu y este es más importante que el cuerpo. También debemos alimentarlo con el evangelio de Jesucristo el cual es para salvación nuestra y de todo aquel que crea.

Si El Señor te dio un trabajo en una empresa, haz producir ese talento al ciento por uno, o al sesenta o al menos al treinta por uno, pero hazlo  producir, no te duermas esperando que otros trabajen por ti, pues muy pronto te quitarán lo que tienes y de patitas a la calle, a sufrir y a llorar por la leche derramada.

Dios te dio una parcela. Lo mismo, trabájala, labre sus tierras, siembre que comer y cuídala, que cuando los demás pasen por allí se den cuenta que esa tierra tiene dueño, que aquí vive uno que está  vivo, un hombre capaz, y entonces deseen entrar y aprender algo de ti.

En esa región a donde fui a realizar mis sueños, pude ver como la ignorancia nos incapacita para vivir bien, pues allí en realidad no hacía falta nada, habían tierras, había agua, y también personas, unos jóvenes, otros adultos y bastantes viejos de por sí, solo faltaba conocimiento para hacer producir, no había enseñanza sobre agricultura y ganadería, pero tampoco sabían otras cosas básicas para la vida. Por eso era normal ver a los niños y ancianos desnutridos y enfermos, además de las tierras  abandonadas y los pocos animales de corral así como las vacas y ovejas y demás, flacos y con desaliento. 

Aquellas tierras, las que alguna vez produjeron grandes hombres y mujeres, quienes ayudaron a edificar una gran nación, con su gran valor y esfuerzo inagotable, ahora solo eran la sombra de un vago recuerdo, como si se tratara de una leyenda muy antigua que ya nadie podía recordar.  Pues se habían dedicado a vivir de la historia mas no para la historia, algo que sucede con frecuencia en nuestras vidas.

Una hectárea de café solo daba dos cargas del grano, pues estaba lleno de broca, de roya y hasta la gota lo estaba secando, todo por el abandono en que se encontraba, pues decían allí que no se podía tumbar ningún árbol del cafetal, que los castigaban si lo hacían, que dios no los bendecía por acabar con la vegetación. Si ustedes vieran el cacao, todo chamuscado por  la sombra, las ardillas se comían cuanta pepa salía, los hongos lo estaban pudriendo, y para qué sigo enumerando todas las tristezas que se paseaban por esas familias, dan ganas de llorar.

Pobres aquellos que teniendo riquezas, no las disfrutan. Madrugan a trabajar pero no reconocen ni pueden ver la obra del Señor, ni valoran el trabajo de sus manos.  Por tanto, comen su pan con tristeza, se sienten solos, cautivos por sus temores y su gloria se seca y la multitud padece necesidad.  Porque teniendo un Dios tan grande y amoroso, prefirieron la gloria de los hombres, y creyeron que sus antepasados tenían la razón, y que sus enseñanzas eran de sus propias experiencias y no provenientes de la palabra dada por los enviados del cielo para edificación de sus vidas. 

Como es de fácil creer que por que obtuvimos algún triunfo en la vida, ya somos unos verracos, y que nos podemos defender solos.  Por tal razón se nos abre la tarraya y caemos en su interior, la avaricia nos hace ambiciosos sin medida y caemos como cocos al abismo y hasta allí desciende nuestra gloria y junto con ella, nosotros mismos, nuestras familias y todo aquel se nos une.

Y todo hombre será humillado, y el varón será abatido, y serán bajados los ojos de los altivos. Pero el Señor todo poderoso exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado con justicia. Y los corderos serán apacentados según su costumbre; y extraños devorarán los campos desolados de los ricos.  Isaías 5:15-17.


Comencé mi tarea.

Como yo viví en la ciudad por muchos años, a pesar de haber nacido en el campo, mi experiencia sobre trabajar la tierra y demás labores del campo era casi nula, por tal razón necesitaba de lo vivido por los campesinos de la región. Me dediqué a hablar con ellos a la vez que íbamos trabajando,  para de esta forma tratar de entender muchas de las razones por las que las cosas no funcionaban allí.

Yo había leído mucho sobre agricultura y ganadería y demás temas del campo, pero como la mayoría del tiempo de mi labor era en el área de sistemas y computadores, muchísimas de las cosas que trataba de aplicar no me salían como decían los libros, la experiencia en la vida me había enseñado que en la práctica se hacía al maestro, y así fue como aprendí varias cosas en mi trabajo, leyendo y practicando.  Eso mismo hacía en la finca, además de eso buscaba no cometer los mismos errores por los que ya habían pasado los que allí vivían.

El deseo de aprender y el observar con cuidado nos dan paciencia. Si esperamos hasta aprender, no caeremos tan fácil.  

Lo más difícil es ponernos de acuerdo con los demás. En esto trabajé y trabajé. Y fui viendo el resultado, pero primero me tocó hacer las cosas a mí solo.

La unión hace la fuerza, dicen los que saben, y es cierto pues cada vez que se quedaba enterrado el carro en el barro tenía  que recurrir a una pila de gente para empujarlo y así lo sacábamos del charco.   Esto mismo comenzó a funcionar con la siembra, pues el tractor solo no puede hacerlo todo, se necesita quien tale un árbol para que entre el sol a la labranza, quien quite la maleza, regar la labranza en época de sequía, etc. Todas esas cosas se hacen con las manos para evitar daño a los cultivos, sobre todo en  las tierras quebradas, o no planas, como era nuestro caso.

Que hermoso es ver cómo cambia el ambiente de trabajo y los resultados, cuando se trabaja en unidad con los demás, la misma vida se hace sencilla, pues si usted no tiene algo, otro lo suple y así es en todo. Si uno se cae, el otro lo ayuda a levantar.

La lengua es un fuego, con ella bendecimos a Dios, y también maldecimos a los hombres, los cuales son hechos a la semejanza de DiosSantiago 3:9

Por tanto no podemos usar los dones dados por Dios, para saciarnos a nosotros mismos, sino para ponerlos al servicio de los demás, para que den frutos y que todos nos suplamos. De esta manera Dios dará la bendición a las naciones a las cuales hemos sido enviados, a las familias donde habitamos; con seguridad que vendrá pronto no tardará.

Ni el cansancio, ni la pereza, ni el desánimo, ni ninguna otra cosa nos hará desfallecer ante las dificultades de la vida cuando hay unidad entre nosotros.

Ni mis errores ni los tuyos harán que nuestro creador cambie sus designios. Dios es sabio y el hombre es necio. Fijemos la mirada en Jesucristo el autor y consumador de la fe. 

Muchos dicen que Jesús fue un carpintero, que no tuvo ni donde recostar su cabeza, que no nos dejó ni un taburete como recuerdo de su gran obra, - o me dirás que tú tienes una mesita de noche elaborada por el-, aunque ese era su oficio aquí en la tierra para ayudar a su familia y para dar ejemplo de trabajo y de amor por los suyos, su verdadera misión fue la de darnos la salvación por medio de su muerte y resurrección,   labor que creo que muchos de sus parientes no hemos comprendido.

Para nosotros los cristianos no debe ser suficiente decir que lo somos, sino que debemos demostrarlo con hechos. Tenemos que participar de esa vida abundante que Cristo vino a darnos, y además debemos llevarla a otros.

Creo que estamos desperdiciando nuestras vidas espirituales encerrados en prejuicios y absurdas enseñanzas de hombres debido a la falta de conocimiento de Dios.    

Ya han pasado unos cinco años y los cambios son radicales, hay abundancia de todo bien, y el amor, la amistad y la sabiduría se manifiestan en todo.  
Amen.   Dios te siga bendiciendo.                      JoseFerchoZamPer

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